El actor Roger Coma / INSTAGRAM

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Roger Coma: "Es tan fácil producir en castellano que la red arrincona más el catalán"

El actor protagoniza 'Una teràpia integral', una obra muy ligada a su personalidad y a dos de sus pasiones: el pan y el teatro

6 junio, 2022 00:00

Roger Coma está en La Villarroel con una obra de la que en parte es su origen. A él le gusta amasar pan y compartió varios vídeos al respecto durante la pandemia, para ayudar a la gente a que lo haga en sus casas.

Marc Angelet y Cristina Clemente se sintieron inspirados por el actor y crearon Una teràpia integral, una comedia que se sucede en medio de un curso para amasar pan, protagonizada por Abel Folk, Àngels Gonyalons, Andrea Ros y el propio Coma.

Crónica Directo habla con este último para hablar de esta afición suya por el pan, su particular relación con las redes y, obviamente, sobre esta comedia que se representa en Barcelona hasta el 26 de junio.

--Pregunta: ¿Es un experto en pan o cómo llegó al proyecto?

--Respuesta: Sí (ríe). Los autores me dijeron que partieron de la idea de que a mí me gusta mucho hacer pan y pienso que el mundo de la terapia es un mundo muy fértil a nivel de humor. Cogieron esos dos elementos muy míos para crear la pieza. Yo ya había trabajado antes con Cristina Clemente y Marc Angelet y la productora y construyeron estas dos piezas que parecen que no casan mucho alrededor de este imaginario. Este es el elemento sorpresa, el de la terapia de grupo en las panaderías. Parte también de cómo somos capaces o no de gestionar nuestra vida, tras la vida pandémica y postpandémica. El pan en sí tiene ese elemento atávico de ser casi el origen del alimento y parte de la premisa de que si uno puede hacerse su propio pan uno puede controlar su propia vida. Una premisa grotesca  y cómica y a la vez kitch y simbólica que la hace divertida y funciona muy bien como hilo dramático.

--¿Entonces es una clase de hacer pan o de coaching?

--Es más terapia que una clase magistral de cómo hacer pan y saber cómo regular los tiempos de la masa madre y las harinas integrales. La obra juega con la tensión de unos personajes que quieren hacer la terapia y otros que no. Se trata de una situación discordante que provoca la carcajada.

--¿Cómo es su personaje en este mundo?

--Es un individuo que ha tocado todas las terapias, bastante prototípico de ese personaje que tiene dinero y se dedica a hacer zapping de todas las parapsicológicas que hay. Ninguna le funciona, pero las surfea todas. Esta en concreto le supone un salto revulsivo. Son personajes que se ponen en una cuerda floja. Siempre es interesante que los personajes estén en una zona muy incómoda y conseguir que destapen secretos allí. Y los personajes se revelan a sí mismos, al final. El talento de este maestro panadero es descubrir qué elemento de esos personajes todavía no ha salido a flote, lo que provoca humor y alguna lágrima.

--En referencia a esta situación bizarra y su personaje que hace todo tipo de terapias, ¿cree que ahora hay terapias de cualquier cosa y casi resultan excesivas pese a lo sano de conocerse a uno mismo?

--A mí me encanta el mundo de la terapia, tal vez porque tampoco me las acabo de creer del todo. Soy bastante mi personaje, es un yo exagerado, magnificado y ridiculizado. Pero me interesa sí. El mismo hecho de hacer teatro ya es un juego con la identidad, juegas, construyes terapéuticamente una identidad que no es la tuya. Nuestra propia identidad no es real, de hecho, es una convención, un contrato social que nos resulta útil para relacionarnos con el mundo, es un artificio, una mentira y es necesario destruirla, por eso es interesante. Ahora, por ejemplo, hay mucho auge de los horóscopos que, te gusten o no, ponen la mirada en aquello que es humanista y no utilitarista de la persona. Este giro de mirar hacia adentro siempre es interesante, aunque sea una pseudociencia que no tenga base científica. La literatura no tiene base científica pero tiene una función reconfortante.

--¿Esa sería su descripción del teatro, como un elemento terapéutico?

--Yo siempre lo explico de manera distinta. Hace unos años hablaba de un juego de identidades que me permitía más de lo que permitía la vida. Otras veces, pienso que fue algo más anímico de desacreditar los sentimientos y jugar con ellos. En cualquier caso, el teatro es un lugar muy fértil donde pasan muchas cosas. Es una metarealidad muy analógica al mismo tiempo. En tiempos en que todo es muy virtual, en el teatro prima la experiencia y siempre tendrá un valor la experiencia. No es lo mismo comerse un bistec que ver una buena foto del bistec. 

Andrea Ros, Roger Coma y Àngels Gonyalons / DAVID RUANO

Andrea Ros, Roger Coma y Àngels Gonyalons / DAVID RUANO

--Dice esto, pero usted es muy activo en redes sociales. Sus publicaciones son algo que tienen algo de humor y desconcierto.

--Lo has dicho muy bien, el desconcierto es una palabra con la que me identifico mucho, Cuando hay un exceso de conciencia sobre las cosas, éstas se mueren. También cuando las cosas son demasiado perfectas y simplificadas el discurso está muerto, inerte, no vibra. Entonces creo que mis posts tienen algo de pulsión vibracional, esa sensación de que pasa algo pero no sé el qué exactamente, ni quiero saberlo. Tengo como una máxima de trabajo en Instagram y Twitter que se basa en no elaborar mucho mis publicaciones, tiene que ser algo impulsivo. Cuanto más mayor me hago, me gusta más lo impulsivo que lo elaborado y construido. Tanto en literatura, músicamúsica, en todo. Me interesa más y me parece que está más vivo aquello que no es perfecto pero que tiene una pulsión de identidad, porque hay un mayor deseo de comunicar que en una cosa ultraproducida.

--¿Este impulso fue el que lo llevó a la interpretación?

--No sé, supongo. Fue algo con lo que me sentí cómodo cuando era adolescente, ese momento en el que construyes una identidad que, aparentemente, te ha de servir para el resto de tu vida. En esta etapa de transición, en la que matas al niño y creas al adulto, el teatro tiene una función super terapéutica. Creo que todos los institutos deberían tener algo de teatro, porque es un juego con identidades. En ambientes en que los grupos de teatro adolescentes eso sucede. También pasa con el deporte. En cambio hay otros espacios en que no son tan sanos. Hablo de sanos en el sentido en que se genera un espíritu de colaboración en el que pides al otro que te ayude a ser quien quieres ser y se lo pides al compañero de escena y al espectador. Eso crea confianza en el grupo y con el entorno y, a la vez, permite que uno en el grupo cambie. Un juego con identidades siempre es terapéutico.

--Y con estos juegos en los que se metió ahora no sólo actúa sino que presenta un programa de televisión, ‘Caigut del cel’. ¿Cómo se encuentra allí?

--En la misma línea porque también es un espacio de comunicación. No estás detrás de un personaje, aunque sea Roger Coma hago la interpretación de Roger Coma. Cuando hay una cámara ya no soy del todo yo. Hago un Roger Coma más o menos neutro, con una cierta simpatía. Y otro elemento interesante es que todo pasa en presente, no estás pre-escrito sino que te encuentras. Es divertido, que para mi la diversión es una de los puntos claves del manifiesto vital.

--De hecho, se relaciona mucho con los papeles cómicos, ¿qué hace que le atraiga tanto?

--No sé, es una necesidad. Supongo que vivo triste y necesito grandes dosis de humor (sonríe). Creo que la comedia tiene un valor muy filosófico, rompe el status quo, desactiva la gravedad, la importancia, creerse cualquier tesis. El humor es disruptivo.

--Pero ahora, en cambio, está muy en cuestión.

--Sí, pero el humor ha de ser punky, siempre. Te has de reír de algún colectivo, has de escoger y molestarás a alguien. últimamente tenemos la piel demasiado fina. Somos hijos del verdugo y todo nos molesta. Pero el humor ha de molestar y está muy bien que lo haga, no nos hemos de dar tanta importancia.

Roger Coma y Albert Folk / DAVID RUANO

Roger Coma y Albert Folk / DAVID RUANO

--Por último, está en televisión, en teatro ¿y hay más proyectos?

--Hay algún proyecto de aquí a medio año pero prefiero no hablar porque ahora mismo tengo bastante trabajo. Está Caigut del cel, la obra gira durante el otoño y Com si fos ahir se sigue grabando. Hay unos proyectos ahí en la recamara, pero entre esto y la familia cuesta sacar tiempo para hacer mis cosas. Como digo, no me he de dar tanta importancia y si hay limones haz limonada.

--Proyectos personales suena a que está escribiendo algo. ¿Va por ahí?

--Sí, yo creé dos series, Les molèsties y Les coses grans, y en esta línea tenía un par de proyectos urbanos, pero más que de temáticas iba de personajes dialogantes, que es lo que me gusta. Me gusta más lo que se dice que las temáticas en sí y las grandes tramas. Me gusta mucho la cotidianidad y están allí en un estado muy letárgico.

--Como creador y actor en varias series de TV3, con el boom que hay ahora, ¿cómo vive este panorama?

--¡Es una burrada la cantidad de tiempo que invierte la gente en las series! ¡Que la gente mire menos la tele y haga más el amor! Dicho esto, aquí tenemos un problema gravísimo con el catalán. Es tan fácil producir en castellano y llegar a tanta gente que la red arrincona más el catalán de una manera espectacular. En el teatro no es tan así porque es algo de trato, pero en el resto está la ambición. Yo no tengo ningún inconveniente con el castellano y es muy lícito, pero creo que lo genuino tiene un valor que vibra con más intensidad que un producto. Y a veces se hace más un producto que no responde necesariamente a la necesidad genuina de explicar una historia.

--Pero si cada vez se consumen más series subtituladas, pienso en El juego del calamar, por ejemplo, ¿por qué cree entonces que no hacen series en catalán que pueden ir subtituladas?

--La ambición no es tan grande. Aparentemente el audiovisual es muy caro y cuesta encontrar espacios. Creo que es responsabilidad de cada uno pensar menos en una ambición global y responder más a una cuestión territorial. 

--¿Todavía se tiene el dilema entre si el audiovisual es cultura o industria, entonces?

--No. Creo que eso de la alta cultura, asociada a una pátina muy del PSOE, ha quedado atrás. Para mí no hay diferencia entre Instagram o Netflix. Las experiencias que tengo en Instagram pueden ser más inspiradoras que ver una serie superproducida de Scorsese. Eso es muy sano y revienta las estructuras jerárquicas del audiovisual. Ya no hay modelos, lo que lo era hace dos años ya no les hoy. Es algo muy emocionante y estimulante esta revolución. Se ha de quemar todo y empezar de nuevo.

--¿Pero eso cómo se vive como actor? 

--Yo siento que ha muerto el modelo que había cuando empecé. Cuando hice Porca misèria había un modelo muy estrecho, con muy poco acceso al trabajo, pero si te colocabas ya tenías acceso a una posición económica, incluso un status. Esto ha reventado y sólo veo en ello cosas positivas. Hay una cosa muy negativa, hay mucha precariedad, pero al mismo tiempo hay mucha más facilidad para explicar tu discurso. Antes tenías que sacrificar tu discurso en pro de la multinacional de turno, ahora el mercado te pide que seas genuino.