Sofía Ellar es la viva representación de la alegría, la vida y la libertad. Sin embargo, algo cambió hace unas semanas. La cantante sorprendió a sus seguidores con un radical cambio de imagen a principios de mes: pelo negro, melena recta y corta y un piercing en el labio. Pero no solo eso, sino que su actitud también era distinta: más fría, distante y nada sonriente.
La artista dio paso a Mademoiselle Madame, su alter ego oscuro. Un proyecto muy arriesgado que ponía fin al buen rollo y le costaba un aluvión de críticas y la pérdida de algún seguidor por el camino. Nada que no se pudiera remediar.
Mademoiselle Madame, su 'alter ego'
Y es que el pasado 17 de noviembre todo cobró sentido. La cantautora presentó en los cines Callao de Madrid una apuesta completamente diferente a lo que había hecho hasta el momento. Un videoclip en forma de corto con tres canciones: Madame Mademoiselle, Fama y El último Johnny Bravo. Y con un mensaje muy potente.
Aunque no fue nada fácil. La intérprete de Amor de anticuario se tuvo que enfrentar a críticas de todo tipo por defender su nuevo personaje. ¿Quién era realmente Mademoiselle Madame? ¿Qué mensaje quería transmitir? Ellar remarca la importancia de la salud mental y de pedir ayuda a especialistas en una entrevista con Crónica Directo.
--Pregunta: ¿Cómo surge Mademoiselle Madame?
--Respuesta: Este proyecto empieza en pandemia, cuando de repente me veo escribiendo unos temas aparentemente diferentes a lo que normalmente estaba acostumbrada a escribir. Me doy cuenta de que contaban una especie de historia. Yo siempre he sido muy cantautora, pero me apetecía dar un cambio en el estilo musical. El problema es que no creía que la gente concebiera ni interiorizara que Sofía, la de siempre, la de los gatos, estaba haciendo esas canciones. Lo que a mí me preocupaba era no tener una especie de hilo conductor entre esas canciones tan diferentes a mí que iban a salir desde mi perfil a lo que va a salir después que es mi disco otra vez como Sofía. Pero me arriesgué.
--Y aparece Madame.
--Yo tenía una frustración como actriz, así que decidí que ese alter ego no fuese otra persona, sino hacerlo yo misma, aunque eso pudiera confundir a la gente. Vi que para contar la historia tenía que hacer un cambio de look y que trascendiera más allá, que viniera de la mano de un mensaje potente inspiracional. Fuimos perfilando una historia que luego fuese ligada y se entendiese. Lo que más me preocupaba era generar ese personaje y que se quedara la cosa ahí, que perdiésemos todos los fans tan fieles a Sofía, a su deporte, a su espiritualidad y sus valores. Llegamos a un punto en que, o íbamos con todo, o nos íbamos a quedar un poco en tierra de nadie. Ahí es donde surge Mademoiselle Madame.
--¿Cómo crea el personaje?
--Yo quise desde el principio que estuviese avalado por una psicóloga, como la gran Silvia Congost, que es una gran amiga y una gran profesional que ayuda a muchísimas personas. Me ayudó a perfilar un perfil psicológico para Madame para que la gente fuera entendiendo que estaba ocurriendo algo, que Sofía se estaba perdiendo por el camino. Corríamos un riesgo muy grande de que la gente se pudiera pensar que a se me estaba yendo la olla. El reto era que se quedaran hasta el final y viesen que detrás había un mensaje muy potente.
--¿Cómo lo hizo?
--Hicimos una estrategia con un calendario fijo muy planificado de lo que tenía que ir pasando. Desde el día que Sofía perdía su mirada hasta el que borraba las historias destacadas de Instagram. Luego ya fueron cosas más físicas para pronunciar el cambio y que la gente realmente se diera cuenta. Vivimos con sobreinformación desde que nos despertamos hasta que nos acostamos, entonces vi que tenía que ser un cambio progresivo, pero a la vez drástico. A partir de que Sofía se pintara los labios de rojo, tenía que hacerlo siempre. Si se ponía el piercing, también lo llevaría siempre. Lo último y lo más comprometido, el pelo, lo dejamos para el día anterior a la presentación oficial de Madame al mundo entero, en los premios de Los 40 el 11 de noviembre.
--Desde entonces tuvo que vivir con ella.
--Desde el 11 de noviembre, hasta el 17, que fue el evento que hicimos en los cines de Callao, cada vez que salía de casa tenía que ir con los labios rojos, el tatuaje de mentira, la peluca y la ropa de Madame. Tuve que hacer vida así porque corríamos el riesgo de que, aunque saliera a comprar el pan aquí al lado, alguien dijese que todo era una mentira porque me habían visto como Sofía.
--¿Qué mensaje quería transmitir?
--Todos hemos tenido esos baches y hemos podido caer en esos abismos. Y, o bien lo hemos frenado antes de caer en el abismo, o bien no. En el caso de Madame, ella se mete de lleno y conoce a una persona que es tóxica. No quería demonizar al hombre, simplemente que en este caso yo me la imaginaba enamorándose de un chico con esa actitud. Johnny Bravo representa la toxicidad del mundo de la noche, de la fama, del ego, todo lo negativo. Él simplemente es la personificación de todas esas malas influencias que de repente aparecen y se apoderan de uno mismo cuando alguien está en ese estado de vulnerabilidad. Ella en ese momento está perdida y necesita claramente ayuda. En vez de acudir a las herramientas necesarias, como puedan ser terapia, psicólogos, deporte, meditación o pedir ayuda a los que te quieren de verdad, toma la vía que no es correcta.
--¿Sofía cambia?
--Sofía, aparentemente, en toda esta estrategia, toma una serie de cambios negativos. Todos tenemos derecho a cambiar, la vida son rotundos cambios. Si Sofía quiere cambiar en su imagen o en su estilo musical, está en todo su derecho, siempre y cuando esos cambios nunca vayan hacia abajo. Pero Madame claramente era el reflejo de un cambio negativo en sus 360 grados.
--¿Fueron duros los comentarios que recibió por parte de la gente cuando no entendían quién era?
--Sí, fue muy duro, yo he sufrido mucho de la mano de Madame, pero es verdad que también sabíamos a lo que íbamos. He recibido un montón de críticas y mensajes de padres con adolescentes diciéndome que me dejaban de seguir porque para su hija era una referencia inspiracional, una chica con valores, y ahora vendía un producto sin frescura, sin sonrisa, sin ganas de comerse el mundo. Por el camino habremos perdido a alguno que se haya despistado porque no entendía nada, pero creo que hemos querido lanzar un mensaje potente que no siempre tienes la opción como artista y figura pública. Cuando se te presenta la oportunidad, hay que coger ese tren y utilizar esa influencia y ese poder de altavoz.
--El próximo disco se llamará ‘Libre’. ¿Qué es la libertad para Sofía?
--La libertad ha sido algo que siempre he predicado desde la canción Amor de anticuario, que es una de las más referentes de mi carrera con ese mensaje de “tan solo soy real” y “soy esa especie de extinción”. Todos deberíamos ser reales. Creo que Libre en el fondo tan solo es una evolución de madurez en un mismo mensaje. Esa pluma simbolizaba las alas que yo siempre he tenido como artista libre. Hoy por hoy sigo siendo una artista independiente que echa todos sus esfuerzos, sus horas del día, su sueño, su energía, a un mundo tan difícil. Lejos de ser tan bonito el mundo del arte, que sí que lo es, detrás del telón ocurren muchas cosas y es muy difícil como mujer independiente hacerte un hueco en esta industria.
--A Mademoiselle Madame se le acaba la libertad.
--Sofía arresta al alter ego porque se da cuenta de que está perdiendo la cabeza y la encarcela. Ahora mismo la historia es que Mademoiselle Madame está en manos de la justicia y tendrán que ver lo que hacen con ella. La quisimos dejar en stand by por todo lo que pueda ocurrir. Si nos la cargábamos, ya no teníamos manera física de volver a traerla en caso de necesidad o que nos apetezca volver a darle una vuelta de tuerca a todo esto.
--¿Cómo se siente al ser de nuevo Sofía?
--Echo de menos a Madame y estoy teniendo crisis de identidad estos días, pero lo importante es que la gente ha cogido cariño y empatía cuando antes no la entendían. Recibo muchos mensajes de personas que me dicen que han pasado por su proceso. Yo creo que todos hemos sido, somos o seremos Madame en algún momento de nuestras vidas. Igual que puedes ser Madame en un momento de tu vida, darte cuenta y volver a tu punto de partida, ella puede volver a salir en otro momento turbio y tendrás todo el derecho a volver a sacarla. Está bien estar mal, está bien no estar bien, pero lo que hay que hacer es ponerse en manos profesionales, identificarlo y, una vez más, volver a trabajarse para volver a arrestar a esa Madame, tener esa lucha interna, saber cuándo están empezando a ocurrir las cosas y no tener que caer en el abismo para estar golpeándote todo el rato.
--Quiere resaltar la importancia de acudir a profesionales de la salud mental.
--La sociedad siempre nos ha dicho que lo de estar mal no se lleva. Si a eso le sumas el rol de las redes sociales, de la vida idílica, de los filtros, la gente que nos dedicamos a las redes estamos haciendo un flaco favor a las próximas generaciones que, lejos de querer tener un trabajo o una vocación, se quieren dedicar a que parezca que su vida es perfecta. Y la vida no es eso. Creo que es importante que las influencers, más allá de hacer una colaboración programada, lleven también en el ADN lo que está detrás de la pantalla. Los seres humanos nos encargamos de diferenciarnos y segmentarnos tanto que a veces nos olvidamos de que estamos hechos de lo mismo y que, a unos más que a otros, nos pasan las mismas cosas. Yo siempre he tenido un sentido de la responsabilidad de ser influencer, pero con todas las de la ley. Tratar de ejercer un mensaje positivo a la gente que está creciendo contigo. Hay que tener una responsabilidad que no está pagada, por supuesto, pero que va dentro de los gajes de este oficio y de todo el que esté cara al público.
--¿Cómo se encuentra su gremio tras la pandemia?
--Poco a poco va remontando, pero lo ha pasado muy mal, como tantos otros. La cultura ha demostrado que es segura y nos lo hemos currado un montón. Yo entiendo que a priori hayamos estado a la cola en lo que es el orden de las prioridades de la recuperación de una pandemia, pero también tengo que defender que en el confinamiento fuimos nosotros quienes salimos a hacer nuestro trabajo gratis. Gente que no ha dudado ni un segundo de que su vocación y su profesión va más allá. Esa frase de “por amor al arte” creo que ha sido más que practicada en la pandemia. Espero que la gente que desde sus casas accedió a esa música gratis, ahora sean los primeros que compren una entrada. No tenemos que olvidarnos de que la música es necesaria porque sin ella nos volvemos locos. Más de lo que ya estamos.