Jorge Javier Vázquez está convaleciente por una laringitis aguda pero en activo. El silencio oral no se traduce en un silencio escrito y cuando todavía no lleva 10 días de reposo ha cargado contra Rocío Flores, Miguel Bosé y él mismo.
En la semana del lanzamiento de la autobiografía del cantante, el presentador se ha descargado contra él y asevera que no tiene “ningún interés en echarle un vistazo” a las memorias. “Es tal la repulsión que me produce el personaje que no me llama la atención lo que pueda contarme”, sentencia.
El peso del apellido
El conductor de Sálvame recuerda que Bosé está “acostumbrado a mirar por encima del hombro al resto de la humanidad”. Por un lado, no lo responsabiliza del todo, porque “el apellido Dominguín lleva implícita una carga de soberbia”; por el otro, recuerda que sus hermanas no son así ahora, mientras él es “uno de esos seres que todavía piensan: ‘Menos mal que he nacido’”.
Por si fuera poco, con la pandemia del coronavirus y su negacionismo “su actitud se ha recrudecido”, apunta. “Tacha de ignorantes a los que no están de acuerdo con su actitud”, recuerda.
Descalificaciones
JJ tampoco se queda corto con sus juicios contra él. Lo tilda de “cenutrio” y “coñazo supino”. Lamenta que “de poco le ha servido alternar con Picasso, Orson Welles o la madre que parió al demonio” porque considera que esa “vida apasionante” que ha tenido “no ha dejado ninguna huella en él”.
“Se ha empeñado en cargarse todo su posible legado y lo está haciendo a la perfección. Lo que antes nos parecía una carrera musical brillante, ahora empieza a resultar insoportable”, sentencia sobre el artista.
¿Sin interés?
Tampoco está muy a favor de la ambigüedad sexual con la que el intérprete de Sevilla ha jugado durante toda su carrera. Para Jorge Javier no es otra cosa que una muestra de “cobardía”. “Si no eres una persona con fuste --está claro que él no lo es--, se te acaban viendo las costuras”, apunta.
Tras todos estos juicios de valor no ve interés ni razón en la redacción, publicación y lectura de El hijo del capitán trueno --como se llama el libro--. Sobre todo, en su escritura. “¿Para qué? Mejor le hubiera venido invertir todo ese tiempo perdido en formarse mínimamente para dejar de soltar patochadas inmundas y perjudiciales”, concluye.