Nacho Guerreros (Calahorra, La Rioja, 1970) lleva años en la profesión y ha hecho de todo, sobre todo teatro. Eso no quita que desde 2005 se le conozca por sus papeles en Aquí no hay quien viva y La que se avecina. Un hecho que no le molesta.
El intérprete de Coque agradece el reconocimiento del público y apunta que la serie le ha permitido hacer muchas otras cosas que quiere hacer, es decir, teatro. Por el momento, del 6 de mayo al 6 de junio aterriza en el Teatro Infanta Isabel de Madrid con Juguetes rotos, una obra que le ha dado muchas alegrías.
Cultura y política
El montaje cuenta la historia de Mario y Dorín (Kike Guaza) tras un encuentro que les hace retrotraerse a su pasado y que despertará todos los fantasmas, traumas y vivencias. Un drama en toda su esencia, “pero con un final positivo”, subraya el actor.
Guerreros conversa con Crónica Directo sobre su pasión por su trabajo, el teatro, la televisión y su compromiso político con la cultura. Apartado de la cerveza, del tabaco y de Twitter, del que está tan desencantado como de la política, muestra su parte más reivindicativa pero sin un tono bronco, algo que reclama a los dirigentes públicos.
--Pregunta: ¿Cómo surgió el proyecto?
--Respuesta: Fue una idea mía hacer un monólogo, tras la publicación de un libro mío sobre el bullying. En esa época, estaba haciendo una obra de teatro, una comedia de Miguel Mihura, y rodando La que se avecina. Y quería volver al drama, que desde 2005, año en que estrené Event, no hacía. Llamé a Carolina Román, a quien ya conocía, y le dije que me gustaría hacer un monólogo de alguien que haya sufrido acoso, el que fuera, cuando era niño y los traumas que ello genera en la adultez. Iba fenomenal, empezamos a ensayar y un día vino Kike Guaza a los ensayos. Allí salieron un montón de cosas y tras eso llamé a Carolina para que dejara de ser un monólogo, y se puso manos a la obra para reestructurarlo todo. Cuando lo leí, vi que era un regalo para ambos. Escribió una historia muy profunda, muy real, muy dramática pero con un final completamente positivo, que es lo que deseaba. De esto hace casi cuatro años. La obra nos ha dado tantos premios a todos... A nosotros, como compañía, como Rokamboleskas, nos ha dado la oportunidad de trabajar fuera.
--¿Fuera? ¿Dónde?
--De lo que más contento estoy es que podamos ir de gira a México. Me gusta llevar nuestra marca España, nuestro teatro, nuestra cultura, adonde sea, pero a México me hace especial ilusión.
--O sea, que el salto del drama a la comedia fue un éxito.
--Fíjate, yo entré a formar parte de Aquí no hay quien viva porque estaba representando un drama en el teatro, Bent. Y luego quise volver a mis orígenes, porque yo siempre me veía como un actor dramático. Cuando estaba en la Escuela de Arte Dramático me vi como tal, porque idealizas. Luego la profesión nunca va por donde quieres ir. Pero este regreso al drama superó todas mis expectativas. Estrenamos en Avilés, vinimos al Teatro Español en 2018 y seguimos.
--Para quien no la conozca, ¿cómo describirías la obra?
--Esta es la historia de un chico trans que nace en un pueblo muy pequeño durante la dictadura franquista y tiene muchas represiones encima porque no está a gusto con el cuerpo en el que ha nacido. Él siempre se sintió niña, viaja a Barcelona, conoce a Dorín --que interpreta Guaza, que hace cuatro personajes, y yo hago a Mario y a su padre-- y no quiero hacer mucho spoiler. Pero toda la obra es un flashback.
--Regresa en plena polémica por la ley Trans.
--No me he enterado. ¿Qué ha pasado? No veo televisión, no veo noticias, me quité de Twitter, no veo absolutamente nada. Lo que me interesa es trabajar, hacer mi trabajo lo mejor posible, generar proyectos, trabajar con mi empresa y pagar impuestos a este país. Me interesa la política en el sentido de que a estos señores a los que les pagamos con dinero público velen por mis intereses y los de los míos. Dejó de interesarme esa política rastrera cuando se ven esos debates tan absurdos en los que no se dicen nada. Me interesa la política bien hecha.
--Esto es político y social. Hay algunas feministas que critican el proyecto de ley porque supone el borrado de las mujeres.
--No sé. ¿Quién soy yo para meterme en el cerebro del otro? Si uno se siente hombre, mujer o viceversa, ¿quién soy yo para decirte lo contrario? Estamos muy acostumbrados a marginar lo diferente, el “quien no piensa como yo no me interesa”. Afortunadamente, el mundo es diverso, es plural, cada uno es único en sí mismo y bienvenidas las diferencias. Me aburre que pensemos todos igual.
--¿Y qué le llevó a salir de Twitter?
--Esa red social es muy agresiva y me quité.
--De hecho, y ya que hablamos de bullying, ¿cree que las redes, con todo lo bueno que puedan tener, a veces perjudican esa lucha contra el acoso?
--¡Es que cómo vamos a acabar contra el acoso escolar y el maltrato infantil si estamos todo el día en Twitter viendo a adultos insultándose y diciéndose esas barbaridades! ¡Incluso a políticos! Es imposible. No interesa. Estamos en una era donde la mala educación creo que se premia. Me espanta.
--Usted mismo sufrió bullying, como contó en su libro
--Yo lo sufrí afortunadamente un año solo. Y digo afortunadamente porque hay quien lo vive durante toda su etapa escolar. Yo lo sufrí con 13 años y cuando fui adulto me atreví a contarlo. No por mí ni por ganar dinero, que en este país escribiendo sólo ganan dinero unos pocos. Yo el dinero que recibí lo doné a la fundación Anar. Lo hice porque, si había algún maltratador que me estuviera viendo y me siguiera, que supiese que lo estaba haciendo mal. Me interesa este libro para que lo lean los acosadores. ¡Qué pena que no lo hagan nunca! Mientras escribía el libro, desde la editorial nos contactó un acosador que quería dar su testimonio y finalmente se rajó. Porque el acosador, en el fondo, es cobarde. Qué casualidad que se acercaran víctimas y no acosadores (lanza con ironía).
--¿Fue catártico?
--Fue catártico lo del libro, porque hicimos una presentación brutal por muchos colegios y algunos confesaban por primera vez que habían sido víctimas. Se me acercó mucha gente: un señor en Logroño que se confesó que había sido acosador, una mujer en Pamplona a quien su hijo se le había suicidado. Yo eso, que soy un ciudadano normal, lo viví en mis propias carnes. ¿Dónde está la política en esos casos? ¿Dónde están los señores a los que les pagamos con dinero público para ayudar a esa gente? ¿Se han acercado a ellos o les van a hacer pasar por todos esos trámites burocráticos infernales donde no se soluciona prácticamente nada? Ahí es donde esa política de sillón no me interesa nada. Los políticos necesitan trabajar y trabajar para el pueblo, ¡que para eso los votamos!
--Ya que entramos en política, ¿cómo cree que se ha gestionado la pandemia a nivel cultural?
--No sé, porque es la primera vez que nos pasa. En París, los teatros y los gimnasios están cerrados y aquí podemos ir. Yo he podido recuperar una gira que se paralizó por la pandemia. En el teatro es imposible que te contagies. Ha sido muy duro para todos. ¿Cómo se ha gestionado la pandemia? ¡Yo qué sé! Si se hubieran puesto todos de acuerdo desde un primer momento, hubiese sido todo un poco más fácil, pero como son un coñazo...
--Pero le ha afectado entonces en el trabajo, dice.
--Mira, el 2020 es el año que más he trabajado en mi vida. Hice dos películas con todas las medidas de seguridad, me he hecho 500.000 PCR. Las clases de teatro las acondicionamos y vamos todos con mascarillas, no hubo ni un solo contagio. Que yo sepa, ni un solo contagiado en los gimnasios ni en los teatros.
--Se le ve muy apasionado con la cultura.
--Es que me gusta mucho mi trabajo.
--¿Qué lo llevó hacia aquí?
--No lo sé. Creo que es absolutamente vocacional. Yo quise ser, primero, presentador, luego, cantante y luego, actor. Nunca he querido ser otra cosa. Me hubiera gustado hacer Medicina, Periodismo. Pero viendo Los santos inocentes con 13 o 14 años decidí que quería ser actor y no he parado. Y cuanto más pasa el tiempo, más vocación tengo. Estos seis últimos años de mi vida he trabajado más que en toda mi carrera. He compaginado la serie con dos giras de teatro, he hecho temporada en Madrid, he impartido mis clases, he hecho en cinco años ocho o diez cortos, este año rodé dos películas y el pasado otras dos.
--¿Cómo tiene tiempo para vivir?
--No tengo vida social ahora mismo. Me gusta salir a comer, compartir un café con amigos. Como no fumo, no bebo alcohol y me quité la cerveza hace dos años, hago mucho deporte. Me gusta mucho. Hago crossfit y otras disciplinas. Me encanta y me encantaría competir.
--¿Es muy competitivo?
--Mucho, pero a lo mío, sin meterme ni desear mal a nadie. Nunca he tenido ningún mal rollo con nadie, excepto con dos directores, porque voy a lo mío y me motiva mucho trabajar y hacerlo fuera, por eso me fui el año pasado a París.
--Bueno, y ahora tiene gira en México.
--Sí, y tengo amigos en Francia, en París, donde tenía un proyecto, pero no sé si se va a hacer. Y seguir con La que se avecina y mi carrera aquí.
--¿Cree que se le ha encasillado con la serie?
--Quizá a la hora de hacer cine, que hay quien tiene reticencias, pero yo he demostrado que puedo hacer cualquier personaje. Lo he hecho en teatro, en cortos. Afortunadamente, ya me he quitado esa espinita y todo va fluyendo por otro camino.
--¿Qué cosas buenas y malas le ha dado?
--Tanto esta como Aquí no hay quien viva sólo me ha dado cosas buenas. ¿Malas? Si llamamos malo a que estés en un sitio y te mire todo el mundo y se te acerquen, a mí me encanta. ¿Buenas? Todo. He podido comprarme mi casa, montar mi productora de teatro, puedo dar trabajo a otra gente, he creado una empresa, viajar, hacer giras, elegir mis proyectos teatrales…
--¿Cree que la serie puede hacer que el público joven, al verlo en una obra pueda ir y sentir esa…?
--Pasa. De hecho, pasa con Juguetes rotos, no reconocen a ese actor como Coque porque es otra persona que se llama Mario y representa otra situación muy diferente a la de los vecinos. U otros personajes en cortos. Afortunadamente, la gente confía mucho en mí. He hecho innumerables cortometrajes y quiero hacer muchos más.
--¿No piensa, como a veces sucede, que volver al corto es un paso atrás?
--¡Qué dices! ¡Hay unos chavales que escriben que son impresionantes! ¡Y me encanta colaborar con ellos! Ahora mismo he tenido que decir que no a uno que me interesaba mucho, porque tengo todo el año cerrado. Yo agradezco mucho a todos ellos que piensen en mí y que ofrezcan personajes muy diferentes a los que están acostumbrados a ver. Agradezco que gente de 25, 30, 35 años me ofrezcan papeles que, igual, directores de mi generación no se atreven a darme.
--¿Qué referentes tuvo usted?
--Yo agradezco a mi madre, que era muy cinéfila, que me hiciera ver todas las películas en blanco y negro, de aquel cine del Hollywood clásico, el neorrealista italiano… Eso creó en mí un poso de curiosidad.
--Pero se siente más de teatro.
--El teatro me gusta muchísimo. El oficio del actor es el teatro puro y duro. Me da rabia que haya gente, joven sobre todo, que crea que es una disciplina menor cuando es la más difícil y la que exige más responsabilidad. Te tienes que poner delante de un público y hay que echarle valor. Interpretar un personaje y que el público que ha ido allí y ha pagado se lo crea a pies juntillas que esa persona no es un personaje, sino que es real.
--¿Y se atreve a dirigir?
--Es muy difícil y lo tienes que tener claro. Me gusta impartir clases, dirigir a chavales, pero de ahí a dirigir una obra, donde tienes que dominar el espacio escénico, la luz, la fotografía, el vestuario… no me atrevo, yo soy actor.
--¿Dramaturgia tampoco?
--Yo ya escribí un libro, pero era un libro tratado en primera persona, con testimonios y con una periodista, Sara Brun. Yo leo a cualquier autor y pienso: es muy complicado. Escribir es una de las disciplinas más difíciles que existen. Son oficios de picar piedra, artesanales. El actor es un artesano, un cuenta-historias y lo tenemos que hacer muy bien para que el público se lo crea. Lo mismo en la televisión: La que se avecina pretende hacer reír, pero también hacer pensar en cómo está la sociedad. Porque la serie es la sociedad elevada a la enésima potencia.
--Entonces, ¿proyectos de futuro?
--Tengo Juguetes rotos en Madrid, ahora. Lo encadenaré con una obra de Ignasi Vidal que se llama El caparazón de las tortugas, que protagonizo junto a Raquel Pérez y con una historia que me encanta de una familia con una hija con bastantes problemas, que también es un drama. En otoño-invierno continuaré con La que se avecina y todo lo que venga. Además de mis clases y cursos, que me encantan, porque me dan la oportunidad de recorrer España a través de las escuelas y ver el talento y la curiosidad de los chavales.