Jorge Javier Vázquez ha cambiado los gritos por la tecla, pero el efecto ha sido el mismo: cargar contra uno de sus colaboradores en Sálvame. Pero esta vez fuera del plató.
El catalán ha utilizado una vez más su es espacio en la revista Lecturas para afilar su pluma y dar rienda suelta a sus opiniones más feroces. Esta vez, la víctima elegida ha sido Antonio David Flores.
Todo perlas
Al ex de Rocío Carrasco le dedica todo tipo de calificativos: irresponsable, embaucador, malón, desvergonzado. Y eso que dice que no se encuentra entre sus enemigos.
Tras matizar que no le tiene una manía especial, le recuerda todo lo que no le gusta de él. Asegura que su busca enemigos donde no los hay “porque a él le viene muy bien echarle las culpas a alguien de un pasado desdichado, un presente incierto y un futuro desconcertante”. Es por eso que lo ve “poco responsable con su existencia”.
Ventilador
“Jamás reconocerá que es responsable de alguna de sus hostias más vitales, más sonadas”, destaca. Esto sumado a que apenas pide perdón por sus errores lo lleva a admitir que a días le produce ternura y otros “rechazo”. “No soporto que sea incapaz de decir de corazón que se ha equivocado”, concluye.
Por si ero fuera poco, JJ le achaca Antonio David una gran capacidad para repartir fallos y defectos cuando le salpican a él. Y hacerlo a discreción. “Cuando ve que la mierda empieza a salpicarle aplique la teoría del ventilador --mierda para todos-- y no haya cristiano que salga indemne”, subraya. “Es muy permisivo con los errores propios y durísimo con los ajenos”, concluye.
Pero... "me cae bien"
Tras estas hermosas palabras, el de Badalona asegura que “me cae bien”, pero por la extraña razón de que “todos los embaucadores tienen su punto”. Atribuye todas estas faltas al hecho de que la exguardia civil sufre el “síndrome del impostor”. Es decir, se siente afortunado por estar en la tele, pero teme que alguien lo desenmascare y se acabe todo.
“Entiendo que Antonio David, después de tantos años de ostracismo, debe estar sufriéndolo en todo su apogeo”, concluye. ¿Dónde están las palabras bonitas? Vendrían a ser estas: “Es malón, tiene olfato televisivo y la suficiente desvergüenza como para soltar auténticos misiles sin casi despeinarse”. Y eso que le cae bien.