Esta es la frase hecha en catalán más intraducible: te deja con la palabra en la boca
El catalán tiene una infinita lista de frases hechas que son únicas en Cataluña y no tienen una traducción al castellano: te traemos el ejemplo más claro
18 marzo, 2024 13:00Noticias relacionadas
La lengua catalana enriquece tanto histórica, como literaria y culturalmente, reflejando un tesoro lingüístico sobre la identidad y la tradición catalana en Cataluña. La coexistencia del catalán y el castellano en el territorio le da una diversidad y una riqueza cultural absoluta.
La diversidad de frases hechas aporta una perspectiva única a la comunicación, mejorando nuestra capacidad de expresión y comprensión del mundo que nos rodea. Pero… ¿Qué son las frases hechas? Te contamos todos los detalles.
Básicamente, son expresiones que tienen forma fija, sentido figurado y son de uso común por la mayoría de los hablantes de un mismo idioma. Anar-se’n en orris, a tort i a dret, fer calaix o tocar el dos son solo algunos ejemplos de la variedad que hay. A continuación te explicamos una de esas que forman parte de las más curiosas.
Esta es la frase hecha más intraducible del catalán
La riqueza lingüística nos permite descubrir que dichos hay muchos, pero nos vamos a centrar en el siguiente: “Quedar-se amb un pam de nas”, cuya traducción literal sería: “Quedarse con un palmo de narices”.
Es decir, tú estás teniendo una conversación animadamente con alguien y de repente se va dejándote con la palabra en la boca. Sobre todo se utiliza con los verbos dejar, quedar o restar. Y es, sin duda, una de las más utilizadas.
¿Cuál es el origen de esta frase hecha?
Según el libro de Joan Amades i Gelat titulado ‘La rondalla i el proverbi’ nos explica cuál es el origen de quedar-se amb un pam de nas. Dice que había una mujer muy vieja que vivía sola y que no tenía a nadie que le ayudara en los trabajos de la casa. Sin embargo, había tres cosas que le daban mucha angustia hacer: tener que ir a buscar agua a la fuente, tener que romper la leña para el fuego y tener que estirar el hilo cuando hilaba.
Un día, mientras llenaba las tinajas en la fuente con agua, saltó del chorro un bonito pez rojo. La mujercita se puso toda orgullosa al pensar que tendría una buena merienda. El pez le dijo: ‘No me mates y te concederé los tres dones que quieras pedirme’.
La mujercita, pensando en los tres trabajos que más le angustiaban, le pidió que las tinajas fueran y vinieran solas de la fuente y que en cuanto diera a un objeto, se rompieran y se estiraran un palmo. El pez le concedió lo que pedía y desapareció por la fuente. Entonces, cuando las tinajas estuvieron llenas, se fueron solas a casa y en medio de la gran admiración de la viejita, se dio un golpe en el muslo. Como había pedido que cosa que tocara se rompiera en el acto, se le rompió su muslo.
Al ver la desgracia, la mujer empezó a llorar: unas lágrimas le rodaron por la cara y una se le puso en la punta de su nariz de gancho. La mujer, para secársela, se la tocó, y, tal y como le había concedido el pez, le creció enseguida un palmo. Si hubiera pedido que se rompiera la leña en el momento de golpearla, habría tenido más alegría de la que tuvo por desgracia.