Los pintores inspirados por la belleza natural de los pueblos son varios. Cataluña y sus gentes enamoraron a personajes como Gaudí, Miró o Picasso, pero también a artistas extranjeros que quedaron atrapados por los colores que vieron.
Uno de estos pintores fue Chagall que tras un verano en Tossa de Mar no sólo repitió, sino que donó a la población una de sus más bellos cuadros, impregnados por el celeste del Mediterráneo.
Un violinista en Tossa
La obra en cuestión es El violinista celeste, una de sus obras más personales. En ella se ve, como es habitual en él, a un músico alegre volando y musicalizando un poblado que evoca a Vitebsk, su pueblo natal.
La parte que la conecta por eso con Tossa, es el de las ventanas, con unas puertas de un azul muy característico de este pueblo Mediterráneo. No en vano, allí estuvo los veranos de 1933 y 1934. De ahí, la inspiración y el regalo a la localidad. Un pueblo que enamoró a él, a Kylie Minogue, Elizabeth Taylor y Ava Gardner.
Rincones con encanto (e historia)
Con un valor arquitectónico sobresaliente, Tossa de Mar alberga el único ejemplo de una población medieval fortificada en la costa catalana: la Vila Vella, reconocida como Monumento Histórico Artístico debido a su enorme significado histórico.
Dentro del recinto, se descubre una pintoresca trama de callejones estrechos, adoquines en el suelo y una arquitectura encantadora. Destaca la antigua iglesia de Sant Vicenç, edificada en el siglo XV con un estilo gótico tardío.
Un castillo icónico
Allí, además de esta fortificación, se ubica también el castillo que salvaguarda al municipio y a sus hermosas playas, escenario de la película Pandora y el holandés errante. Este castillo, erigido a comienzos del siglo XIII con el propósito de proteger a los habitantes de los frecuentes ataques de piratas, ha logrado mantener prácticamente intacto su perímetro original de murallas almenadas. Estas estructuras se extienden majestuosamente sobre una prominente formación rocosa.
A los muros se suman siete torres, tres de ellas cilíndricas. La más destacada de todas ellas es la Torre d’en Joanàs, que domina la bahía de Tossa; la Torre de las Horas, ubicada justo en la entrada del patio de armas; y la Torre d’es Codolar o del Homenaje, que se alza junto al antiguo Palacio del Batlle, actualmente sede del Museo Municipal. Esta última posee una característica singular: preside la Cala es Codolar, una pequeña playa a la que solo se puede acceder desde el recinto amurallado.
El azul de las playas
Pero si algo de ello se puede ver en El violinista celeste de Chagall es, precisamente, el azul del mar. La playa Grande es, directamente, de postal. 370 metros de largo y 80 de ancho con un paseo marítimo al fondo repleto de tiendas y restaurantes para todos los gustos. Claro que Cala Pola le empieza a hacer sombra. Aunque esté a cinco kilómetros, llegar hasta allí por el camí de ronda es enamorarse del litoral catalán.
Luego, uno puede continuar hacia el norte y dar con la Cala Giverola o incluso dar unos pasitos más para dar con el espacio naturista de la cala Futadera o sur hasta la cala del Senyor Ramón, una estrecha lengua de arena en medio de unos elevados acantilados que fascinan. Si se quiere pasear menos, al sur hacia las calas Llevado o Es Codolar, ideal para el snorkel.
Inspiración y vida
Antes de todas esas actividades, lo que había en Tossa era sinónimo de tranquilidad y una vida de pescadores que atrapó a Chagall. Tanto como para dejar allí uno de sus cuadros más importantes. El violinista celeste, optimista y fantasioso, es una gran representación de sus sueños y de sus deseos para un mundo en guerra. Judío de origen ruso, viaja a París para impregnarse de las vanguardias de principios del siglo XX, pero regresa rápidamente a la Rusia de la revolución, comprometido con la causa. Poco después, en 1923, quedaría desencantado de las derivas políticas en la que desembocó la lucha bolchevique.
Regresado a París, pronto observaría la tensión de entreguerras, de las que se evadió en la España republicana durante dos veranos. Poco después, se vería obligado a escapar a Estados Unidos cuando los nazis ocuparon Francia.
Chagall también en Barcelona
A pesar de todo, sus cuadros no son oscuros. Al contrario, prefiere centrarse en esos sueños y fábulas felices, en la posibilidad de una vida luminosa, colorida, en el que el ser humano pueda disfrutar del amor, las fiestas y su tierra. Aquella que tantas veces sintió como propia y de la que tuvo que huir.
Vitebsk siempre estuvo en su imaginario, era su refugio de infancia, el lugar donde fue feliz. El violinista celeste, la obra cedida a Tossa es sólo una muestra, pero si se quiere profundizar más y ver más representaciones de ello, el Palau Martorell de Barcelona, reúne 60 cuadros en una exposición que se puede visitar hasta el 24 de marzo.