Cuando pensamos en arquitectura de primer nivel, solemos acordarnos solo de los principales nombres. Pero más allá de Gaudí y Domènech i Montaner, hay mucha más vida.
Además, una de las particularidades de la arquitectura modernista es que dotó de belleza a edificios funcionales, con lo que ciudades enteras, como Barcelona, parecen estar decoradas por este estilo que mezclaba naturaleza y funcionalidad para crear sus bellísimos diseños.
Entre los tesoros ocultos del modernismo catalán, hay uno que destaca por lo desapercibido que pasa. Cada día, centenares de personas, sino miles, pasan por allí y hacen uso de sus instalaciones. En cambio, no saben que están bajo una pieza única.
Herencia modernista
En la capital del Garraf, Vilanova y la Geltrú no Sitges, hay un edificio en cuestión que destaca por sus vidrieras, sus azulejos y su estructura. Su creador es Jeroni Granell i Manresa, un reconocido arquitecto que en 1881, creó una pieza modernista única y útil.
A pesar de que para muchos es sólo la estación de Vilanova, este edificio es toda una joya modernista. Sólo hace falta contemplar las vidrieras elevadas y estrechas, propias de la época que dejan pasar la luz a las tres plantas de este edificio con acabados de hierro forjado.
Relevante a nivel nacional
La estación de Vilanova y la Geltrú, que puede ser menos impresionante que otras como la de Portbou, es un referente arquitectónico y fue usado como modelo de muchas estaciones. Sus grandes dimensiones, además, son reflejo de la importancia que tenía una ciudad como la de Vilanova que, incluso a día de hoy, es estación de origen y destino de Rodalies.
El ferrocarril siempre ha sido un transporte clave en el mundo. Desde la construcción de la primera línea en España, la de Mataró-Barcelona, se empezó a extender por doquier. La llegada de esta nueva máquina supuso una revolución y muchas de sus estaciones dan fe de su importancia. Una de ellas es Vilanova, pero hay más. Destacamos aquí dos de ellas.
Mítica estación de paso
Podríamos decir que esta estación tiene 10 años y casi un siglo de historia a la vez. Y no mentiríamos. Fue el año 2003 cuando este apeadero se rebautizó con el nombre de Lleida-Pirineus para la llegada del AVE. Pero en realidad, su estructura original, que todavía se mantiene (aunque ampliada) es de 1927.
Los Pirineos están lejos, sí, a 180 kilómetros, porque los trenes llegan al centro de esta capital y se necesita vehículo propio o autobús para llegar a las montañas. De todos modos, merece bajarse o acercarse para contemplar los elementos modernistas que cubren los andenes, con una estructura de hierro curvado, adornado con cristales para estar a resguardo de las lluvias y el frío. También merece la pena salir a la remodelada Plaza Ramón Berenguer y contemplar como la fachada del edificio comulga y se integra en el paisaje urbano de la ciudad y atravesar su diáfano vestíbulo de elevados techos.
Otros referentes: la Estación de Francia
Esta tiene un nombre que lleva a confusión, pero que, como muchos saben, está ubicada en Barcelona. Al lado, además de varios lugares turísticos. Enfrente, el barrio del Born; al lado, el parque de la Ciutadella con el Parlament de Catalunya y el Zoo de Barcelona; y a las espaldas el barrio de pescadores de La Barceloneta y el Mediterráneo.
¿Y la estación? Es increíble. Majestuosa. Con sus grandes dimensiones, llega a tener 13 andenes cubiertos por una enorme estructura de hierro, una doble marquesina de más de 200 metros de largo. Pero si esto impresiona, su vestíbulo es digno de un palacio.
Diseñada para la exposición universal de 1929, la Estació de França recibe al viajero en un vestíbulo de estilo novecentista con una ornamentación de lujo que combina el mármol y bronce. Todo al gusto de la burguesía de aquella época. A muchos les recuerda a la estación de Orsay de París, ahora, constituida como museo. Será por algo.