Hay pueblos que tienen su gracia, no sólo por lo encantadores y particulares que son y que les hacen tener su magia, también por sus nombres. Entre originales, tradicionales y simpáticos, están cargados de historia que da explicación al topónimo.
Más allá de la pronunciación de ciertos nombres (Castellfollit de la Roca, Platja d’Aro…), en Cataluña se esconden pequeños tesoros lingüísticos que despiertan la curiosidad e incluso la risa picarona. Sin que nadie se ofenda por ella, hay siete pueblos que merece la pena explorar por cómo se llaman y por aquello que esconden
Espolla
En lo alto de la lista de nombres que provocan una sonrisa se encuentra Espolla. Con sus 425 residentes, este encantador pueblo no solo disfruta de un entorno privilegiado, sino que también lleva con orgullo un nombre que continúa generando bromas ligeras. Sus calles resuenan con risas, demostrando que la alegría es parte integral de la vida en el municipio.
Ultramort
A pesar de sus modestos 214 habitantes, Ultramort desafía la sugerencia sombría de su nombre. Con referencias que se remontan a 1046, los historiadores exploran dos posibles raíces: la obvia y la que alude a su origen. Ultramort podría traducirse como "lugar más allá de las aguas muertas", que es lo que significaba en latín, pero la vitalidad de la comunidad contradice cualquier insinuación funesta.
L'Ampolla
Viajando al sur de Cataluña, nos encontramos con L'Ampolla, un pintoresco pueblo costero en Baix Ebre. A pesar de su nombre, que evoca una botella, su belleza radica en las playas impresionantes y el abrazo del mar. Aquí, la realidad supera la expectativa.
Porrera
Más allá de Lluís Llach, Porrera no solo es conocida por su peculiar nombre, sino también por su famoso reloj solar y su participación en la Guerra de Sucesión. Este pequeño rincón guarda historias que se entrelazan con su identidad, haciendo que su nombre sea solo el comienzo de una fascinante narrativa.
La Pera
Pequeño, encantador y con un nombre que invita a la imaginación, La Pera no solo alude a la fruta, sino a una piedra en la cima del pueblo. Aunque su castillo fue adquirido por el legendario Salvador Dalí, la verdadera joya está en sus tesoros excepcionales y la historia que yace entre sus calles.
Madremanya
En Girona, Madremanya desafía las expectativas y no tiene nada que ver con "madres aragonesas". En el siglo XIII, este pueblo contaba con su propia "universidad", referente a los jefes de familia que se reunían en la plaza. Un nombre que esconde capítulos intrigantes de la historia catalana.