Plaza de Verdú

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Curiosidades

Así es el municipio medieval encantador de Cataluña donde la cerámica es la protagonista

Te resumimos las maravillas de este precioso pueblo medieval situado en Lleida y uno de los grandes escondites de Cataluña 

8 enero, 2024 09:01

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En el sureste de la provincia de Lleida, donde convergen las tierras tarraconenses y barcelonesas con las leridanas, se revela una comarca con un legado histórico sólido.

L'Urgell, portadora de la tradición de uno de los condados catalanes más antiguos, atrae tanto a locales como a visitantes con su auténtico carácter rural. Aunque aún poco conocida, esta comarca emerge con fuerza para impresionarnos con sus pueblos auténticos, paisajes encantadores y un ritmo sosegado que invita a explorar sus detalles, revelando gradualmente su atractivo.

Uno de esos encantadores pueblos es Verdú, un fiel reflejo del carácter medieval que caracteriza a muchas poblaciones de la zona. Este pueblo es uno de los últimos bastiones de la cerámica negra en la Península Ibérica, representando una técnica y cultura milenaria en peligro de extinción.

Los encantos de Verdú

A escasos seis kilómetros de Tàrrega, la capital comarcal de l’Urgell, se encuentra Verdú, a orillas del río Cercavins. Hace casi mil años, este sector pasó a manos cristianas tras la conquista de Ramón Berenguer I.

Tanto a un lado como al otro de este río, la influencia de la viticultura es innegable: colinas extensas cubiertas de viñedos crean un escenario geométrico y poético enmarcado en la denominación de origen Costers del Segre. Los vinos finos de las bodegas locales se han convertido en un símbolo de esta comarca, llegando hasta los dominios del valle del río Corb.

La torre del castillo de Verdú, alta y esbelta, se divisa desde lejos, sirviendo como punto de referencia para adentrarse en el núcleo de casas. Desde la plaza Mayor, el arco del Portal de Guimerà, antigua entrada al núcleo amurallado de la villa, conduce a la calle de Sant Pere Claver, oriundo del lugar y patrón de los jesuitas catalanes.

Desde aquí, se llega a la fortaleza, que ha resistido los siglos y su posición en esta antigua tierra fronteriza. Su conservación se debe, en parte, a su continua habitación a lo largo de la historia. Primero por los señores feudales, más tarde como residencia abacial de Poblet, y luego, después de la desamortización, como viviendas privadas.

Atardecer en Verdú

Atardecer en Verdú

La subida a la torre es una experiencia imperdible. Desde la base, al pasar por su pequeña puerta de madera y dejar atrás el espacio que antes ocupaba una mazmorra, se percibe su singularidad mientras se suben las escaleras. Desde la cima, las vistas recompensan el esfuerzo con imágenes de los campos y tejados de las casas, destacando la austera iglesia de Santa María.

La identidad ceramista de Verdú

Sin embargo, más allá del patrimonio arquitectónico de Verdú, no puede pasar por alto su identidad ceramista. El barro es esencial en la vida de este pueblo. Este material noble, fruto de la combinación de agua y arcilla, ha sido ennoblecido a lo largo del tiempo por los artesanos dedicados al oficio, convirtiéndose en parte integral de la cultura local.

La relación entre la cerámica y la identidad en Verdú es evidente al recorrer sus calles. Los murales que decoran las paredes de lugares cotidianos como la farmacia o la carnicería muestran esta conexión. Las obras de ceramistas como Enric Orobitg y Magí Sambola, junto con el músico Eduard Boleda, sorprenden por su valor artístico y cuentan una parte de la cultura local.

También, son llamativos los "pica-timbres", figuras humanas de cerámica que adornan la entrada de muchas casas, convirtiendo un paseo en una búsqueda de estas manifestaciones del trabajo con el barro.

No es sorprendente que Verdú sea una destacada Zona de Interés Artesanal de Cataluña, debido a su larga tradición alfarera y su importancia en la cerámica negra. Este estilo de cerámica, con una técnica que se remonta a miles de años, es distintivo del lugar, especialmente los famosos botijos o sillons.

La cerámica negra se produce mediante una cocción especial en la que el horno carece de oxígeno a temperaturas cercanas a los 900 grados. Esto provoca cambios químicos en las piezas y un efecto ahumado que oscurece el barro, con manchas grisáceas en los puntos de contacto. Esta técnica ancestral brinda durabilidad, dureza y una porosidad particular al material.

Verdú es uno de los pocos lugares en la Península donde aún se fabrican piezas con esta técnica, junto con algunas poblaciones de Cataluña y Asturias. Los sillons, los càntirs o botijos tradicionales, son representativos de la cerámica negra en Verdú y han dado renombre a esta localidad en el ámbito artesanal.

Los caminos antiguos que conducen a la población invitan a explorar el entramado medieval y descubrir las huellas de los antiguos talleres. Son pocos los que mantienen viva esta tradición y, solo uno de ellos, el taller de Roca Caus, cuenta con sucesores.

Cerámica negra

Cerámica negra Pexel