El pasado nos revela grandes cosas de nosotros mismos. También las ruinas del mismo. Así es como se encuentra uno de los principales símbolos de la burguesía catalana de finales del siglo XIX y principios del XX.
Situado dentro de los límites de Sant Cugat del Vallés, en 1898 abría Gran Hotel Restaurant de la Rabassada, una de las joyas arquitectónicas más espectaculares de la época. Decorado por Edmon Lechavallier Chevignard, rápidamente se convirtió en lugar de encuentro de la clase alta catalana, pero también acudían allí artistas e incluso famosos que pasaban por Barcelona. Y es que su proximidad a la ciudad condal lo hacían ideal.
Reforma espectacular
El éxito fue tal que cada vez se instalaron más viviendas y servicios allí. Entre ellos destaca el increíble parque de atracciones que dinamizó todavía más la zona. Por eso, entrado ya el nuevo siglo, sus responsables decidieron hacer una renovación completa.
Manteniendo parte de la estructura, construyeron grandes miradores, escaleras majestuosas y equiparon el hotel con un jardín botánico con ejemplares exóticos de la India y China, y un tremendo casino acompañado. Incluso se construyó una montaña rusa de 2km y 25 metros de desnivel y algunos túneles.
Inauguración de lujo
Lujo, dinero y diversión era el atractivo del Casino de la Rabassada, inaugurado así por todo lo alto en 1911. Hasta allí se desplazaron políticos, diputados de las cortes y gente de la burguesía que se acercó en coche e incluso en tranvía (aunque sufrió alguna avería).
Todo estaba preparado para el éxito, pero el 30 de mayo del 1912, el presidente del Gobierno, José Canalejas, decretó la prohibición del juego. Ese fue el principio del fin. El atractivo principal del lugar se fue apagando.
El golpe de Primo de Rivera y la guerra
De poco sirvieron las propuestas de Joan Meunier i Monin, que se hizo con la propiedad, de reabrir las instalaciones del jardín y el parque de atracciones. El restaurante también se mantuvo, pero la alta sociedad catalana cada vez perdía más interés.
La dictadura de Primo de Rivera asestó la última estocada a las instalaciones que, en 1930 clausuraba definitivamente. La última vez que alguien entró allí fue durante la Guerra Civil, cuando muchos ciudadanos usaron el edificio de refugio, mientras el hotel servía como cuartel.
Franco y la ruina final
Con la llegada de Franco, lo que era un edificio abandonado se convirtió en puras ruinas. En 1940, el dictador ordenó la demolición de todas las instalaciones. Sólo quedaron en pie algunas paredes, columnas, túneles y alguna estatua. De las escalinatas y otras partes del edificio, sólo se aprecian algunos fragmentos. Ruinas.
La entrada a las instalaciones está prohibida. Desde la carretera de la Rabassada se puede ver el cartel que avisa de la deplorable situación del casino. Entrar supone un riesgo, hay un bosque frondoso que parece no llevar a ningún sitio, hasta que se aparece parte del mirador, los pilares que sujetaban un arco de la montaña rusa y poco más.
Cómo llegar
Llegar hasta allí supone todo un riesgo, conocer su ubicación es fácil. Google mismo ofrece la ubicación de las ruinas. Se trata de ir por la carretera de la Rabassada desde Barcelona en dirección al Tibidabo y, en la desviación hacia el parque de atracciones, seguir en dirección Sant Cugat. Un kilómetro y medio después, lo que queda de la puerta principal se aparece a la derecha.
Los más valientes se han atrevido a entrar. Crónica Directo recomienda no hacerlo. El terreno y el estado de las ruinas lo hacen peligroso. Este viaje al pasado de la burguesía catalana es mejor revivirlo por escrito o en fotos.