Una lengua roja y fina, los ojos bien rojos y un pelo negro azabache que resalta la oscuridad de este ser. Así son los Dip, los perros vampiro que atemorizaron durante años a un pueblo de Cataluña. Claro que años después le da el nombre e imagen a su escudo.
La leyenda cuenta que estos animales eran hijos del infierno. Adquirían todo tipo de formas, se comía y destrozaba el ganado e incluso se bebían la sangre de sus víctimas.
En medio del bosque
El pueblo en varias ocasiones quiso acabar con ellos, pero nunca consiguió cazar a ninguno. Eso no quita que no los vieran. Los calificaban de perros endemoniados, de aspecto amenazante. El terror de esta región de Cataluña en pleno siglo XIX.
Situado a media hora de Tarragona, a la entrada del parque natural de Llaberia, Pratdip vive con este pasado a sus espaldas. Una historia que ha quedado por escrito y ha sido protagonista de diferentes obras literarias de prestigio.
Los Dip en la literatura
El libro más conocido de todos es Les històries naturals, de Juan Perucho. Allí, el protagonista investiga a Onofre de Dip, un caballero vampiro que tiene la capacidad de convertirse en diferentes animales. Lo mismo que le sucede a los perros de este prado tarraconense.
Un poco más light y menos violentos son los libros infantiles de Antonia Cugat y Eva Sánchez, El poblet dels Dips y Dip: más allá de la oscuridad, respectivamente. Claro que aquí ya eran los perros que conoce el resto del pueblo.
La literatura y los perros vampiro
La literatura y la tradición oral no han sido los únicos en dejar constancia de la existencia de estos seres malignos. La iglesia de Pratdip conserva el retablo de Santa Maria, una obra de arte de 1602 en el que aparece curiosamente un perro negro, maligno y feroz. “Más próximo al diablo que a la fe”, según reza la descripción que hace de esta figura el Ayuntamiento.
Visto con el tiempo, aseguran que, a pesar de que este mismo cuadro contribuyó a hacer más grande la leyenda, el objetivo era otro: dar una imagen de normalidad, para que el pueblo dejara de atemorizarse ante la presencia de canes.
Leyenda grabada a fuego
Sean los libros, la pintura o la leyenda. Lo cierto es que, por un lado, los Dip parecieron desaparecer sin saber la razón a partir del siglo XIX. Por otro, que se han convertido en el emblema del municipio en muchos sentidos.
El nombre de la localidad ya habla mucho. Pratdip no es otra cosa que el prado de los Dip. Un prado en el que, ahora mismo, existe una escultura de estos particulares perros vampiro. Un pueblo en cuyo escudo aparece este cánido de color negro.
Pratdip, más allá de los canes
Pero atención. Porque hay más. Pratdip no sólo es un pueblo de leyenda. Más allá de los misteriosos canes nocturnos, esta población al sur de Tarragona despliega otros encantos notables. Destaca por encima de todo el imponente castillo que se alza majestuosamente sobre la colina, proporcionando vistas panorámicas de todo el prado. A pesar de que sólo se conservan las ruinas del siglo XII, aún persisten muros que permiten entrever la grandeza que alguna vez fue.
Más allá de este rincón a las afueras, este municipio tiene encanto en cada rincón. Sus calles empedradas adornadas con elegantes arcos, dejan entrever su pasado medieval. La conservación de los lavaderos no deja de ser un testimonio de un pasado no tan lejano en el que la tecnología no era presente. La percepción de un tiempo suspendido se manifiesta en cada esquina. Porque Pratdip es leyenda y tradición.