Pintura de Jaume I

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Curiosidades

La misteriosa historia del rey catalán con dos cabezas

Una investigación en el monasterio de Poblet sacó a la luz una historia llena de misterios y saqueos

27 octubre, 2023 17:51

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El monasterio de Poblet es un lugar muy popular en Cataluña. El mayor templo de la ruta del Císter conserva allí los restos del rey Jaume I, un monarca muy querido por los catalanes, pero cuya historia está salpicada por un hecho inesperado. ¿Tiene dos cabezas?

Una investigación de la momia del rey de Aragón y Cataluña descubrió que los restos del conquistador de Valencia y Mallorca tenía dos cabezas. La causa: la desamortización de Mendizábal.

Viajes post mortem   

Es de sobra conocido que, durante la Guerra de Independencia Española, en 1809, su sepulcro fue saqueado por las tropas napoleónicas. Los destrozos fueron de tal calibre que años más tardes se encontraron restos de su cuerpo por el monasterio, donde se enterró en 1278, dos años después de su muerte.

Anteriormente, el cuerpo estuvo dos años en la catedral de Valencia y unos años después de la conquista de Napoleón fue traslado hasta la catedral de Tarragona. La momia de Jaume I, tuvo que esperar a que, paradójicamente, Franco cumpliera con su voluntad: ser enterrado en el monasterio.

Catedral de Valencia

Catedral de Valencia EFE

Saqueos históricos 

Cuando se abrió la tumba del Conquistador durante los trabajos de identificación del príncipe de Viana, se hallaron que entre medio de tanto viaje apareció una segunda cabeza en el cuerpo real. ¿Qué pasó?

Los investigadores revelaron que las causas de los posibles cambios derivan de los acontecimientos producidos a consecuencia de la desamortización de bienes eclesiásticos de Mendizábal.

Estudios de ADN 

Los informes detallan que el en 1837, tras el asalto napoleónico, se produjo en Poblet la profanación de las tumbas, y la dispersión por los suelos de los restos de los monarcas y de los nobles allí sepultados, con lo que, al volver a reunir los restos, se han producido diversos errores, que ponen en entredicho la autenticidad de varias de los supuestos "restos reales". Ahora, utilizando nuevas tecnologías, especialmente con los conocimientos de ADN, se pretende autentificar los restos.

Tras las profanaciones en el año 1837 y quedar dispersos muchos de los restos de las tumbas reales, el párroco de L'Espluga de Francolí los recogió en sacos y los guardó en la sacristía. En el año 1844, al crearse la Comisión de Monumentos de la provincia de Tarragona, se encargó de la conservación de las ruinas del monasterio de Poblet y trató de recuperar los restos de los monarcas.

Fachada de la catedral de Tarragona

Fachada de la catedral de Tarragona

Confusión inicial

Tales restos estaban mezclados. Los sacaron de los sacos y los colocaron en una caja de unos dos metros de longitud que fue enviada a la catedral de Tarragona y quedó bajo la custodia del capítulo catedralicio.

Una de las momias sobresalía de las restantes por su dimensión, por lo que arqueólogo Hernández Sanahuja la identificó como la de Jaime I el Conquistador, ya que, según el cronista de la época, Desclot, el rey era un palmo más alto que los más altos de su tiempo.

Problemas de identificación 

Por otro lado, el vestido de tal momia era el del Císter, y en el momento en que el rey murió era monje profeso del Poblet. Ello llevó a la conclusión de que era la de Jaime I, y nadie puso en cuestión tal atribución.

Mientras parece que la identificación del cuerpo no era difícil, dadas las características antes citadas, la de la cabeza, cuyo cráneo no estaba junto al resto del cuerpo, era más complicado determinarla, ya que había diversos cráneos.

El monasterio de Poblet en una imagen de archivo / MONASTERIO DE POBLET

El monasterio de Poblet en una imagen de archivo / MONASTERIO DE POBLET

Repaso de la historia 

Según los historiadores y expertos, Hernández Sanahuja se basó en que, según la Crónica del rei En Jaume, este rey sufrió la herida de una flecha en la cabeza, en la sien, durante el asedio de Valencia. Tal flecha incluso atravesó el casco. Por ello, dicho arqueólogo atribuyó que el cráneo verdadero era uno que tenía una gran cicatriz en la frente, con lo que puso este cráneo junto al resto del cuerpo, dentro de la capucha cisterciense.

Cuando las instituciones del patrimonio y la Comisión de Monumentos tuvieron conocimiento de que se habían identificado los restos íntegros de tan importante monarca decidieron dar una tumba digna al gran rey, y fue la ciudad de Tarragona la encargada de guardar sus restos, hasta que fueran trasladados a un lugar digno, al tiempo que se evitaran nuevas profanaciones.

Repaso de los hechos 

Incluso se construyó un sepulcro en el interior de la catedral de Tarragona, para el cual fueron aprovechados diversos fragmentos de las destrozadas tumbas de Poblet.

Es de señalar que en una visita del rey Alfonso XIII a Tarragona incluso fue levantada la losa de la tumba de la catedral y el monarca pudo contemplar la momia de Jaume I el Conquistador, y se comentó precisamente la enorme cicatriz de la frente.

Tumba de Jaume I

Tumba de Jaume I

La cicatriz clave 

Cuando Poblet fue reconstruido y ya habitaban en él los monjes, se decidió que los restos de los Reyes de la Corona de Aragón fueran allí trasladados de nuevo. Cuando los expertos volvieron a ver la momia de Jaume I, y la gran cicatriz en la frente del cráneo allí colocado entendieron que una cicatriz tan enorme no podía ser consecuencia de una flecha lanzada por una ballesta y que hubiera atravesado el yelmo, con lo que volvieron a buscar entre los cráneos restantes y encontraron otro que tenía una cicatriz menor en la sien, y que podría haberse cicatrizado en vida. Pensaron que sería ésta la verdadera cabeza del rey conquistador.

Aunque pareció que el cráneo verdadero sería el segundo, no se atrevieron a cambiarlas, por lo que colocaron las dos cabezas en el sepulcro y así han estado medio siglo. Por ello hay dos cabezas en la tumba, y los estudios con modernas tecnologías, especialmente con la investigación del ADN, han de determinar cuál es la auténtica.