Cuando uno decide visitar las diferentes bodegas del Penedès puede verse sorprendido por un monumento que parece fuera de lugar. Pasada Vilafranca y Santa Margarida i els Monjos, una vez superadas las vías del AVE, en la distancia se ve un edificio que puede resultar familiar.
Si uno no tuviera claro que se encuentra en Cataluña, pensaría que ha llegado a Sevilla y se encuentra frente a la mismísima Giralda. Vale la pena acercarse para comprobar que, aunque el cartel de bienvenida diga que se ha llegado a L’Arboç, ese campanario es igualito al patrimonio de la Humanidad hispalense.
Dos versiones
Obviamente, las dimensiones no son exactamente las mismas, pero la arquitectura y detalles decorativos son casi exactos. ¿Qué ha pasado allí? ¿Qué relación tiene la tierra de los vinos con la ciudad con olor azahar? Hay dos versiones.
La más extendida cuenta que una pareja de andaluces, migrados desde el sur para buscarse la vida en Cataluña, echaba de menos Sevilla. Para combatir la morriña y, aprovechando su solvencia económica, decidieron que llevarían a su ciudad no sólo en su corazón, también al mismísimo Penedès.
Morriña andaluza
Dicho y hecho. Ocupados como estaban haciendo negocios, no se veían con fuerzas de viajar cada año a Andalucía, así que mandaron construir una réplica exacta, pero de menos dimensiones, para poderla ver cada día. Y ya se sabe, el dinero no da la felicidad, pero sí ayuda a consolarse con una Giralda en tu pueblo.
La idea queda muy bonita y, viendo las excentricidades que hacen algunos famosos con su dinero, es tan posible que se da por buena. En realidad, la historia es bastante diferente, pero también tiene algo de amor por este increíble monumento.
Herencia de 'las Indias'
Joan Roquer i Marí y Candelaria Negravernis eran un matrimonio con posibles a finales del siglo XIX. El tío de ella era un indiano que se hizo rico al otro lado del charco y tras su muerte, en 1886 se lo dejó todo a su sobrina. El matrimonio supo muy bien qué hacer con todo eso.
Residentes en Barcelona, Roquer y Negravernis decidieron invertir en equipamientos culturales. La más conocida de todas se mantiene todavía en pie en la capital catalana, es el Teatre Romea. Claro, que tampoco dudaron en montar otro escenario en su tierra natal, el Teatro Arbosense.
Viajes inspiradores
Con la vida casi solucionada gracias a la herencia y a sus buenas inversiones, no se estaban de escaparse de viaje. En su primer viaje de novios fueron a Sevilla y quedaron prendados de su belleza. Repitieron varias veces por tierras andaluzas y, ya sea por traer algo de eso a su pueblo o puramente por capricho, en 1898 adquirieron unos terrenos para hacer su sueño realidad.
Poco después ordenaron construir una réplica de La Giralda en L’Arboç. Y así fue. En 1908, este pueblo de Tarragona tuvo su propio monumento de 52 metros de altura y sus arcos de herradura, lobulados y arabescos. Las fotografías de sus viajes sirvieron de referencia.
Orden y legado
El éxito fue absoluto. La Giralda catalana es uno de los principales atractivos de este municipio. El más vistoso. Y cuando uno se acerca descubre que hay muchos más. En los alrededores de este falso campanario, hay una réplica del Salón de los Embajadores de los Reales Alcázares de Sevilla y del patio de los leones de La Alhambra.
Una vez más, los caprichos y deseos de una persona rica se convirtieron el legado que ahora, siglos después, disfruta el pueblo. Previo pago de 10 euros por persona.