Muchos fueron con el colegio, a otros les suena su nombre de la vez que Pepe Rubianes lo mencionó en uno de sus populares monólogos, pero lo cierto es que pocos saben de este monasterio situado entre cascadas que se encuentra a 50km de Barcelona.
En medio del Espacio Natural de Cingles de Bertí, se encuentra una iglesia troglodita, cuyas referencias remontan al año 878, claro que no fue hasta un siglo después que los condes de Barcelona Ramon Borrell y Ermessenda donaron a Gombau de Besora y a su esposa Guilla el alodio para que construyeran el monasterio de Sant Miquel del Fai.
Entrada gratuita
No había ni un fácil acceso a ella por aquel entonces e incluso en pleno siglo XXI se tuvo que cerrar la zona para hacer mejoras. La erosión de la montaña hizo que este monasterio, tan popular en su día, estuviera cerrado por acondicionamiento hasta el abril de 2023.
Para visitarlo sólo hace falta reservar hora con antelación ya que no se permiten muchas visitas. También para poder aparcar el vehículo cerca del recinto. Eso sí, la entrada es completamente gratuita. Un lujo para lo que le espera al visitante.
Bienvenida con pistas
El puente sobre el río Rossinyol ya da pistas de la aventura que a uno le espera. Se trata de elemento arquitectónico de un solo arco que tuvo que construirse en 1592 para evitar el arriesgado descenso del sendero que bordea la montaña en la que se encuentra este lugar. Antes, directamente se bajaba por escaleras de madera.
Nada más entrar por el acceso principal, ya se disfruta de unas tremendas vistas de esta reserva natural. Una frondosa vegetación que se extiende por una formación rocosa, llena de riscos que ocultan grutas y una cascada que impresiona.
Iglesias, cascadas y famosos
Tras pasar por el arco de piedra de La Foradada, el camino se abre rápidamente a la plaza de la Abadía. Allí se encuentra la Casa Prioral, la antigua residencia de los monjes construida entre los siglos XV-XVII y que en 1856 devino hostal con restaurante incluido por el que pasaron figuras como Lord Byron, George Sand o Josep Pla, quien tiene una estatua que lo recuerda en el camino entre las dos iglesias.
Y tras la visita a este espacio histórico, uno puede seguir el camino que le llevará hasta las cascadas del Rossinyol y del Tenes, unos saltos de agua de 100 y 300 metros de altura respectivamente. La segunda de ellas se cruza desde el interior, con algún riesgo a salpicarse en caso de que baje mucha agua.
Capillas en grutas
Cerca de allí hay otros dos templos. Por un lado, la iglesia románica de Sant Miquel, metida en medio de una gruta, al borde de un precipicio, donde los monjes levantaron un claustro y le dieron una fachada para protegerla del clima. Y, pasada las Tenes y el pequeño Lago de Las Monjas. se encuentra la ermita románica de Sant Martí, original de los siglos XII y XIII.
Y si alguien se pregunta la razón de este nombre tan peculiar ante los santos a los que están dedicadas las iglesias, comentar que la explicación la encuentran en el latín. Fai, viene de fallium que hacía referencia a esa falla geológica de donde caía agua.
Cómo llegar
El acceso a Sant Miquel no es muy complicado. Desde Barcelona se debe tomar la C-33 y tomar la salida a Caldes de Montbui. Pasado el municipio de las termas, se sigue por la misma C-59 hasta Sant Feliu de Codines. Una vez allí, hay un cartel hacia la BV-1485 que lleva hacia Sant Miquel del Fai.
Por último, y para los amantes del senderismo. Apuntar que muy cerca de este destino, se encuentra la riera de les Tenes, un espacio que esconde numerosos gorgs o pozas para refrescarse en verano.