El antiguo pueblo pesquero de la Costa Brava con 8 calas apacibles, callejuelas con encanto y una estampa crepuscular
Exploramos un poquito este rincón idílico de la Costa Brava que es Calella de Palafrugell.
10 agosto, 2023 09:00Noticias relacionadas
En la arena densa de Port Bo, las pequeñas embarcaciones reposan. Las viviendas de los pescadores con sus arcos abovedados observan la quietud, a escasos metros del mar. Al fondo, un entramado de calles angostas y peatonales invitan a ser exploradas por el turista más curioso. Sobresaliendo entre los techos blancos, se encuentra la torre de la iglesia, atenta vigía con cierto toque maternal. Y como marco, los acantilados escarpados, los pinos y la orilla abrupta. Es una estampa que muestra la majestuosidad de este antiguo pueblo pesquero. Es, sin duda, uno de los destinos estrella de la Costa Brava. Se trata, como quizás habrás adivinado, de Calella de Palafrugell. ¿Te apetece echarle un vistazo con nosotros?
Calella de Palafrugell: Ocho calas íntimas y protegidas te aguardan
Port Bo es popularmente conocida como la playa de las pequeñas embarcaciones. A un lado están Malaespina y El Canadell; al otro, La Platgeta y, un poco más allá, Port Pelegrí. También están Golfet, Sant Roc o Els Canyers. En total, ocho playas rodean estas aguas cristalinas. Son calas íntimas, protegidas, con arena dorada o piedras, perfectas para nadar, saborear una paella o entonar canciones populares que recuerdan a aquellos emigrantes que triunfaron en Cuba. El camino de los Americanos que cruza Calella, Llafranc y Llofriu también celebra su herencia.
Si sigues caminando, sobre un saliente rocoso, está el mirador de Manel Juanola i Reixach, en honor al creador de las pastillas Juanola, oriundo de Palafrugell. Ofrece una vista excepcional de la playa de Canadell. Otra panorámica espectacular la brinda la punta de los Burricaires, entre Port Pelegrí y La Platgeta.
En este sentido, para gozar de vistas amplias y hacer algo de deporte, en Calella es imprescindible caminar por el sendero de ronda, que sigue la costa marcada por las señales blancas y rojas del GR-92. Hasta Tamariu son 9 kilómetros, que puedes hacer en unas 2 horas. El trayecto te lleva primero por Llafranc, luego hacia el faro de Sant Sebastià y, de ahí, hacia el tramo más salvaje, con una parada en Cala Pedrosa. Un paseo entre bosques, acantilados, vegetación mediterránea y el horizonte azul del Mediterráneo.
Y hablando de Llafranc, si te detienes en este otro núcleos costero de Palafrugell, es obligatorio que visites el faro de 12 metros de altura situado en un acantilado marcado. Es el más potente de la costa catalana, con una visibilidad de 50 millas, y guía a los barcos que surcan el golfo de León. De acuerdo con el libro de visitas, por allí han pasado desde Emilio Castelar hasta la esposa de Churchill. Junto al faro, hay vestigios íberos y el hotel-restaurante El Far, un sitio para descansar, probar platos mediterráneos y deleitarse con panorámicas espectaculares.
Explorando Calella de Palafrugell
Volviendo a Calella después de este largo paseo, podemos perdernos por el conjunto de callejuelas que dibujan el casco histórico. Allí te dejarás llevar por un encanto especial, en particular las de las Voltes y la Gravina, con buganvillas que adornan las fachadas albinas. Caminando sobre los adoquines, rápidamente te encuentras con la iglesia de Sant Pere.
La iglesia de Calella es una construcción modesta con una torre cuadrada y una única nave, pintada de blanco, siguiendo la tradición local. Alberga valiosas piezas artísticas y es famosa por su acústica, siendo el lugar idóneo para los conciertos veraniegos organizados por las Juventudes Musicales de Palafrugell.
Y, ya que estamos hablando de música, acabemos esta mini-guía con un poco de música. Al norte por la costa, en un entorno natural impresionante cerca del mar, se encuentra el castillo y los jardines de Cap Roig, unos de los más reconocidos del Mediterráneo. Cada verano, este rincón acoge un festival con presentaciones de los artistas más destacados.