Tan blanca e increíble como Cadaqués, pero de más fácil acceso, Calella de Palafrugell conserva su esencia de pueblo de pescadores, sus increíbles aguas turquesas y una oferta cultural y gastronómica difícil de rechazar.
Las piedras de los acantilados parecen tener extensión en el empedrado de las calles del casco antiguo, las curvas de sus calas se fisionan con las arcadas de algunas casas del paseo y el azul del mar se refleja en las ventanas y puertas de las viviendas. Naturaleza y urbanismo se fusionan en un lugar único.
Qué hacer
El turismo no ha hecho mella en las tradiciones. Es más, un evento tan único y local como la cantada de habaneras no sólo lo disfrutan los locales, también atrae ya a muchos visitantes. Tantos como uno de los festivales de verano más icónicos.
Los jardines de Cap Roig, en el límite sur de Calella, acogen cada año decenas de conciertos de grandes estrellas de la canción nacional e internacional. Un festival único en un espacio de lujo, una fortaleza reconvertida en jardín botánico desde el que disfrutar de hermosas vistas al pueblo y al Mediterráneo.
Qué ver
Tampoco hace falta acudir a este rincón de la Costa Brava para llenarse la agenda de actividades. Se puede ir simplemente para pasear por sus calles. El casco antiguo, situado justo detrás de la playa del Port Bo, es un entramado de calles estrechas y empedradas con casas blancas y portones azules de madera azul, al más puro estilo marinero.
De allí, uno puede acercarse a la Iglesia de Sant Pere, construida entre 1884 y 1887, que destaca por su torre cuadrada y extrema sencillez. Otra opción es acercarse a la casa rosa, cuya terraza forma parte del paseo dando lugar al Mirador de Manel Juanola i Reixach, el creador de las míticas pastillas natural de Palafrugell. Desde allí se puede contemplar dos de las playas principales del municipio la del Port Bo y la de Canadell.
Las playas
Ya hemos citado dos, las principales. La del mencionado puerto es considerada la principal por varias razones, pero, sobre todo, porque es digna de postal. Aguas cristalinas, arena gruesa y dorada, unas barquitas blancas tradicionales de pescadores reposan en la orilla y, en el paseo, les voltes o arcos abovedados de la casa que resguarda al transeúnte de un sol abrasador o una tormenta.
La del Canadell es más rocosa. En sus 200 metros las rocas y a la arena se fusionan frente a los porches de los pescadores que ahí se mantienen, sólo que ahora se han convertido en restaurantes con una rica variedad de oferta, como Calau, El Palet, Tragamar o el Sol i Mar.
Calas con encanto
Si uno continúa por el camí de ronda puede descubrir otras playas más pequeñas, pero con el mismo nivel de belleza, si no superior. Hablamos de todas aquellas que aparecen de camino a los jardines de Cap Roig: La Platgeta, Port Pelegrí, Els Canyers o El Golfet.
No hay ninguna que tenga desperdicio. Las hay con rocas, otras con arena gruesa, de fácil acceso o más complicado. Ir a Calella es sinónimo de pasar unos días de ensueño.