Unos escasos 65 metros de largo y 15m de ancho bastan para sentir que uno se encuentra en el paraíso. Sobre todo, si está frente a las aguas turquesas de la Costa Brava.
Esto es precisamente lo que sucede cuando uno pisa una de las playas más famosas, tranquilas y bonitas de Platja d’Aro. Un rincón a 10 minutos del paseo marítimo donde el mar se vuelve calmo.
Cómo llegar
Llegar hasta aquí es más fácil a pie, que en vehículo propio. Por mucho, que allí cerca está el hotel que lleva el nombre de la playa, aparcar por la zona es casi imposible y se ha de saber llegar a través de bosques y acantilados si uno quiere aparcar cerca.
La mejor opción es partir desde la playa Grande. Si uno coge el camí de ronda dirección norte no se va a arrepentir. Tal vez, sea uno de los recorridos más bellos de esta ruta. Además de encontrarse con otras dos calas preciosas, Cala Rovira y Cala de Sa Cova, durante la caminata se pasa por arcadas y túneles que atraviesan la montaña y se disfruta de grandes vistas.
El entorno
El destino final, la Cala del Pi, es igual de precioso. Sus dimensiones son pequeñas y es cierto que en verano se suele llenar, pero nada de esto resta belleza a una playa que escondida entre dos acantilados que le quitan la bravura al nombre de la costa.
Las aguas del Mediterráneo llegan tranquilas a las rocas de la orilla que se fusionan con la arena gruesa y blanca, y un entorno rodeado de pinos que le dan nombre. El contraste es simplemente sobrecogedor.
La playa
A esto se le añade el aspecto de playa completamente virgen. Claro que eso también tiene sus inconvenientes, no hay servicio alguno ni duchas, ni aseos, ni chiringuitos.
Poco importa, las aguas transparentes dan todo lo que el visitante pide. Hasta el que quiera acercarse en barca puede, y si uno quiere explorar lo que hay bajo la superficie sus aguas claras son perfectas para ello. Imposible no sentirse atraído por esta cala única.