Félix Viscarret lo ha vuelto hacer. De una historia que puede parecer anecdótica levanta una película que no hace otra cosa que reflejar algunas partes oscuras del ser humano, pero que los convierten en personas.

En Una vida no tan simple, pone a Miki Esparbé en una posición que parece más complicada de lo que es. Tras triunfar como arquitecto y formar una familia, el paso del tiempo lo ha convertido en un tipo normal y corriente. ¿Tiene eso algo de malo? No, pero en una sociedad en la que se prima el éxito eso le trae problemas.

Miki Esparbé y Ana Polvorosa JOAN COLÁS CRÓNICA GLOBAL

 

“Yo no hablaría de fracaso”, matiza el cineasta. “Hay algo bonito, que es cómico y entrañable a la vez, Cuando eres padre, por ejemplo, te das cuenta de que ya no eres el protagonista de tu vida, que eres un personaje secundario en tu propia película. Eso, a tu ego, a tu vanidad, hay un momento que te puede decir...”, detalla.

Pese a todo, tal y como se muestra en la cinta, hay salida. “O puedes hacer las paces contigo mismo y ver que estás en tu lugar” o caer en la trampa. Desde lejos, puede parecer obvio, pero desde dentro, es imposible de ver. Y más cuando las redes muestran una vida de supuestos éxitos.

Esparbé lo explica desde otro punto de vista. “Esos miedos que dicen que normalmente tienes asociados a ti, a partir del momento que tienes hijos, se multiplican, porque no estás sufriendo por ti, estás sufriendo por el otro que está bajo tu tela y tu responsabilidad”, justifica también a su personaje.

Su guionista y creador, Viscarret, da la razón a todos ellos. “Una vida no tan simple es una película que he ido gestando desde que fui padre y empecé a notar ese tipo de anécdotas o de historias que me parecían divertidas o cómicas o patéticas, pero que contadas podían hacer un relato”, recuerda. Un relato que aborda temas como la sensación de fracaso.

El cineasta Félix Viscarret JOAN COLÁS CRÓNICA GLOBAL

Polvorosa lo tiene claro. “Estamos muy mal acostumbrados. ¡Pero fatal acostumbrados! Deberíamos vivir con muchísimo menos, a todos los niveles. Estamos metidos en una burbuja que, para mí, no es la realidad. Las cosas bonitas y las que las hacen, las encuentran cosas mucho más minúsculas”, sentencia.

“La vida diaria conlleva un tipo de tropezones, de quejas, preocupaciones que no las recogen, probablemente, ni los medios, ni las redes sociales, ni, a veces, en el cine”, recuerda Viscarret. “Entonces, prestarle un poquito de atención, con el cariño apropiado, a esa historia, pues a lo mejor nos permite reírnos, decir, 'ah, vale, mi vida es un poco así'. Ojalá diera para reflexionar un poco y pensar 'todas mis neuras no son tan graves. La vida está bien'”.

 

Pero como reza la película, la vida no es tan simple. Aparecen los otros. Compañeros de infancia que reaparecen, los ves en las teles y parece que les vaya mejor. Personas que te hacen creer que, lejos del matrimonio, hay otras vidas a explorar. Y uno se construye otras vidas posibles. Sin que sucedan.

Viscarret, en todo caso, ofrece otro final a su protagonista, “se va a dar cuenta de que es un tipo muy afortunado en la vida”. Y “me gustaría que nos sintiéramos todos así al salir de ver la película. Somos muy afortunados. Nos hemos reído viéndole quejarse, gruñir, viéndole ir por la vida pensando que era un infierno. Pero no, la vida no es un infierno. Somos muy afortunados”, insiste. Al menos, de disfrutar de Una vida no tan simple.

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