Hablar de ajo es hablar de uno de los ingredientes más empleados cada día para dar vida a las mejores recetas. Pero, además de ese sabor y ese aroma tan peculiar que confiere a muchos de los platos en los que se utiliza, hablar del ajo crudo es hacerlo también de los mitos y verdades que desde generaciones se ha asociado a este alimento. 

Una planta que pertenece a la misma familia que la cebolla, los puerros y las chalotas y que se cultiva en numerosas partes del mundo. Eso sí, su origen lleva hasta Asia Central desde donde se exportó a Oriente Próximo hace unos cuatro mil años. Precisamente, en la historia del Antiguo Egipto ya se habla del ajo tanto por su empleo en la cocina como en la medicina más tradicional gracias a sus beneficios para la salud que hoy en día todavía se mantienen. 

No todo es verdad

Comer ajo crudo no es malo; siempre y cuando uno no tenga problemas por su peculiar sabor en boca tan intenso. Sin embargo, para los que tengan como costumbre llevarse un trozo fresco sin cocinar es importante que sepan que este remedio natural no funciona para eliminar algunos virus que hayan atacado al organismo. Sí que es cierto que es aconsejable por salud, pero no es una solución mágica en caso de gripe o si se tiene resfriado por ejemplo. 

También es un error creer que esta planta pueda ser responsable de una reducción de los niveles de colesterol en sangre. Si bien puede estar asociado a una mejora en este sentido, esta apenas es perceptible por lo insignificante que resulta. Por tanto, no puede decirse que haya una relación causa efecto en este sentido. Este es otro de los mitos asociados al ajo crudo. 

Las verdades sobre el ajo crudo

En contraposición, no es un mito el hecho de que este ingrediente tan común en la despensa funcione como antibiótico natural gracias a uno de sus compuestos, la alicina. También es verdadero su poder para cuidar la flora microbiana de la placa dental lo que se traduce en dientes más sanos. Otro de los aspectos positivos es que es un perfecto aliado para controlar la presión sanguínea debido en parte al sulfuro que contiene y que es capaz de incrementar la producción de ácido nítrico en las venas y, por consiguiente, mejorar la elasticidad de las mismas y el flujo de la sangre.

Los extractos de ajo contienen antioxidantes naturales que ayudan a la hora de adelantarse a la prevención de enfermedades degenerativas. Eso sí, en este caso para notar unos efectos llamativos el consumo debería realizarse en grandes cantidades. Tampoco es mentira que funcione como un antitóxico a la hora de hacer las veces de barrera contra los metales pesados como el plomo o el mercurio. Con todo, para aprovechar estos aspectos positivos desde la Organización Mundial de la Salud recomiendan comer de 2 a 5 gramos al día o lo que es lo mismo un diente de ajo

Su uso en la cocina

Desde su existencia el ajo ha demostrado en cantidad de ocasiones lo versátil que resulta a la hora de emplearlo en la cocina. Es más, tiene un papel protagonista en el caso de la dieta mediterránea gracias a las virtudes antes comentadas como recuerdan desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. Y es que contiene importantes cantidades de algunos micronutrientes de lo más sanos como es el caso del manganeso, la vitamina B6, la vitamina C y el selenio. Por si fuera poco, es bajo en calorías y rico en polifenoles.

Para aprovecharse de estas buenas noticias para el organismo, como recuerdan estos profesionales, lo mejor es usarlo en las recetas como un condimento más ya sea picado, entero o machacado. De esta manera es cuando está en su máxima expresión la alicina, una de sus principales sustancias beneficiosas. Así pues, el ajo puede ser protagonista de una amplia variedad de platos como, por ejemplo, frotado sobre un pan tostado para desayunar, para rellenar una carne, hacer una mayonesa del tipo ali-oli o bien añadido a arroces o mariscos para dar el toque perfecto. 

Café con pan tostado sobre el cual se puede frotar un ajo crudo / Yue Iris en UNSPLASH

¿Y el de color negro?

El ajo más convencional es el que tiene un color blanquecino pero, poco a poco, cada vez es más frecuente en los fogones emplear el de tono negro. En este caso no es más que el normal que se ha sometido a un proceso especial de fermentación que le da ese toque tan apreciado en las cocinas tradicionales de Japón, Corea o Tailandia y que cada día gana más adeptos gracias a un sabor muy amable con ciertas notas afrutadas y un aroma igualmente suave que recuerda al regaliz o las moras. 

Al igual que su primo hermano, el ajo negro cuenta con numerosas propiedades gracias a su contenido en vitaminas, minerales y aminoácidos, algo que, por ejemplo, sirve para ayudar a recuperarse en caso de problemas o lesiones en las articulaciones, tendones o ligamentos.