El Festival de Eurovisión nació en Cannes, Francia, en 1961. En esa primera edición, España estuvo presente gracias a la representación de Conchita Bautista, que quedó novena de entre los 11 concursantes iniciales. Una posición que, en el futuro, nos ha salvado de caer eliminados antes de tiempo.
Gracias a su actuación, las canciones españolas llegan directamente a la final, al estar considerados como uno de los fundadores del certamen. Sin embargo, esa ventaja muchas veces nos ha jugado mala pasada.
Más roscos que primeras posiciones
De las más de 50 ediciones celebradas a día de hoy, ya sea por mala suerte o porque la canción elegida no está a la altura del resto, España es uno de esos países marcados por los malos resultados. De hecho, de todas nuestras actuaciones, las que han pasado a la historia son las consideradas las grandes pifias eurovisivas.
Desde roscos históricos a problemas técnicos, cantantes descalzos, espontáneos o denuncias de tongo en la elección de representantes, nuestro país ha vivido de todo en el peor de los sentidos. Eso sí, sin olvidar nunca los primeros puestos obtenidos por Massiel y Salomé que, para desgracia de los eurofans, quedan ya muy lejanos.