Los caracoles son un refrigerio muy propio de esta tierra y al que los mismísimos romanos eran muy devotos. Una sana costumbre gastronómica que permite beneficiarse de su alto contenido en minerales, como el magnesio, el potasio, el sodio y el calcio, además de grandes dosis de proteínas. Y todo ello lo hace sin causar estragos en la línea, pues es un alimento con muy poca grasa.
Aunque Francia es la mayor consumidora de “escargots” del mundo, pues toman alrededor de 65.000 toneladas al año, España también es una gran aficionada. No en vano, se estima que se ingieren unas 15.000 toneladas y la cifra tiene visos de seguir descendiendo.
En el caso de sufrir un antojo irremediable de caracoles, Barcelona es una buena candidata para saciarlo, pues también aquí la pasión caracolera es patente por la influencia francesa. Así, los caracoles, aunque en Lleida constituyen una auténtica especialidad, pueden comerse muy dignamente en Barcelona. Estos son algunos lugares a los que peregrinar para ello.
El Pebrot y el Petit Cargol
Este establecimiento supone la quintaesencia de la cocina de temporada. En él encontraremos una carta centrada en los productos autóctonos donde, por supuesto, el guiso de caracoles no falta.
A los que anden buscando un estupendo bocado donde este animal sea el protagonista, aquí pueden degustar caracoles a la llauna, también destacan los mar y montaña, los cargols con salsa de pagès y el conejo con caracoles. Se encuentra en la calle d'Alcolea, 18.
Restaurante Carmen
Otro excelente lugar con fama de cocinar los mejores caracoles de toda Barcelona. Solo hay una manera de averiguar si la reputación es merecida o infundada. Y sí, para ello se debe acudir al número 44 de la calle Valladolid. En este local aguarda una tapa cuya receta es incombustible, pues lleva décadas encandilando a miles de paladares: tapa de caracoles en salsa al estilo de la abuela.
Can Cargol
Con semejante nombre ya se puede hacer una idea de lo que el consumidor se encontrará en su interior. Sí, se trata del restaurante perfecto para dar rienda a la pasión caracolera. Nada más ojear su carta, el comensal se da de bruces con los caracoles del chef. Se ubica en la calle Valencia 324, en pleno barrio de l’Eixample.
La Tomaquera
Este local es todo un himno a los caracoles. De hecho, en sus redes sociales demuestran su talento para preparar semejante manjar y, sobre todo, la cara de felicidad de quienes lo degustan.
La Tomaquera es un restaurante sencillo, sin pretensiones, pero que cocina con maestría los platos más tradicionales de la gastronomía española y catalana. Todo servido en unos austeros pero coquetos manteles de cuadros rojos, donde el pan es el consorte perfecto de los caracoles y lo que se tercie. Se encuentra en Poble Sec, en la calle Margarit 58.
Diagonal Can Soteras
Se ha convertido en toda una institución en este campo y no hay nadie que ose discutirlo. No en vano, con carácter anual celebra una fiesta dedicada a rendir honores culinarios al caracol. Un restaurante clásico de Barcelona con más de cien años de historia en su haber que permite degustar diferentes maneras de preparar los caracoles.
Seguramente acabarán cumpliendo muchos más años, viendo su desparpajo en los fogones. Para disfrutar de este plato tan tradicional hay que personarse en el paseo Sant Joan 97-99.
Bodega Bartolí
Comer buenos caracoles en Barcelona es coser y cantar en la Bodega Bartolí. En ella se encuentra comida casera donde este plato brilla con luz propia. Toda su carta merece una visita y por su comedor se han dejado caer personajes de enjundia como Joan Manuel Serrat o Carlos Latre. Incluso escritores como Quim Monzó han ensalzado su cocina en alguna de sus columnas. Ubicado en la calle Vallespir número 41, se ha ganado a pulso un hueco en la ruta de los amantes de la gastronomía popular.
Sin duda, con semejante plantel de establecimientos es muy fácil sucumbir a este alimento e intentar batir a los franceses, pues son ellos los que ostentan actualmente el récord de consumo de este molusco.