Alejandro Pérez fue un cetrero precoz. Con apenas 20 años, ya era todo un experto en el arte de la cetrería y se autoproclamó padre de seis aves rapaces a las que adoptó. "No es una afición sino una pasión. Son como mis hijos y los cuido como lo harían sus padres", decía el joven gallego. Pero todo acabó el 23 de octubre de 2018 cuando, lamentablemente, falleció.
Ese día "se acabó el mundo" para Leandro y Mari Carmen, padres del joven, a los que contagió la misma vocación. Su "cetrerillo" adoptó a Kira, un águila Harris que acogió en el 2015, a la que enseñó a volar y se convirtió en su compañera inseparable. Y ahora es el motivo para levantarse cada mañana de estos sufridores padres.
Lo visita cada semana
Esta bonita historia, recogida por La Voz de Galicia, empezó a la semana del trágico suceso. Kira guía cada semana a los progenitores por los caminos del cementerio hasta el camposanto del difunto. En ese punto, Kira bate sus alas y se posa junto a su dueño como si el vínculo entre los dos hubiera traspasado este mundo. "No sabemos por qué lo hace ni tampoco queremos ni necesitamos saberlo. Simplemente nos gusta y nos tranquiliza", afirman Leandro y Mari Carmen.
"A ella le afectó mucho la pérdida de Álex y siempre que escucha su voz en algún vídeo o grabación, o su nombre, reacciona como buscándolo y se pone nerviosa", afirma Leandro. La unión entre el considerado ave rapaz más inteligente de la naturaleza y el niño que empezó a andar y parecía querer ver el mundo desde el cielo sigue enmudeciendo a cercanos y desconocidos a pesar de hacer dieciséis meses de su muerte.
Una bonita amistad
"Yo adoro a los animales, y es mi afición, pero para tener lo que tenía Álex hay que nacer con ello, era una vocación", admite el orgulloso padre. Álex consiguió hacerse con la película Hermanos del viento un año antes de su estreno en España y, aun en inglés, hizo por verla cuantas veces pudo. La cinta en la que Lukas y Abel --niño y águila protagonistas de la última entrega de la trilogía-- surcaron los Andes forjando una profunda amistad, fue visionada y emulada por Álex con Kira siempre presente.
"No dormía con ella porque no le dejábamos", recuerdan sus padres. Álex llegó a ponerle un pedestal en su bicicleta y sus paseos forman parte ya también de la memoria colectiva en la zona. "Era como su chaqueta, la ponía y la llevaba siempre, con su pájaro, la bici y la caña", insisten. Siempre, entre el cielo y la tierra.