Ocho estudiantes de la Escuela de Diseño y Artes Visuales LCI de Barcelona empezaron un proyecto de clase, REDDROP, que ha terminado publicado en una de las mayores plataformas de videojuegos a escala global para ordenadores, Steam, aunque por el momento en su fase de prueba (“demo”).
Tras haber completado con éxito una modesta recaudación en la página web de Kickstarter, los creadores han podido pulir muchos detalles. Aunque lo realmente interesante es que ha sido el propio centro el que ha recreado el ecosistema de un estudio de desarrollo, y ha sido el que ha financiado la mayor parte de los costes de un proyecto que, de forma orgánica, se ha profesionalizado y demuestra ser otro caso de éxito en la industria del videojuego en Cataluña.
Barcelona, capital de los juegos
El Libro Blanco del Videojuego en Cataluña 2023 dio a conocer los primeros datos de esta industria del entretenimiento en la comunidad. Respecto al conjunto de España, la región concentra el 52% de la facturación, gracias a las 239 empresas que se dedican al desarrollo y a la producción.
A su vez, se espera que este segmento profesional experimente un gran crecimiento en los próximos años. De hecho, la Generalitat ha fijado un objetivo de 964 millones de euros de facturación en 2026 y 6.338 puestos de trabajo. En 2022, los videojuegos reportaron 709 millones.
El caso de REDDROP
REDDROP es un videojuego “no de lo más común”. Josep Lluís Pérez, uno de los creadores, ha dado a conocer detalles interesantes de cómo se ha gestado la idea que, finalmente, ya está en Steam en su versión “demo”, que ya se puede descargar sin coste. No obstante, cuando esté disponible la versión completa, explica que su precio oscilará entre los 2,5 y los 5 euros. En cuanto a la fecha de lanzamiento final, no se ha podido confirmar, ya que “todavía quedan cosas pendientes” que quieren mejorar, ha explicado.
“Pensamos, en un primer momento, en desarrollar un formato de peleas, pero es algo que ya estaba muy visto. Queríamos dinamismo y que fuera visualmente atractivo, por lo que un videojuego de ritmo y de música, combinado con estética retro, es lo que acabó por salir”, explica. Además, comenta que la idea del estilo gráfico antiguo se debe también a una cuestión de logística, pues es mucho más sencillo trabajar en este tipo de entornos.
Tiempo récord
El desarrollo de un videojuego puede llegar a tomar años, si se trata de grandes producciones o franquicias. En este caso, el videojuego abraza la escena del desarrollo independiente (indie, en el argot), caracterizada por requerir pocas personas y un tiempo no muy dilatado. No obstante, Pérez ha explicado que “sólo el videojuego tardó tres meses”, mientras que el conjunto del proyecto ha tomado un tiempo de seis meses.
Un equipo compuesto por ocho personas, un centro de estudios que ha proporcionado los medios, y la versatilidad de los integrantes del grupo es lo que ha propiciado que el proyecto haya podido ser viable. “La programación y todo el apartado artístico y visual lo hemos hecho los integrantes del grupo”, añade Pérez. “La música y la banda sonora se ha desarrollado en colaboración con una universidad de Madrid, con la que LCI tenía convenio establecido”.
Ecosistema real
La toma de decisiones, de acuerdo con Pérez, ha sido “lo más complicado” de todo el proyecto. “Cada uno teníamos ideas preconcebidas, y ponerlas en común para encontrar un punto medio y darles forma fue complicado”, admite. A partir de ese punto, la organización de las tareas y el diseñar una identidad corporativa, a modo de estudio de desarrollo, fueron satélites para acabar de conformar el ecosistema de lo que es un estudio profesional, pero dentro de las paredes del centro.
Además, también ha explicado que el conjunto del equipo de trabajo creía que este proyecto se iba a quedar como lo que iba a ser originalmente: un trabajo de clase. Sin embargo, las ganas de algunos de los miembros, incluido el propio Josep Lluís, han derivado en un título, aunque sencillo, a la venta en una de las mayores tiendas digitales del mundo.