Hace casi dos décadas que llevamos un smartphone en el bolsillo y seguimos publicando libros sobre este mundo. Uno de los más recientes lleva la firma del psicólogo clínico José Ramón Ubieto, que justifica por qué hemos tardado en reconocer y atajar los problemas de salud que plantean los móviles y las redes sociales: "Esta tecnología nos ha deslumbrado", asegura.
¿Adictos o amantes? Claves para la salud mental digital en infancias y adolescencias (Octaedro Educació) "contribuye a crear una sensibilización social muy necesaria sobre las oportunidades y riesgos", y se dispone a abordarlos "de forma abierta y crítica". El objetivo, "poder controlar nosotros el uso que hacemos de la tecnología en vez de que ésta decida sobre nosotros, y las horas que pasamos y los contenidos que consumimos", en palabras del autor.
El reto es mayúsculo: que padres eduquen a niños y adolescentes en algo con lo que ellos no crecieron. La brecha entre unos y otros es evidente, y la hacen aún más acusada etiquetas como la de nativo digital, que distingue a aquellos que han nacido tras la democratización de los ordenadores y los móviles. En resumen, "un mito que nos han colado", y que contribuye al uso desmedido de la tecnología.
- ¿Adictos o amantes?
- Los móviles pueden llegar a ser una droga, pero no hay que confundirse: los jóvenes tienen una amplia relación con el móvil y no lo usan solo para entretenerse, sino también para hacer amigos, descubrir su identidad, crearse un sentimiento de pertenencia... Mientras que un alcohólico, un drogadicto o un ludópata no necesitan a nadie (solo alcohol, droga o una máquina tragaperras), los adolescentes usan los móviles para chatear, postear, implicar a los demás.
- ¿Cuántos adolescentes son realmente adictos?
- Los que tienen una patología clínica suponen un 3,5%. Una cifra que en términos relativos es baja, pero en términos absolutos son unos 50.000 adolescentes en España. No es ninguna broma, pero los adictos son muy pocos y calificarlos de adictos es criminalizarlos.
- En Cataluña, los móviles serán desterrados de los colegios el próximo curso si no se utilizan con fines pedagógicos.
- Muy bien, pero un chico que sale a las 17:00 horas de la escuela deja de estar bajo esta regulación y puede seguir consumiendo contenido violento, pornográfico, etcétera. Las familias deben acompañar la prohibición con educación, supervisión y pautas en casa. Un pacto social, es decir, que las familias de un colegio, de un barrio, de un municipio acuerden unas reglas, les reduciría la presión sobre la edad a la que se les debe entregar un móvil, por ejemplo. Lo colectivo es necesario.
- ¿Con un pacto social tendríamos suficiente?
- Estaría muy bien que la industria participase de ese pacto social, porque sabe perfectamente cómo se genera ese potencial adictivo, con técnicas como el scroll infinito, la reproducción automática de un nuevo capítulo o saber la identidad de quien te da like. Pero la industria sabe que, si lo quita, perdería potencial adictivo, así que no lo hará.
- En materia de educación, ¿los móviles y las redes sociales son los nuevos padres?
- Antes, los amigos, los padres y otros adultos como profesores o ídolos de la época tenían un papel importante en la construcción de la identidad de los adolescentes, así como en la creación de un sentimiento de pertenencia y el aprendizaje a vivir en su cuerpo, que es un cuerpo nuevo. Pero ahora, las redes sociales se han hecho un hueco y les han quitado espacio. Si no educas a tus hijos, lo hará Mark Zuckerberg, que dicen.
- Con los riesgos que ello comporta...
- Las redes empujan a pecar de narcisistas. Te hacen pensar que lo haces todo bien y te lo acabas creyendo. También pueden exacerbar pensamientos negativos e incluso tendencias autolesivas o suicidas. En relación al cuerpo, puede provocar una deformación de la imagen y agravar trastornos de la conducta alimentaria. Pero el máximo riesgo es el secuestro de la atención.
- Lo del secuestro de la atención ya sobrepasa lo evidente...
- Es el principal problema, nos afecta a todos. Focaliza nuestra atención y nos priva de placeres ligados a la presencia y al cuerpo, como quedar con amigos, leer o hacer deporte, y afecta a la convivencia. Estas actividades han disminuido por mirar las redes sociales.
- Hace casi dos décadas que llevamos un smartphone en el bolsillo y seguimos publicando libros.
- Hemos tardado en darnos cuenta de sus problemas por lo disruptivo de esta tecnología. Nos ha deslumbrado, hipnotizado. Ha cambiado el paradigma y ha creado un nuevo mundo, el digital. Ya es difícil distinguir lo físico de lo digital. Hasta tenemos robots para combatir la soledad en los ancianos y estos les ponen nombre y se resisten a desprenderse de ellos. Además, está ligado a una industria muy poderosa, un lobby monopolista que los gobiernos tienen dificultades para regular: ellos han puesto las reglas del juego y se han servido de mitos.
- ¿Mitos?
- La industria ha creado una serie de divulgadores culturales con mitos como que los niños son nativos digitales y ya nacen con la tecnología bajo el brazo. Es algo que nos han vendido, nos lo han colado y lo hemos tomado como algo natural. Pero lo cierto es que ningún niño sale de un iPad.
- ¿Entonces, a qué edad se debe permitir el acceso a las redes sociales?
- Las redes sociales, por debajo de los 16 años, es un problema. Son muy adictivas y camuflan la realidad. Las chicas que salen en Instagram son maravillosas, mientras en TikTok aparecen vídeos sobre salud mental en los que se dicen barbaridades. Si no tienes criterio porque eres muy joven, te vas a ir formando como persona con todos esos contenidos.
- ¿Si no tenemos tiempo para supervisar a nuestro hijo, es mejor cortar de raíz y prohibir que usen el móvil?
- Esa casi nunca es una solución porque, hecha la ley, hecha la trampa: si le privas de algo sin que sepa cuáles son los motivos y sin ofrecerle una alternativa, buscará fórmulas para seguir usando el móvil. En todo caso, habría que ayudarle a tener amigos fuera de las redes, que vaya a algún grupo deportivo o lúdico, llevarlo y recogerlo... es decir, también deberás estar disponible.
- ¿Y cómo supervisar el uso que hacen de los móviles, si no entendemos ni el lenguaje de los más jóvenes?
- Es la primera vez que una generación desconoce la tecnología que van a usar sus hijos. Hay una brecha importante entre las familias que utilizan aplicaciones de control parental y saben lo que hacen sus hijos con el móvil y las que no; son el 50% respectivamente. Es por ello que debemos saber que no es solo darles el móvil y que aprendan solos, sino acompañarles en su uso; la mejor aplicación de control parental son los propios padres.
- ¿Si no hemos educado a nuestro hijo con 15 años, ya es tarde? ¿Va a permitir que intervengamos en su vida en el móvil?
- Nunca es tarde para educar, pero en ese caso, tendremos que tomárnoslo muy en serio, porque no es lo mismo empezar con siete años que con 15, y será necesario un sobreesfuerzo. Enseñarle a hacer un mejor uso de la tecnología y ofrecerle alternativas presenciales: hay vida más allá de las redes sociales y eso pasa por ir a la montaña, quedar con amigos, ir al museo... Y ese trabajo se puede hacer siempre.
- Los móviles son la puerta de entrada al porno. ¿Cuánto más móvil consumimos, mayor riesgo de agresiones sexuales?
- La iniciación de los jóvenes al sexo es vía porno. Esto tiene muchos riesgos porque la información que obtienen está deformada, con prácticas violentas o no habituales en la adolescencia. Pero el factor más importante para justificar las agresiones sexuales no es el porno, que es una actividad privada, sino los discursos misóginos de la extrema derecha. Promover que la violencia de género no existe y que la mujer debe complacer al hombre es un discurso social que legitima el dominio y da carta de naturaleza de que lo que haces socialmente no es reprochable.
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