El barón Thyssen, en un retrato de Lucien Freud
Sergi Doria exalta a Lucien Freud
"Yo veo algunas obras de Lucien Freud a veces, en la fundación Thyssen de Madrid, y pienso que el pintor -nieto de Sigmund Freud- tenía una idea muy clara del ser humano, pero no debió amarlo mucho"
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Andaba yo ayer por el paseo de Gracia, camino a la redacción de Crónica Global, cuando me encontré con Sergi Doria, el periodista, profesor universitario y escritor de novelas y ensayos literarios.
Creo que lo conocí hará 15 años más o menos en la tertulia de la cafetería-restaurante José Luis, esquina de Diagonal-Tuset, que organizaba Joan de Sagarra y en la que participaban Juan Marsé, Javier Coma y Luis Feduchi, el médico humanista. Todos estos han fallecido y, sin ellos, la tertulia se disolvió naturalmente. Los supervivientes andamos por ahí como pollos sin cabeza.
Al margen de sus trabajos en la prensa cultural, especialmente en el área del ABC cultural, Sergi Doria es el meritorio y modélico rescatador-editor de La ceniza fue árbol, pentalogía que reúne las andanzas de Mariona Rebull, víctima de la bomba anarquista en el Liceo, su marido Joaquín, El viudo Rius, y su saga familiar.
En los primeros años de la postguerra, estas novelas sobre la burguesía de Barcelona en los avatares de la historia del siglo XX –la república, la Guerra Civil, primera postguerra- tuvieron un éxito avasallador. Luego se rodó una serie de televisión, también muy celebrada. Hoy algunos le niegan a Agustí grandeza literaria, y otros consideran, por el contrario, que su saga constituye la verdadera “gran novela de Barcelona”. Agustí fue también, entre otras cosas, autor de unas memorias tituladas Ganas de hablar que son apasionantes. Fue un hombre que triunfó y luego sufrió.
Sergi Doria, periodista cultural y escritor
Como si a Sergi Doria editar esos libros y dedicarle a su autor una espléndida biografía –tiene también, dicho sea de paso, un ensayo sobre su amigo el novelista Ruiz Zafón, el autor de La sombra del viento- le hubiese influido sustancialmente, ha escrito varias novelas también ambientadas en diferentes épocas de la reciente historia de Barcelona: No digas que me conoces (2015), La verdad no termina nunca (2018) y Antes de que nos olviden (2021). Leí las tres en su día con sumo placer.
Pillando la ocasión al vuelo, ayer le pregunté a Sergi qué obra de arte moderna se llevaría a casa. Se quedó un momento pensando y me respondió:
-Cualquiera de Lucien Freud.
Es un pintor figurativo británico muy celebrado, desde luego. Con Bacon, el más celebrado y valorado. Sergi añadió: “Bueno, lo veo en la tradición vienesa de Egon Schiele… encarna un realismo de vanguardia que durante demasiado tiempo fue relegado por el arte abstracto. Me parece una pintura… ¿cómo decirlo? Radicalmente humana. Privilegiando la esencia sobre la representación”.
Es cierto que la tradición británica siempre se resistió a la abstracción pura. ¡Pobre Sergi, si se llegase a cumplir su deseo! ¡Tendría que ver cada día esos cuerpos a menudo desnudos, de una carnalidad matérica veraz pero cruel, cuerpos desvalidos, atormentados por las rojeces y arrugas de la propia vida interior! Yo veo algunos Lucien Freud a veces, en la fundación Thyssen, de Madrid, y pienso que el pintor –nieto de Sigmund Freud, inventor del psicoanálisis— tenía una idea muy clara del ser humano, pero no debió amarlo mucho. Por lo menos, no lo idealizaba en la forma tradicional. Aunque quizá su descarnado verismo también sea una forma de amor.
Entre esos óleos en la colección Thyssen figura en calidad de préstamo de una coleccionista particular el retrato que le encargó el propio barón H.H. Thyssen Bornemisza, al que se ve vestido de marrón, sentado en una silla como a punto de saltar llevado de un impulso, o de una angustia, pero frenándose, por mantener las formas, con la presión de unas manos venosas, de dedos larguísimos, abiertos sobre sus rodillas. Desde luego, un retrato espléndido.
Pensándolo bien, sí que quedaría muy bien este retrato en casa de Sergi Doria. A lo mejor, en un universo paralelo y muy parecido al nuestro, ya está allí…