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Cuentan que Charles Lutwidge Dodgson (Reino Unido, 1832-1898), más conocido por el pseudónimo Lewis Carrol, imaginó el argumento de Alicia en el país de las maravillas mientras disfrutaba de una excursión en barca por el Támesis. Era una “tarde dorada” del verano de 1862, y disfrutaba de la compañía de su amigo, el reverendo Robinson Duckworth, y de Alice, Lorina y Edith, las hijas de Henry Liddell, decano del Colegio Christ Church, en Oxford. Durante el paseo, Carroll deleitó a las niñas con una sucesión de fantásticas historias improvisadas. La pequeña Alice quedó tan fascinada que le pidió encarecidamente que escribiera los relatos. Algún tiempo después le regaló un manuscrito titulado Las aventuras subterráneas de Alicia.

Animado por la buena acogida que tuvo entre sus amigos, decidió ponerlo en manos de la editorial Macmillan. Finalmente, en 1865, el cuento se publicó como Alicia en el país de las maravillas. Su éxito fue inmediato y derivó en una segunda entrega: Alicia a través del espejo. Desde entonces, las disparatadas peripecias de la protagonista, en un mundo tan fascinante como carente de toda lógica, no han dejado de embelesar e inspirar a numerosas generaciones.

Ilustraciones de Lola Anglada decoran la exposición de CaixaForum Barceloa David Campos

Procedente del Victoria & Albert Museum de Londres, Los mundos de Alicia. Soñar el país de las maravillas (hasta el 16 de febrero de 2025) invita al espectador a convertirse en protagonista de este país de fantasía habitado por excéntricos personajes. Con una puesta en escena inmersiva y muy sugerente, a cargo del escenógrafo y dramaturgo Ignasi Cristià, la muestra reúne un total de 312 objetos y obras de arte dispuestas al servicio de un viaje sensorial por el insólito universo de este clásico de la literatura inglesa.  

Todos podemos ser Alicia

Si la lectura es de por sí una experiencia evocadora, con la capacidad de trasladarnos a otros mundos, a otras épocas y realidades, Los mundos de Alicia. Soñar el país de las maravillas va un paso más allá, transformando a los visitantes en una suerte de “alicias” contemporáneas para sumergirlos en la historia a través de los textos. Como dice la comisaria, Kate Bailey, “actualmente, todo el mundo se puede identificar con este texto y puede seguir el mantra de la curiosidad y del seguir aprendiendo”.

Y así, como por arte de magia, el público se encontrará inmersos en una escenografía envolvente que transforma los espacios, a veces cambiándolos de escala, otras de color, para situarlo en los episodios más emblemáticos del cuento, como la caída en la madriguera del Conejo Blanco, la ceremonia del té del Sombrerero Loco, la desoladora imagen del estanque de lágrimas o la famosa escena de los naipes junto a la iracunda Reina de Corazones.

Fiesta del té en la exposición «Los mundos de Alicia. Soñar con el país de las maravillas» en CaixaForum Barcelona. David Campos

 Un clásico de la literatura victoriana vigente

La exposición, dividida en cinco zonas temáticas, atiende al orden narrativo de una obra que, aunque nació como un cuento infantil, se ha convertido en una pieza literaria de múltiples lecturas. Desde su publicación, Alicia en el país de las maravillas no ha dejado de editarse, ha sido traducida a más de 170 lenguas y no ha perdido un ápice de vigencia. ¿Cómo se explica que un personaje victoriano siga resultando tan significativo 160 años después de su creación? Quizás sea porque, aunque escrita en un contexto absolutamente distinto al actual, aborda asuntos, ideas o temas universales que continúan siendo relevantes, como la cultura, el conocimiento o el esperpento del poder y la política.

En cualquier caso, el mito de Alicia puede considerarse el reflejo de una sociedad donde hay lugar para la fantasía y la locura, para la aventura y la desesperación, pero también para el humor, el aprendizaje y la reflexión. Al fin y al cabo, ¿quién no se ha sentido, en más de una ocasión, desbordado por este mundo loco y maravilloso?

Personaje de culto

El cuento victoriano ha sido constantemente reivindicado por las corrientes culturales dominantes. Por ejemplo, “A través de la pantalla”, uno de los ámbitos expositivos, muestra cómo el relato se popularizó rápidamente entre los cineastas. Ya en 1903 encontramos la primera adaptación cinematográfica a cargo de Cecil Hepworth y Percy Stow. La cinta, de apenas diez minutos de duración, fue la película más larga realizada hasta entonces en Gran Bretaña.

Pero fue el mago de Hollywood, Walt Disney, quien consolidó el mito con su Alice in Wonderland, estrenada en 1952, que contó con la colaboración de Salvador Dalí para potenciar el aspecto surrealista de la película. Más recientemente, Tim Burton empoderó el personaje en un film protagonizado por Johnny Deep como el Sombrerero Loco, Mia Wakikowska en el papel de Alicia y Helena Bonham Carter en el rol de Reina de Corazones.

Dibujo conceptual de Mary Blair para la adaptación de Walt Disney de Alicia en el país de las maravillas Disney

Las artes plásticas tampoco han resistido el influjo de la obra de Carroll. Por ejemplo, los surrealistas encontraron en la narrativa de Alicia un rico material intrínsecamente ligado al mundo de los sueños. Los estrechos límites entre la realidad y la ficción, entre lo onírico y lo tangible, son recogidos en la exposición con obras de celebrados artistas de la talla de Salvador Dalí, Max Ernst, Marion Adams, Peter Blake, Ralph Steadman o Aldous Huxley, entre otros.

Psicodelia y moda

La década de los 60 trajo consigo nuevos aires. La filosofía de los artistas experimentales de la contracultura encajaba a la perfección con el aspecto más contestatario de la rebelde niña, mientras que personajes como el sonriente Gato de Cheshire, la Oruga fumadora de pipa o el conejo parlanchín parecían apelar directamente a la cultura de la psicodelia.

Las artes escénicas y el periodismo también se han servido del relato de Lewis Carroll como metáfora ilustrativa de un mundo en permanente crisis. Tal es el caso de la ilustración Alice in Suderland, de Martin Rowson, para el rotativo The Guardian sobre el Brexit. Y no podía faltar, el caprichoso universo de la moda ha encontrado en los personajes del cuento una fuente inagotable de inspiración, especialmente en la protagonista, convertida en las pasarelas y revistas de moda, en una heroína moderna, rebelde y contestataria.

Alicia es mucho más que un personaje de cuento, es también un estado mental y un agente de cambio, sostiene la comisaria: “Hay algo muy empoderador en la historia de una niña que marca la diferencia, que dice verdades al poder”.

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