“Estas hojas, con su atrevimiento, os piden la mirada halagadora que teníais para vuestro periódico preferido. Perdonad sus defectos. Junto a las noticias captadas por la radio irán otras de nuestra vida a bordo y frente a las añoranzas del pasado arrancaremos estas hojas de nuestro porvenir. Mes de agosto de 1939 en el que 2000 españoles, después de haber defendido bizarramente la libertad, la cantan con austeros acentos ancestrales de raza heroica al dejar el suelo del hogar patrio (...) “2000 españoles muy solos, muy pobres, perdidos en el mar, pero irreductibles y solemnes, ofrecen su voluntad ardiente de luchar por la libertad”.
Así arranca el primer número del periódico de a bordo que decidieron publicar los más de 2.500 españoles refugiados en Francia que el 4 de agosto de 1939 se presentaron en el puerto de Pauillac, cerca de Burdeos, para embarcarse en el Winnipeg, un barco fletado por el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE) bajo la tutela del poeta Pablo Neruda, con el objetivo de exiliarse en Chile.
“Es asombroso que, en pleno mar, en pleno Atlántico, fueran capaces de hacer un diario con tal riqueza de información de despachos internacionales: Moscú, Varsovia, París… Es una joya“, explicó el historiador vasco Josu Chueca Intxusta durante la presentación de su libro, 2000 del Winnipeg. Diario de a bordo (Ed. Intxorta 1937, 2024), el pasado 4 de octubre en Casa América Barcelona.
Memorias de un exilio
Chueca, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco, decidió escribir un libro sobre la travesía del Winnipeg hace más de treinta años, al topar con los 26 ejemplares de este periódico, “publicado en papel cebolla y con una simple máquina de escribir”, que se conservan hoy en el Archivo Histórico Nacional.
“Al llegar a Chile, los exiliados enviaron un ejemplar de cada número a la SERE, en Francia, estos fueron confiscados por el gobierno francés, después los nazis se los confiscaron a los franceses y se los llevaron a Berlín, luego los soviéticos los trasladaron a Moscú, hasta que los franceses los recuperaron de nuevo”, detalló Chueca, que es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco y lamenta lo difícil que es aún en nuestro país acceder a la documentación histórica guardada en los Archivos nacionales.
A pesar de todo, Chueca hizo un enorme trabajo de investigación y su libro fue publicado por primera vez en 1987. Ahora, coincidiendo con el 85º aniversario de la llegada del Winnipeg al Puerto de Valparaíso (Chile), se publica esta segunda edición, que amplía el trabajo de investigación basado en el periódico que decidieron publicar los pasajeros de este buque de mercancías que la SERE adecuó para el traslado de miles de españoles refugiados en Francia desde el inicio de la guerra civil, en su mayoría encerrados en campos de concentración como Gurs o Argelès. “Los de la SERE pensaron que el Winnipeg haría muchas expediciones, pero al final solo pudieron hacer una, dada la coyuntura política”, comentó Chueca en referencia al estallido de la Segunda Guerra Mundial.
El nuevo libro suma 64 nuevas páginas, incluyendo más de 500 fotografías de pasajeros, así como un incremento notable de datos referentes al listado de participantes de la expedición, elevándose de 700 personas a cerca de 2.000. Además de su origen, se ofrece información sobre la profesión, la edad, la militancia política y, si es el caso, el campo de concentración o refugio de reclusión antes de embarcar.
Lola Palau, de 99 años, un testigo de lujo de aquel viaje
“No solo embarcaron hombres, sino miles de niños y mujeres que habían salido al exilio en diferentes etapas de la guerra civil”, recordó. Entre los niños que viajaban en el Winnipeg se encontraba Lola Patau, periodista jubilada de 99 años que acudió a la presentación del libro para decir unas palabras:
“Yo era una niña de 5 años. Mi padre estaba en un campo de concentración en Francia. Mi madre hizo dos viajes hasta que lo encontró. Me vino a buscar a Barcelona y pasamos muchas peripecias hasta que nos enteramos de que había posibilidad de una vida mejor. Fuimos a París y tuvimos la suerte de ser elegidos para embarcar. Tuve la suerte de ser chilena-catalana, o catalano-chilena. Chile es un país maravilloso que nos abrió los brazos a todos y que fui muy feliz allá”, recordó emocionada.
El papel de Neruda
El papel del gobierno chileno, y en concreto del poeta Pablo Neruda, fueron clave para hacer posible esta odisea. Según las investigaciones, el poeta, enviado a Francia como cónsul delegado para la emigración de su país, había convencido a Pedro Aguirre Cerda, entonces presidente de Chile, para que el país abriera sus fronteras al exilio republicano español. Años después, Neruda escribió: “Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie”. Se refería a los 2.500 españoles que vio embarcar en el Winnipeg desde suelo francés.
El valor más destacado del libro, sin duda alguna, se encuentra en la inclusión de los diarios originales que, hechos con una máquina de escribir y tres hojas, se redactaron durante la travesía para informar tanto de cuestiones relacionadas con la vida en el barco como de temas de actualidad internacional, pues estaba a punto de estallar la II Guerra Mundial. Se realizaban seis ejemplares cada día y se colocaban en tablones distribuidos en diferentes espacios de la embarcación para que todo el pasaje pudiera leerlos.
“Para romper el tedio en alta mar, no solo se escribió el diario, también se organizaron coros”, explicó Chueca. “Los catalanes fueron los primeros —los catalanes siempre os adelantáis” —, luego se creó el coro gallego y el vasco, que era tan bueno y al llegar a Chile prosiguió”, bromeó. En el barco hubo incluso nacimientos, como el de una niña cuyos padres, una pareja de origen vasco, llamaron América Winnipeg Alonso Bollada en honor a la travesía que les abría las puertas a una vida mejor. “Frente a la muerte de la España franquista, ese barco representaba el empezar de la vida”, concluyó el autor.