Según Rudyard Kipling, “el Oriente es el Oriente y el Occidente el Occidente y nunca se encontrarán”. Al margen de las evidentes diferencias en muchos aspectos fundamentales, lo cierto es que Occidente siempre ha sentido auténtica fascinación por la cultura oriental, especialmente por la japonesa, una sociedad cuya idiosincrasia reside en las antípodas de la nuestra.
Geisha/Samurái. Memorias de Japón, hasta el próximo 8 de septiembre en el Palau Martorell de Barcelona, propone explorar y entender esta compleja relación, a través de una excepcional selección de piezas, para alcanzar una comprensión más completa y matizada de la identidad del país asiático.
Un viaje en el tiempo
El principal propósito de Ferran López Alagarda, comisario de la muestra y presidente de la Federación Española de Anticuarios, fue recrear la atmósfera de los periodos Edo y Meiji (1603-1868) a través del arte, de la tradición del samurái y de la cultura refinada de las gueisas. Pero la exposición también busca desmontar numerosos mitos construidos a fuerza de no pocas dosis de ficción y muchas polaridades identitarias.
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“Hollywood o lo hace muy bien o lo hace muy mal, y yo creo que en ese sentido no ha sabido trasladar los valores reales del mundo nipón. Lo que ha hecho es simplemente adaptar su filosofía a la filosofía de Occidente y no es exactamente así”, explica a Crónica Global.
Según él, en pleno siglo XXI, continuamos anclados en las mismas contradicciones que se encontraron los jesuitas durante la primera etapa de evangelización en el XVI. “Si queremos comprenderlos desde la óptica occidental no vamos a entender nada. Veremos la belleza externa, pero nos perderemos lo fundamental, que es la belleza interna que tienen ellos en las cosas. El cómo se relacionan con la naturaleza, el cómo de alguna manera tienen esa relación tan personal con las personas, el uno a uno de esa lealtad, esa amistad. Si no lo vemos con sus ojos no podremos llegar a entenderlos”.
Teatro y ukiyo-e
La muestra del Palau Martorell nos adentra en el universo exquisito y misterioso de la cultura japonesa a través de varios ámbitos. El primero está dedicado al teatro y su vínculo con la historia de los ukiyo-e, un tipo de xilografía, de origen chino, que se remonta al periodo Han (206 a. C.-220 d. C.), introducido en Japón en torno al siglo VII d. C. Estos preciados grabados se difundieron en el ámbito de la cultura durante la época Edo primero solo en negro y a partir del siglo XVIII como estampas coloreadas a mano.
Dentro de la amplia temática de los ukiyo-e destaca la dedicada a las artes escénicas con ilustraciones de escenas del teatro Nō, el teatro clásico japonés que en un principio estaba reservado a la aristocracia, y el kabuki, la versión popular y transgresora del hierático teatro Nō. Su principal inspiración fueron las extravagantes exhibiciones de prostitutas y bailarinas de bajo rango y las transgresiones de los ronin (samuráis sin señor).
“Mariposas de la noche” y samuráis
Si hay una figura de la cultura japonesa que percibimos especialmente distorsionada es la de la gueisa. Durante décadas se las ha considerado como una especie de prostitutas de lujo. Sin embargo, advierte Ferran López, “la mujer en Japón tiene un papel fundamental en el día a día. Lo que pasa es que la vemos siempre de puertas para adentro, no de puertas para afuera y con ojos de occidental. Pero de alguna manera las gueisas eran artistas, eran bailarinas, maestras en la interpretación de la música, eran mujeres muy refinadas y cultas expertas en el arte de la conversación. Se les llamaba las mariposas de la noche”.
La cultura de la guerra con el musha, arquetipo del guerrero tribal y héroe solitario, y los samuráis tampoco faltan en el recorrido expositivo. Los legendarios guerreros japoneses luchaban fuertemente protegidos de la cabeza a los pies por armaduras laminadas que podemos ver en la muestra. Su imagen pervive en el imaginario colectivo y sus códigos de conducta se mantienen en la sociedad japonesas. “El código de la lealtad entre las personas es algo muy de samuráis. Solo hay que ver las empresas del siglo XX y XXI cuando se han incorporado a las economías de mercado. Esa disciplina, ese rigor, ese saber hacer, de alguna manera es producto de un ADN que se va trasladando en el tiempo”.
Piezas inéditas
La escenografía de esta espléndida panorámica de la cultura japonesa reúne más de 200 piezas, muchas de ellas nunca vistas, procedentes de varios coleccionistas nacionales e internacionales. Aquí, además de diversos objetos, como peines, abanicos, espejos, máscaras, kimonos y armaduras, veremos también importantes ejemplares de ukiyo-e, como La Ola de Hokusai; también contemplaremos shunga (imágenes de la primavera), un célebre género de ukiyo-e de temática erótica; fotografías de época, algunas de Felice Beato, considerado el padre de la fotografía japonesa, y varias piezas excepcionales como las máscaras de los principales actores del teatro Nō o una figura tallada a mano de Ryūjin, el dios del mar de la mitología japonesa.
Geisha/Samurái. Memorias de Japón nos exhorta a ir más allá de la estética, de la belleza evidente de esta cultura milenaria basada en la espiritualidad y en la armonía con la naturaleza. “Lo que me gustaría de verdad contagiar a la gente es que venga a verla porque, sin darse cuenta, volverá un poco a su niñez porque verá aquellas piezas que durante toda la vida le han llegado con un flash y esta exposición le da la oportunidad de tener un filme mucho más largo, no solamente un flash, sino todo un discurso”, concluye el comisario.