Mallol Suazo: un academicista entre vanguardistas
La Sala Parés dedica una muestra al reconocido pintor barcelonés de posguerra, empeñado en conservar los cánones clásicos del realismo renacentista
31 diciembre, 2023 00:00Noticias relacionadas
Algunos críticos lo acusaron de haberse quedado anclado en el realismo; otros, de haberse mantenido demasiado fiel a la academia y no haber querido sumarse a las corrientes vanguardistas del momento, de tener una ejecución “tan intachable como vacía”; mientras que otros lo defendieron por ser un continuador del Noucentisme, de haber evolucionado hacia una pintura “menos aérea, ligeramente tocada de fauvismo, entonada de una manera más cálida”, o de ser “como un Vermeer interpretado por Gauguin”.
Es cierto que la obra de Josep Maria Mallol Suazo (Barcelona 1910-1986) ha sido motivo de polémicas discrepancias de juicio durante años, pero no hay duda de que se trata de uno de los grandes artistas catalanes de referencia de la posguerra.
Dibujante con 14 años
“Josep Maria Mallol Suazo es el artista honesto que mejor explica el concepto del posimpresionismo en la esfera plástica del país. Aun así, sigue siendo ese creador desconocido de una época en la que su obra destacaba por encima de la propia dicción estética, ¡como debe ser!”, escribe el marchante Sebastià Shemtov Jané en el texto que acompaña la actual exposición dedicada al artista en la galería Sala Parés.
Nacido en el seno de una familia religiosa de 10 hermanos –todos, menos la hermana pequeña, heredaron de su padre la facilidad para el dibujo–, Mallol Suazo empezó a ganarse la vida como dibujante con apenas 14 años, al conseguir un trabajo en la sección administrativa de la editorial Baguñá, editora del popular semanario En Patufet.
Figurativismo catalán de la posguerra
Gracias a ese empleo, tuvo la oportunidad de empezar a publicar sus primeros dibujos y apuntes humorísticos, “ninots”, en varias revistas de la editorial, como Virolet, L’Esquitx y Patufet, que firmaba con el seudónimo Lollam (su apellido al revés) bajo la lupa censora del Régimen de Primo de Rivera.
Sus “ninots” le sirvieron, por una parte, para pagarse los estudios de dibujo y pintura en la escuela Llotja, donde asistía a los cursos de noche; por otra parte, para cosechar un incipiente prestigio como pintor que le permitiría convertirse en una de las firmas más conocidas del figurativismo catalán de la posguerra. Algunos de sus conocidos retratos de mujeres son los que hoy se exponen en la Sala Parés, una de las primeras galerías en mostrar su obra hace más de 75 años.
Pintura serena y la bomba que lo cambió todo
“Es pintura que produce una noble sensación de serenidad. Siempre ha sido así en Mallol Suazo. Todo aquí es sosegado y digno; la vida que cada figura contiene no hiere a otras vidas ni se contagia de ellas”, escribiría más adelante el crítico de arte madrileño Alberto del Castillo al conocer su obra en la Bienal Hispanoamericana de Madrid.
A pesar de llevar ya tiempo publicando sus “ninots”, Mallol Suazo no se atrevió a presentar su obra en público hasta terminar los estudios en la Llotja. La primera vez que lo hizo fue en 1936 en el salón de Primavera organizado por el Ayuntamiento de Barcelona, que lo galardonó con el primer premio, con tan solo 20 años. Sin embargo, el año que marcó su estallido como artista fue 1938, ya en plena Guerra Civil, después de que una bomba hiciera inhabitable la casa familiar, en la calle Ample, forzando a Mallol Suazo y al resto de sus hermanos a buscarse la vida. Alojado temporalmente en casa de un amigo en Vallvidrera, el artista pudo, por primera vez en la vida, dedicarse exclusivamente a pintar.
Premios y primera gran exposición
“De momento, pinto como un desesperado y me gano la vida mucho mejor que en esa tienda infecta [la editorial]. Nunca hubiera imaginado que eso que toda mi vida había soñado me llegara en tiempos tan fatales”, escribe en una carta a su amigo y pintor Manuel Ricart Serra. Unos días antes había sido nombrado ganador del prestigioso premio Nonell de pintura, otorgado en octubre en el salón de Tardor.
Terminada la guerra, Mallol Suazo tuvo su primera exposición importante en 1943 en la Sala Rovira, donde expone dibujos, acuarelas y gouaches. “La crítica del momento se sorprendió ante la atmósfera que el joven Mallol Suazo conseguía con sus acuarelas y dibujos en lápiz”, observa Jané.
Vermeer y Degas, referentes
Dos años más tarde, pasaba a exponer en la Sala Parés, santuario para los pintores de la época, desde Martí Alsina a Anglada Camarasa, Isidre Nonell y el mismo Picasso. “El éxito de la muestra fue notorio. La obra transmitía una fuerte dosis de ternura y pasión nada forzada, natural, como un diálogo entre el artista y la figura que permanece en silencio”, escribe Jané. “Las escenas mostraban una humanidad que traspasaba las pinturas, impregnando al espectador del misterio que, sin duda, es la ‘clave’ para amar el arte”, añade, en referencia a la muestra de 1945 en la Sala Parés.
La mujer fue un tema frecuente en la temática de Mallol Suazo, fiel seguidor del posimpresionismo y el figurativismo cuando a su alrededor explosionaban las corrientes vanguardistas. Sus primeros retratos, hechos con brocha densa, presentan féminas de ojos acuosos mirando al infinito, con aire pensativo, mientras que los posteriores se van estilizando, denotando la influencia de Vermeer y Degas, dos artistas que Mallol Suazo estudió a fondo, según el escritor Francesc Miralles.
La mujer, tema frecuente
“La mujer [en la obra de Mallol Suazo] es una hermosa fruta en sazón y no desazonada. Criatura noble que no se escorza ni gesticula, porque su misión es solo estar, el bien-estar en un cuadro”, añade Del Castillo en otra de sus críticas al artista catalán, que además de la Sala Parés llegó a exponer en diferentes ciudades europeas y americanas, además de ser uno de los artistas principales en la Bienal Hispanoamericana de Madrid (1951) y Barcelona (1954).
Sin embargo, su apuesta por el realismo y el academicismo cuando a su alrededor florecían las vanguardias –informalismo, pop, op, abstracción…– hizo que Mallol Suazo y otros continuadores del Noucentisme sufrieran el acoso de la crítica o incluso llegaran a pasar desapercibidos por el gran público. “Mallol no tuvo tentación de riesgo ni de aventura, quizás porque fue un pintor y no un aventurero. Algún día sabremos si la aventura del arte contemporáneo habrá sido cosa de artistas o de aventureros”, escribió el crítico de arte Jaume Pla en su defensa en 1986, después de su fallecimiento.
La joven del chal verde
Uno de los cuadros más llamativos de la actual exposición en la Sala Parés es el óleo titulado Chal verde, que muestra a una joven de nariz grande y cejas prominentes sentada en el suelo, mostrando bajo los volantes de un vestido rojo de faralaes sus robustos pies descalzos. Detrás de ella hay una mesa de madera desproporcionadamente pequeña, como si el artista hubiera querido realzar la rudeza y grandeza de la chica por encima de todo.
Esta exploración de colores y texturas es herencia de los posimpresionistas, “convertidos en un vehículo de un nuevo diálogo, más terrenal y real que el bucólico mundo plástico que ofrecía el impresionismo”, observa Jané.
La personalidad del artista
Casado con Alba Blanes, escultora y pintora de nacionalidad brasileña, Mallol Suazo tuvo oportunidad de viajar a Brasil y a Italia, estancias que marcaron su estilo pictórico, especialmente sus óleos de paisajes. Una playa de Brasil, una vista de Venecia, un pueblo costero catalán a la luz del mediodía… “Sus paisajes no se concretaban desde una impresión momentánea, sino desde un razonamiento previo, a pesar de que pintaba al aire libre”, escribe Miralles.
“Este razonamiento, ese rechazo a la sensación, es lo que daba uniformidad a sus obras”, añade. Pero precisamente ese aire de uniformidad, “de estudio”, era lo que la crítica le reprochaba, porque no obedecía a la forma de hacer de los artistas figurativos o posimpresionistas. “No se daban cuenta de que esa era la personalidad del artista, que en esa medida diferente de la luz residía la aportación de Mallol Suazo”, concluye.