Para los habitantes de Teià, Antoni Batllori Jofré (Barcelona, 1915-99) no era un simple veraneante de Barcelona que decidía refugiarse del calor en su segunda residencia del Maresme, sino “uno más”: alguien que siempre estuvo dispuesto a colaborar en lo que se le pidiera, fuese un dibujo para la parroquia, el club de billar, el Archivo histórico, una ilustración para una fiesta popular o un retrato de algún vecino. Por este motivo, su viuda, Maria Teresa Obiols Roselló, decidió que donaría su estudio y gran parte de su obra y archivo al Ayuntamiento de Teià, el pueblo donde el prolífico dibujante barcelonés, que trabajó para emblemáticas publicaciones de cómics como Patufet y TBO, pasó todos sus veranos desde 1945.
La donación de esta colección de más de dos mil piezas entre objetos y dibujos, además de su estudio, recreado exactamente como él lo tenía, repleto de antigüedades, cráneos de rebecos y curiosidades varias, dio origen al llamado Fons Batllori, una exposición permanente ubicada en la Casa Municipal de Cultura La Unió, de Teià. Este mes, coincidiendo con el 20 aniversario de su fundación, el Ayuntamiento de Teià acaba de inaugurar la exposición temporal “Batllori x Batllori” (hasta el 1 de octubre), una muestra que permite acercarse a la vida del conocido ilustrador y su particular sentido del humor a partir de un nuevo montaje audiovisual y diversas actividades complementarias, como un taller familiar “de objetos encontrados” o una “ruta batlloriana” por lugares emblemáticos del pueblo por su vinculación con el artista.
Obras surrealistas
“ABJ fue un dibujante excepcional, con una fuerza, una capacidad de síntesis y un dominio de la línea espectaculares en su época de plenitud”, escriben los organizadores del Fons Batllori, cuya programación a lo largo de estas dos décadas fue a cargo de su hijo, Toni Batllori, también humorista (La Vanguardia), fallecido en enero de este año.
Concebido como un centro dinámico, Toni Batllori se encargó de dinamizar el espacio con propuestas participativas como El primer chiste y La primera tirada, en las que cada año se invitaba a los alumnos de distintas escuelas de Teià a concebir sus propios chistes y tiras humorísticas. Algunos de estos trabajos se exponen hoy en la muestra “Batllori x Batllori” junto a algunos de los objetos y obras de arte más surrealistas concebidas por ABJ. Destacan, por ejemplo, Flor Seca, compuesta por un cráneo de gato y una maceta, y El temps fa meravelles, donde una vieja maleta de médico sirve para almacenar pelotas usadas.
El mundo de Patufet
“Las cosas se amontonan por muchos motivos: por necesidad, por curiosidad, por coleccionismo… o, sencillamente, porque el objeto que tenemos delante excita nuestra imaginación”, escribió el reconocido ilustrador barcelonés, considerado uno de los últimos representantes de la escuela de Joan Junceda. ABJ conoció a Junceda con 13 años y siempre lo consideró su maestro. De hecho, fue de la mano de Junceda como logró publicar su primer dibujo, El calendari d’en Patufet, en 1930.
Hijo de una familia acomodada de Barcelona (su padre tenía una fábrica de aprestos y su madre venía de una familia emparentada con los dueños de la banca Garriga-Nogués), ABJ tuvo una niñez plácida hasta que, con 13 años, su padre falleció por enfermedad y tuvo que ponerse a dibujar para ganarse la vida. Por su cuenta, se reunió con el escritor infantil Josep Maria Folch i Torres, quien lo adentró en el mundo mágico del Patufet y las ilustraciones infantiles, y luego este le recomendó a Junceda, quien, a pesar de no haber estudiado en ninguna escuela de dibujo, le encargó las primeras historietas. Empezó publicando para la revista L’Esquitx, y más adelante para En Patufet, Pocholo y TBO, y las menos conocidas Jordi y El Mundo Católico.
“Mariscal no me gusta nada”
Después de la Guerra Civil, mantuvo su colaboración con TBO y trató de impulsar el cómic en catalán a través de publicaciones como Els Infants (1956) y el nuevo Patufet (1970). También ilustró libros literarios, realizó exlibris e intervino en películas de dibujos animados en la Hispano Graphic Film. Con el tiempo, fue dedicándose cada vez más a los dibujos para particulares, manteniendo su estilo detallista y humorístico, como la caricatura de su suegro, Emilio Llorens, en cuya casa de Teià empezaron a pasar todos los veranos tras casarse con su hija.
“Me atrae mucho la vida del campo, el campesinado, de hecho, es lo que más me gusta dibujar: los carros, las masías, los animales, los payeses. Siempre he intentado actuar de acuerdo con la vida cristiana”, admitió en una entrevista con la revista Campsentelles en 1994, cuatro años antes de morir. En ella, ABJ, galardonado con la Creu de Sant Jordi de la Generalitat en 1992, no se cortó: “Respeto el estilo de los dibujantes de hoy en día (mi hijo es dibujante), pero no me gustan, especialmente porque hay demasiada pornografía. Mariscal no me gusta nada”.