Realismo mágico portugués, así se podría definir la última película de Cristèle Alves, Alma viva, que retrata la vida de un pueblo del país vecino desde los ojos de una niña cuya abuela es una experta en hechizos. Claro que eso conlleva el estigma familiar y que la menor, Salomé, crea que su yaya murió de mal de ojo.
Con una mezcla de Cría cuervos y El espíritu de la colmena, la realizadora devuelve ese poder al cine de mostrar lo invisible de la vida, sus misterios. Y lo hace sin juzgar si eso está bien o mal. Sólo refleja lo que ella misma recuerda de su infancia.
'Alma viva'
La cinta tiene un enorme poder evocador. El misterio que recorre la película se impregna de magia y se agarra al espectador que vive este verano de Salomé como un cruce a la vida adulta, pero sin pasar por lo naif ni caer en el tópico del amor de verano. Sino como momento de decidir si cree o no en la magia.
El golpe es duro, como la vida rural que Alves ha decidido retratar con toda su crudeza y todos los mitos que se encuentran allí. Una rara avis que juega con las posibilidades del cine para mostrar la magia de la vida, lo invisible, como ella misma dice.
- La película tiene toques de Saura y de Erice. ¿Puede ser?
- Son películas que me han acompañado y me han dado mucha esperanza, especialmente para explicar la infancia. Pero una infancia embrutecida, una infancia del adulto luchador, una infancia solitaria, que también viví personalmente y que te obliga a pensar qué vas a hacer y cuál es tu universo personal. En el caso de Alma Viva, es una infancia que tiene una visión más noble del mundo, porque ante estos adultos que no se entienden, es Salomé quien restaurará la justicia. Ella es un poco Antígona, ella tiene valores y hará todo lo posible para defender estos valores y vencer sus miedos.
- Aun así, la película tiene toques autobiográficos, ¿no?
- Nací en Francia, soy hija de padres portugueses y vuelvo varias veces al año a Portugal, tengo un vínculo muy íntimo con este pueblo. Ese que se ve es el pueblo de mi madre, de mi abuela materna. Por eso quería contar la realidad de estas vacaciones de verano a casa de los abuelos, de estas familias divididas entre los que emigraron y los que se quedaron.
- ¿Cómo incorporó el elemento fantástico?
- La relación con las creencias es algo con lo que también crecí en una familia, que es esotérica o por lo menos de lo oculto. En las conversaciones familiares estaban esas creencias, que me transmitían. A menudo, se hablaba de brujería, de fantasmas, del mal de ojo. Así que siempre crecí con una fascinación por lo que no puedes explicar, lo que no puedes ver. Y creo que el cine es quizás el lugar que nos permite explorar más allá de lo visible.
- Todo eso genera etiquetas, recelos. Algo que también se da en los pueblos y que se convierten casi en estigmas como refleja su film.
- Precisamente son también estas guerras, en todo caso donde se ven las cuestiones de cómo aceptamos al otro. La cuestión de la otredad, de hecho, y de las relaciones de poder que este creará si consideramos que el otro quiere hacernos daño. Yo investigué mucho de una manera algo antropológica sobre la brujería, sobre los hechizos, también sobre curanderos, personas que ayudan a las personas que están con los magos o bajo hechizos. Porque muchas veces cuando hablamos de brujería, abordamos el tema de manera política y se establece una relación de caza de brujas. Aquí, tenía muchas ganas de ponerme del lado de los creyentes y víctimas, en cierto modo, de estas dos brujas.
- La pregunta es obligada ¿Por qué cree que la política va relacionada con la caza de brujas?
- Porque, de hecho, en el aspecto histórico. Sobre la caza de brujas, se dice que son los hombres quienes, para desbancar a las mujeres, crearon de alguna manera la figura de la bruja. Yo no entro en este lado de los racionalistas y los historiadores. En mi caso, aquí realmente estamos hablando de personas que creen en sortilegios y hechizos, quien practica esta magia. Pero, repito, es un hecho histórico, realmente todo esto se considera que es un invento de los hombres que querían el poder y es una forma de apartar a las mujeres de la sociedad. En este caso, hablando de mis personajes, Salomé cree que la abuela puede morir de mala suerte. Yo usé eso como pretexto para hablar sobre el duelo, de hecho, porque siempre tienes que encontrar el sentido cuando pierdes a alguien que amas. Básicamente, es una película que habla especialmente sobre los muertos y los vivos y su relación con los muertos. La brujería es también un pretexto para dar sentido a la muerte.
- ¿Qué le interesa de este duelo? ¿Y por qué decide reflejarlo desde los ojos de la niña?
- Al comienzo de la escritura, esta niña era una adolescente, pero eso me llevaba inmediatamente en caer en los imponderables de las películas de adolescentes, es decir, el hecho de encontrarse con su primer amor, el amor de verano, la relación carnal. Era complicado hacer una película de verano con una adolescente y no hablar de su relación con los chicos. Y de repente, tenía dos películas en una. Pero al hacer el casting en Portugal y encontrar a la actriz, tuve que rejuvenecer a Salomé. Eso hizo centrar la historia en la cuestión de las creencias, en el vínculo con lo imaginario y lo invisible, porque de una adolescente que habla con los muertos decimos que está loca, pero de una niña que habla con los muertos decimos que está poseída por el espíritu de su abuela se puede. La infancia me permitió hablar de sueños sin tener que justificarme.
- ¿’Alma viva’ es también una reivindicación de creer en estas cosas más allá de las etiquetas?
- Sí, en cualquier caso, es una película en la que se ha de creer. En todos los sentidos. Asimismo, como directora también quería escapar de la visión descarnada que nos ofrece el mundo de hoy. Necesito asombrarme y encuentro que volver a estos rituales, a las creencias ancestrales. Para conectarnos, para asombrarnos. Creo que el cine sigue siendo el lugar donde uno puede emocionarse y devolvernos esta entrada en el mundo mágico.