Tener en cartelera una película rodada en Puerto Rico por una puertorriqueña no es tan sencillo como parece. La propia directora de La pecera, Glorimar Marrero Sánchez, confiesa que si bien el cine en su país parece estar viviendo un momento boyante gracias a los incentivos fiscales existe una cara B.
“Estamos en un momento de mucha producción, pero lleno de muchas complejidades para lograrlas. Es altamente difícil encaminar un proyecto de cine independiente autoral en Puerto Rico. Si bien tenemos muchos buenos resultados de los pasados años, a pesar de la pandemia y se ofrecen reciben muchos incentivos fiscales esto contrasta con los incentivos que se adjudican a los proyectos locales. En ese sentido es complicado porque al independiente local de Puerto Rico se le mide de manera distinta que si viene un estudio a filmar a Puerto Rico como locación. Todavía queda mucho trabajo por hacer en la equidad de oportunidades y el acceso a los recursos en condiciones de igualdad”, señala en una entrevista con Crónica Global durante su paso por el Festival de Málaga.
Ya por sólo estas palabras, uno puede entender el mensaje que hay detrás de su película, La pecera. Una cinta en que las capas se superponen para dar varios mensajes. Por un lado, el de la supervivencia de una mujer, Noelia, afectada por un cáncer de colon que ha hecho metástasis.
La protagonista decide no tratarse. Prefiere dejar contaminar su cuerpo, como el país mismo mantiene las aguas putrefactas derivadas de las pruebas que realizó Estados Unidos en Vierques. Han pasado años desde entonces, y el pueblo sigue limpiando esa zona para no enfermar. Otros, en cambio, prefieren hacer como Noelia con su enfermedad, dejar que la contaminación se esparza.
“Hay quienes quieren ver, hay quienes no quieren ver. También hay unos personajes que tal vez no lo hablan, pero se están organizando para documentar lo que está bajo esa agua. Esa es una dualidad bien latente en Puerto Rico: la de los que actúan y la de los que guardan silencio”, subraya la realizadora. Ella, en cambio, lo hace de una manera sutil.
Los mismos que critican a Noelia por luchar contra estos vertidos y no contra su enfermedad, son los que prefieren dejar esas aguas tal y como están y no pedir cuentas a nadie. Ahí se genera el debate, la contradicción.
Glorimar no tiene problema en ser clara y directa a la hora de mostrar esa contaminación que uno no quiere ver. Ni la del territorio, ni la del cuerpo. Pocas veces se ha mostrado ante una cámara.
“La enfermedad hay que mostrarla, no hay que esconderla. Tiene que verse, no hay que ir ahí con paños tibios”, asegura la cineasta. “Hay que ver la enfermedad como luce, porque es parte de la vida. Me gusta trabajar desde ahí, desde lo natural de la enfermedad también”, defiende.
Tampoco se esconde a la hora de defender la decisión de una paciente terminal a no medicarse, por muy controvertida que pueda resultar la postura, tal y como muestra la cinta. “Para mí era importante hablar del derecho de una paciente con una enfermedad terminal a que sea ella quien decida lo que quiere hacer con su cuerpo. Sobre todo, ahora que siempre le queremos decir a las mujeres lo que tienen que hacer con sus cuerpos”.
Si a la mujer se le dice eso, al puertorriqueño también se le intenta decir que no le dé más vueltas a lo sucedido en Vierques. En cambio, en este caso se ve claramente como la contaminación de la zona no hace otra cosa que reflejar cómo un país claudica a los imperativos coloniales de Estados Unidos.
En estas dos historias hay el lazo de unión de la contaminación y sus efectos. De los imperativos por los que uno está dispuesto a pasar y de la violencia que se ejerce sobre un cuerpo o un territorio y, en especial, todo lo que el mundo se empeña a decir al respecto.
La pecera se convierte así en una especie de lugar aislado del mundo. El de Vierques y una población que decide vivir ajena al daño causado por Estados Unidos en el país, y el de Noelia que decide no seguir los pasos que el mundo espera de ella. Así la directora nos reta a responder una pregunta: ¿qué pasa si rompemos la pecera en la que vivimos?