Bruce LaBruce: "Es importante cuestionar la autoridad y ahora existe una autoridad gay"
A sus 58 años el artista demuestra una vez más ser un 'outsider' y desafiar a lo políticamente correcto, un sello marca de la casa
22 agosto, 2022 00:00Bruce LaBruce (Southampton, Canadá, 1964) es una figura icónica del cine más underground y transgresor del panorama actual. Sus películas pornográficas llenas de referentes artísticos cinematográficos y sus versiones soft cruzaron fronteras y algunas de sus películas se han presentado en festivales como Róterdam, Londres, Sundance o Berlín.
Las etiquetas sirven poco para él, también la de cineasta, ya que es articulista, fotógrafo, guionista, escritor... por eso prefiere englobarlo en un "artista", en general. Un artista que pese a ser referente sigue siendo outsider. Ferviente defensor de las libertades y abanderado del movimiento LGTBIQ+ en los 70s y 80s, tomó distancia a la que se convierte, a su parecer, en excluyente. Le ha pasado más veces en su vida, con el pink, la izquierda, el cine porno, el cine-arte...
Revolución vs momentos revolucionarios
El canadiense es defensor de estar en los momentos revolucionarios más que permanecer en la revolución permanente y en luchar contra ellos cuando acaban siendo mainstream, tal vez, por ello es criticado por tantos frentes. Poco le importa. Él quiere hacer sus películas, por mucho que le cueste. Todavía a día de hoy.
Crónica Global aprovecha una conferencia del norteamericano en el Bafici de Buenos Aires para conversar con él sobre los límites del porno, la nueva moral de lo políticamente correcto, el cine y las dificultades de permanecer en los márgenes.
--Pregunta: Usted hace cine, fotografía, pinta, escribe... ¿Cómo se define Bruce LaBruce?
--Respuesta: Yo me considero un artista, más artista fotográfico que otra cosa. También escribo, ya que además de guionizar mis películas, suelo escribir artículos para diarios, también he escrito mis memorias, mis porno-diarios... Luego también he hecho videoclips. Para mí todo parte del mismo lugar. Cuando grabo películas suelo hacer toneladas de fotos en el set. Tal vez porque empecé como editor de fanzines y tenía que hacer todo, desde escribir manifiestos, elegir fotos, hacer collages... Hacer películas de 8mm como las que hacía, era casi como montar fanzines.
--¿Y cómo fueron esos inicios en la industria del cine?
--Para mí es empezar de nuevo cada vez. Mis tres primeras películas fueron producciones muy independientes y de ínfimo presupuesto. Rodé en 8mm, luego en blanco y negro con 16mm, luego pasé al color... pero en el momento en que se convirtieron en films de culto conseguieron mucha distribución y quise hacer películas de mayor presupuesto. El problema es que tenía una reputación como pornógrafo y la gente sólo quería tenerme en esa caja y tenían miedo de que si tenía mayor presupuesto pusiera demasiadas escenas de sexo que hicieran inviable venderla. Mis productores crearon la primera productora de porno en Berlín, Cazzo Film, y rodaba una versión hard-porn para mí y una soft para que ellos pudieran distribuirla mejor en salas. Así empecé a tener un público fuera del porno y pude empezar a hacer películas que no tenían nada de sexo explícito como Otto, Gerontofilia y The Misandrists y las últimas. Estas fueron las de mayor presupuesto, tienen grandes distribuidores, se pueden emitir en televisión y estar en servicios de streaming mayoritarios.
--¿Entonces, le cuesta menos ahora encontrar productores?
--Ahora mismo, al menos en Estados Unidos y Canadá, es muy difícil hacer películas independientes porque el streaming lo acapara todo, las producciones son cada vez menos peliculeras, sino más pequeñas y todo el mundo se ha pasado a la televisión. Por lo que sí, es difícil encontrar productores para una película.
--Es contradictorio, ¿no? Porque cada vez hay más plataformas que piden producciones, lo que no sé es si eso hace que sea todo más conservador.
--Especialmente para lo cinematográfico, sí. Tú puedes encontrar a veces más riesgo o incluso desnudos en Netflix y HBO. Como es difícil llevar a la gente a las salas, quieren producciones para todos los públicos, imagínate hacer algo clasificado X.
--Claro, pero ¿qué define lo X, lo porno?
--Siempre ha sido un debate lo que define el porno. Para mí se reduce en mostrar la penetración, si un objeto o un pene es introducido en un órgano sexual. Luego está el tono de las películas y las actuaciones, los actores porno no siempre están acostumbrados a decir muchos diálogos. Está la duración de las escenas de sexo, que en el porno son bastante alargadas. Si uno se sienta en una sala no quiere que la narración quede interrumpida tanto tiempo. En mi caso, por eso, me siento cortado a la mitad. Mis películas artísticas muchas veces han sido consideras pornográficas por parte de críticos y distribuidores y a mis films porno se los considera demasiado artísticas.
--De hecho, en sus películas pornográficas uno puede ver muchas referencias cinematográficas e incluso artísticas...
--Son hiperreferenciales, sí.
--... en este sentido, le ha supuesto cierto estigma, algún tipo de condena que la etiqueta de "pornográfico".
--¡Y tanto! Incluso en mis películas simplemente independientes, que muchas veces se basan en el fetiche, como Gerontofilia. Muchas veces se quedan con los momentos chocantes y no pueden ver más allá en la escena y rechazan ir más allá por lo que se pierden todo lo otro. En mis escenas, siempre hay mucho más que sucede.
--¿No es contradictorio que una sociedad que aboga por la libertad no pueda ver más allá y se quede en la condena? ¿Vamos hacia atrás?
--Estamos en un momento totalmente regresivo. En Estados Unidos estamos volviendo atrás en derechos como el aborto, incluso en el colectivo LGTBIQ+. Lo que he aprendido todos estos años es que no hay un progreso lineal, es algo mucho más cíclico. Y no creo que la revolución tenga que ser permanente, sino que lo importante es el momento revolucionario. Como Jean Genet dijo, cuando veas un momento revolucionario --ya sea político, social...-- ve hacia él, pero en el primer momento que veas que está siendo captado por el mainstream o diluido, no sólo debes abandonarlo, sino volverte en su contra.
--Usted lo ha vivido en sus propias carnes, ¿no es así? Hemos visto como en 'The affairs of Lidia' algunos miembros de la comunidad gay se han volcado en su contra por "abandonar" la temática gay.
--Así es, porque puse a actores gays, que son considerados fetiche para muchos, a tener sexo con mujeres y se sientieron traicionados. Se olvidan de que las letras LGTBIQ+ tiene una B allí de bisexualidad. Para mí es raro. Lo que ha pasado con esta asimilación del movimiento es que incluso en los 80 y principios de los 90 mis colegas y yo abandonamos la escena porque pensábamos que ya entonces era demasiado consevador, era de una clase media blanca masculina. Había misoginia, racismo... Nos pasamos al punk, que también fue problemático porque había homofobia, misoginia... Así que estábamos en medio de estas dos subculturas. Cuando llega la asimilación siento que los compromisos, la sexualidad, la estética de las personas que tenían ideas radicales dan un giro, todo para ser aceptado por el mainstream. Y a menudo ellos acaban pareciéndose mucho a la gente contra la que estaban. Por eso, siempre preferí ser un outsider porque puedes ver todo con un poco más de distancia y estar menos influenciado por doctrinas políticas, trans o lo que sea. Por eso creo que yo siempre he hecho el mismo tipo de películas que unas veces han sido más aceptadas que otras.
--¿Diría que la revolución o la disrupción es su línea principal de trabajo?
--La disrupción ahora es más importante y cuestionar la autoridad, sea cual sea. Ahora existe una autoridad gay.
--¿Se ha vuelto más conservadora la comunidad gay ahora?
--Sí, para compensar, dicen.
--Hacer películas con tanto conservadurismo debe ponerlo todo más difícil.
--Yo no estoy preocupado por los conservadores, sino por los liberales, ahora. Me refiero a este movimiento de lo políticamente correcto, el movimiento woke que se han vuelto muy moralistas de algún modo, tratan de centrar el lenguaje, el deseo. Es fácil criticar a la derecha pero yo también he hecho películas que critican a la izquierda radical, como The Raspberry Reich, Ulrike's Brain o The Misandrists, que hablaban de esos movimientos de izquierdas que se han convertido en problemáticos porque devinieron doctrinarios en sus políticas, completamente rígidos y en un sistema cada vez más y más cerrado. Prefiero no fijarme en un espectro político sino continuar mis propias cosas, ideas, sexo. Por eso digo que yo siempre hago lo mismo y los otros son el problema (ríe a carcajadas).
--No se lo ponen fácil para ser 'outsider', ¿no?
--No es fácil porque muchas veces caes en trampas, no te toman en serio. Pasa siempre, como Ortega en Nicaragua, parecía un activista, socialista, comunista y ha acabado siendo un dictador de la extrema derecha. Si compras todo el pack puedes acabar siendo lo que siempre odiaste, por lo que es importante romper y rasgar un país, un movimiento, una ideología y pensar en otra estrategia.
--¿Cree que con este discurso desacomplejado y con sus películas ha creado tendencia?
--Tal vez el Queercore, que empezamos a finales de los 80s con los punks, creo que se ha convertido en una influencia internacional real en las políticas queer. Hasta hay documentales, hay gente que quiere que participe en sus art-shows o me quieren entrevistar. Es realmente motivante 30 años después. En eso y en abrir un camino entre el porno y el no porno. En eso creo que fui pionero.
--Y ahora, ¿cuál es su siguiente paso?
--Estaba con dos películas cuando llegó la pandemia, una coproducción chilena y otra mexicana, y no sé si se van a volver a poner en marcha. De momento creo que continuaré haciendo películas porno y tengo un puñado de guiones escritos, pero no sé cuál será el siguiente.