Carol López (Barcelona, 1963) debuta en Mérida este 13 de julio con una versión libre de El misántropo cuya protagonista es el único personaje femenino y sin nombre, sólo “Muchacha”.
“Es una comedia romántica feminista”, confiesa. ¿Cómo lo hace? Manteniendo la esencia y dando más de tres líneas a la mujer que, ya en el texto original de Menandro, es la detonante de la acción.
Libertad absoluta
El humor no falla y no sólo recibe el autor, también reciben los neorrurales y unos cuantos colectivos más. Y es que la dramaturga es amante de la comedia y no quiere hablar de barreras y límites a la creación.
La también directora de teatro charla con Crónica Global antes del gran estreno, que estará hasta el 17 de julio en el festival de teatro extremeño, antes de saltar al Teatro Fernando Fernán Gómez de Madrid en octubre.
--Pregunta: ¿Cómo vive la experiencia de estrenar en 'Mérida'?
--Respuesta: Todavía no la he vivido. Este domingo fui a ver Safo y ya me cogió un poco el nervio. Me parece un teatro grande e imponente y a la vez el público no te queda muy lejos. Me da la sensación de que es un teatro acogedor. Ahora, empieza el mambo. Estoy contenta y nerviosa, o sea bien, perfecto, lo que tiene que ser.
--¿Le gusta esa adrenalina del estreno?
--Me gusta, sí. Al final, forma parte de nuestro trabajo y hacemos esto para gustar, porque si no escribirías un diario y a otra cosa. El teatro lo hacemos para gustar, y ese nervio está junto a la pasión por tu trabajo. Que será mejor que en la sala de ensayo seguro, porque ya el espacio es tan brutal... Lo iremos viendo. Soy prudente.
--¿De dónde nace la idea?
--Miguel Cuerdo me propuso hacer algo en Mérida. El año pasado me invitó, vinimos a ver Golfus de Roma y me quedé prendada del teatro y del público, que es entregadísimo. Nos pusimos a buscar obra y tenía claro que tenía que ser una comedia, porque una tragedia no lo veía. Entonces, uno de los actores, Ángel Ruiz, me dio este texto que no se había hecho nunca y vi que había un personaje, el de una chica, que desencadena toda la trama y no tiene nombre, se llama "Muchacha". Y dije: este es el hilo del que voy a tirar. Y así fue.
--Precisamente queríamos hablar de esto. ¿Hace una adaptación?
--Una versión nueva, completamente adaptada. Hemos respetado la cadena de sucesos de Menandro y el nombre de los personajes.
--¿Y cómo definiría esta nueva versión?
--Es una comedia romántica feminista. No es una comedia de gag, el público reirá, pero es más una comedia simpática con un mensaje: el amor y el afecto, en los tiempos que corren, son revolucionarios. Ese mensaje está bien porque vivimos un momento tan individualista, en el que cada uno está en su mundo que tener esto está bien.
--¿De dónde extrae ese amor y el feminismo de la obra?
--¡Ah! Has de venir a verla (bromea). El feminismo porque quería dar protagonismo a ese personaje al que Menandro sólo le da tres frases cuando es el que desencadena la obra. Y el amor porque en la comedia clásica ha de triunfar y es un poco una comedia de enredos en el que al final pillan todos (ríe).
--¿Podemos decir que sería la reivindicación de la 'muchacha'?
--Sí, pero también está el personaje de Misántropo que se ha retirado al campo porque no soporta a la gente, algo que incluso podríamos entender porque te vas haciendo mayor y cada vez te vuelves más ermitaño. Él se retira al campo, lo quiero y es su medio de vida y su sustento. Entonces, llegan unos urbanitas pijos a construir un hotelito rural pero les molestan las vacas, las moscas, el canto del gallo... Y el conflicto está servido. Eso también lo tienes. El personaje principal es la muchacha pero el resto está. No estaba así, pero sí, porque al final accede a que su hija se case.
--O sea que además de amor y humor va a haber una crítica a los llamados neorrurales?
--Un poquito (ríe), pero desde la simpatía.
--Decía que hace falta amor y comedia. ¿Es porque la situación la ve muy tensa?
--No. Mi género y lo que me resulta cómodo es la comedia, lo otro se me escapa más. ¡Pero podría hacer un Edipo, eh! Pero la comedia es mi medio natural.
--De hecho, tan cómoda se siente que ha triunfado con ella. ¿Cree que, de alguna manera, ha conseguido reivindicar este género a veces tan denostado?
--Yo no lo sé. Es cierto que la comedia siempre es la hermana pequeña y yo no lo entiendo. Yo hago lo que a mí me sale, me funciona o me va bien. Yo no sé si la he reivindicado, porque en Barcelona el público va a ver una comedia y sale diciendo: "bueno, m'ho he passat bé", como despreciando. ¡Pero es mucho pasarlo bien y evadirte!
--Aun así, la comedia es la más vista tanto en cine como en teatro.
--¡Totalmente! ¡Es una pose! En cambio, el drama checoslovaco, por ejemplo, de esos que no entiende nadie y tienen tres frases parece que... No lo entiendo. Yo reivindico el humor inteligente, pero hay comedias para todos. Pero riéndote puedes meter cada gol...
--En el 'Misántropo' mete varios: al machismo, a los neorrurales... ¿alguien más va a salir dañado?
--No lo sé (ríe). Dañado nadie porque todo se hace desde el amor, porque al final todos se van a acabar necesitando los unos a los otros. Por eso, cuidémonos.
--Bueno, pero ya sabe que la gente ahora se ofende mucho. ¿Cómo lo vive como creadora? ¿Se siente más coartada?
--En esta función no lo he pensado en ningún momento, pero es verdad que empiezo a pensar que hemos querido ser tan en todo que al final somos puritanos. Todo el rato has de pensar si este o lo otro se puede ofender. Yo que siempre he sido superlibre no me he cuestionado absolutamente nada como tampoco nadie del equipo. Si tu haces las cosas con honestidad y ofenden... No puedes estar todo el rato apagando fuegos. ¡Es horrible! ¡No se puede hacer nada ya en el teatro! No puedes fumar, cocinar, tener animales sin permiso, decir no sé qué porque se ofende el colectivo tal... ¡Oigan, quédense en sus casas! (ríe entre bromas).
--Además, poner en escena situaciones o personajes no implica apoyarlos sino denunciarlos.
--¡Totalmente! A lo mejor lo pones para que la gente se cuestione las cosas.
--¿La comedia hace más fácil poder plantear esas cuestiones?
--La comedia es la vaselina ideal. Si tú te ríes ya te predispones de otra manera.
--¿La comedia la llevó al teatro o que la empujó hasta aquí?
--No. Primero descubrí que me gustaba el teatro y después encontré mi manera de hacerlo y mi primera obra fue una comedia. Además, tuve la suerte de que mi manera de hacer gustó. También aparecí en un momento concreto que lo facilitó, porque muchas carreras también tienen que ver con eso, con los momentos, más que con los talentos. Eso sí, parece que no fue flor de un día porque llevo 20 años y sigo dedicándome a esto.
--¿Y con la misma pasión?
--Sí, pero hay cosas del teatro que me cansan mucho. Se ha perdido un poco la espontaneidad, parece que vayamos a una empresa. Has de decir las cosas con mucha antelación y yo soy mucho de la improvisación. Y luego si cambias, se quejan. Eso me cansa. Eso se está perdiendo. El teatro es crear y cocinar cada día y si tengo que saber cosas con tanta antelación me coartas mi creatividad. Yo creo en la sala de ensayo, es donde veo todo. Puedo ir predispuesta con una idea pero cuando llego allí puede cambiar. Si creo los textos así, cómo no voy a cambiarlo luego todo. ¿Te dije que quería un piano y al final no lo necesito? Pues no pasa nada. ¿Que has de pedir los permisos y tal? ¡Esto es un coñazo! Es como una empresa y eso al final me cansa. Y si me cansa mucho me retiraré a escribir (ríe), lo que a mí me gusta escribir en escena.
--¿Por eso ha mezclado con el cine?
--He hecho dos películas, pero no tanto. Sí, me apetecería hacer una serie e igual me pongo. Me apetece lo audiovisual, pero mi medio natural, mi casa, es el teatro. Claro que en el audiovisual tiene que estar todo más pensado. No lo sé.
--¿Se considera una autora libre?
--Sí, lo que pasa que esa libertad a veces esa libertad no siempre es bien recibida ola gente no la caba de entender. Yo empecé tarde y a mi manera, siempre lo digo. Si no les gusta mi manera, que no me llamen.
--Si lleva 20 años es que ha gustado, ¿no?
--Sí, no sé.
--¿Y cómo ve el panorama teatral ahora, pasados estos 20 años?
--Un poco como siempre. Siempre hay un nombre que aparece y parece que lo tiene que hacer todo durante dos, tres años, luego sale otro... Mi madre siempre me dice, tú te lo curras. No, yo he resistido. Es una carrera de fondo, de resistencia y, evidentemente, te han de seguir llamando. También me gusta mi trabajo, ensayar, los alumnos. Yo me implico. Y me implico igual si hago algo para la Flyhard que para la Sala Gran del Lliure, donde la temporada que viene haré Las amistades peligrosas, que de comedia nada.
--Eso iba a decirle. ¿Un giro?
--Bueno, puedo hacer otras cosas. Además siempre me ha interesado, porque también tiene algo de comedia, enredo, ligereza y le daré una vuelta.
--¿En clave feminista?
--No lo sé, pero para mí ella es muy protagonista (ríe).Para mí, siempre ha sido más la historia de Madame de Merteuil que de Valmont.
--Los personajes femeninos, de hecho, siempre han tenido un papel clave en el teatro, pero ¿es este un especial momento para los personajes femeninos?
--Personajes femeninos buenísimos han habido siempre. Creo que es un buen momento para personajes femeninos de más de 50 años. ¡Ja està bé, tú! Una Madame de Merteuil tiene una enjundia que quién te la va a hacer sino. Es horrible lo de "maduras", pero las salas grandes, los teatros deben empezar a ser dirigidos por mujeres, como la Portaceli en el TNC y Natalia Menéndez en el Teatro Español. ¡Ya está bien! ¡Ya nos toca!
--Aun así, siempre están los críticos.
--Pero siempre hemos estado y siempre hemos estado cuestionadas. Si te dan trabajo eres como la hermana pequeña, o viene el capullo de turno que te dice que aproveches "por las cuotas". Eso sí, las nuevas generaciones suben empoderadas, lo veo en mis alumnas. Se lo creen más, pisan más fuerte. Siempre tenías que estar agradecida. Además, parece que siendo mujer no te puedes equivocar. ¿Cuántas grandes mierdas han hecho los tíos y nadie les dice nada y teniendo un montaje? ¿Y yo no me puedo equivocar? ¡Es horrible! ¡Estamos creando, me puedo equivocar!