María Folguera (Madrid, 1984) lo reconoce: "No me había dado cuenta del influjo de Safo en autores que he leído o estudiado y que me gustan". Ha sido ponerse a explorar y descubrir cosas nuevas y encontrarse con las musas. Unas musas que pone en escena en la última obra que lleva el nombre de la poeta griega.
Safo es un proyecto que nació de Focus y que tiene como protagonista a una cantautora contemporánea, Christina Rosenvinge. Junto a ella y la directora Marta Pazos, la dramaturga ha creado esta obra que no sólo descubre a esta autora clásica, sino que enfrenta al espectador a repensar cómo nos ha llegado su historia y la historia en general.
Preguntas abiertas
"¿Por qué Ovidio nos ha llegado perfecto y casi intacto y de Safo sólo trozos y es tan desconocida?", se pregunta la madrileña. La historia de la griega está llena de vacíos, de mitos y con todos ellos dialoga y se enfrenta el público y la autora.
Tras su paso por el festival de Mérida, el montaje llega al Grec, concretamente al Teatre Romea de Barcelona, donde está hasta el 24 de julio. Crónica Global aprovecha el momento para hablar con Folguera y saber un poco más de Safo y la creación.
--Pregunta: ¿Cómo surge la idea de llevar a cabo 'Safo'?
--Respuesta: La propuesta parte de Focus a Christina. En conversaciones surge la idea de hacer algo en torno a Safo y surge la iniciativa. Christina me invita a participar y nosotras llamamos a Marta a sumarse como directora. Así conformamos este equipo en el que Marta dirige, Christina compone y yo escribo.
--¿Cómo ha sido el trabajo casi a cuatro manos con un material ya preexistente?
--El texto existe pero de su obra queda muy poco. Se especula que quedan menos de 10% de los textos de Safo. Se conserva sólo un poema entero, muchos fragmentos pero la historia dice que había 10.000 versos y quedan 192. Lo que hicimos fue trabajar sobre el imaginario de una poeta y de un personaje muy influyente desde la antigüedad hasta hoy día. Estaba claro, por eso, que también íbamos a hablar de la ausencia, de lo roto, de lo fragmentario, porque hablar de Safo es hablar de lo que no se sabe. Hay muy pocos datos biográficos de ella. Sin embargo, durante siglos se ha especulado, hay versiones contradictorias, debate, controversias... Por ejemplo, Ovidio inaugura el mito de que se suicidó en el mar por un hombre y fue dado por biográfico por siglos y, ahora, se sabe que debió ser un error y se podría haber confundido con sus poemas. De algún lugar sale, tiene poemas a dioses y diosas, a un muchacho llamado Faón que se supone que es por el que se suicidó, pero también sobre la vejez, amar siendo una mujer mayor... Nuestro espectáculo tiene la ventaja del teatro, que se alimenta de la ausencia, de silencios, de lo que no está, de lo que no ha llegado todavía o no va a llegar. Aprovechamos el propio dispositivo del montaje para cuestionar los mitos, ponerlos todos en escena, debatir y aceptar que nunca acabaremos de conocer 100% quién fue Safo.
--¿El misterio sobrevuela entonces esa puesta en escena?
--Totalmente. El misterio es un elemento importante en la puesta en escena de Marta porque ella, Safo, es un misterio. Quien pretenda explicarla como una figura acabada se equivoca. Además, cómo trasmiten sus poemas, su mundo es el del culto a las diosas, a las musas, a Afrodita, hay rituales en el que participan mujeres, de amor entre mujeres, de cultos a la diosa del amor, del deseo, lo que ella llama las rosas de Pieria. Entonces, es inevitable hablar de misterio, que es lo que transmiten los cultos de las mujeres en la antigüedad, porque es algo que no ha formado parte de la historia oficial ni de lo conocido. De hecho, ironizamos sobre cómo el teatro y la cultura han sido dominados por hombres durante siglos y por eso han llegado a juzgar a Safo como una mala mujer o sin llegarla a entender. Se ha llegado a decir que el grupo de mujeres con los que estaba era de alumnas, pero no se sabe qué era. El grupo que ella lideraba no se sabe si es una escuela, una comunidad de mujeres dedicadas al culto de la diosa afrodita, amantes poliamorosas... Toda etiqueta que le pongamos sería anacrónica.
--Y lo hacen como un viaje. ¿Cómo han construido ese viaje en el que destruyen mitos?
--Es un viaje por el tiempo. Lo bueno de invocar y tener a las musas en escenas es que ellas tienen esa perspectiva de otras épocas. No son personajes realistas que representan a otros seres humanos del siglo XVI a.C. Nosotros ponemos en escena a Safo, a punto de morir, que está en diálogo con las musas, ellas saben qué le va a pasar y cuál va a ser su proyección en el futuro, de la historia de Roma que Safo no llegó a conocer pero ellas sí, saben quién es Ovidio, Catulo, qué pasa en el siglo XX y XXI y lo que es el teatro.
--Esas musas, que son seres mitológicos, a la vez, destruyen otros mitos en la obra.
--Más que destruir, dialogamos con ellos. Invocamos a Ovidio, ponemos su versión sobre Safo y le contestamos. Eso es lo bonito del teatro, porque aunque destruyas no es verdad, sólo transforma. El teatro es un acto no destructivo, aunque salgas a escena con martillos a hacer pedazos lo que haya. Es un acto de construcción. No me gustaría que la gente saliera sabiendo o teniendo una idea de que sabe qué le pasó a Safo, no. Ponemos a Ovidio, le contestamos y queremos que piensen que Safo existió, que su historia está hecha de pedazos y que éstos son de gran calidad literaria, porque sus versos son preciosos y funcionan muy bien en el siglo XXI.
--¿Y se canta, ya que está Christina?
--Sí, ha compuesto unas canciones preciosas a partir de los poemas de Safo.
--Pero no es un musical, ¿o sí?
--Desde luego no es un musical. Pero no sé cómo lo enmarcaríamos. Pensamos si era un poema musical escénico, pero no lo sabemos. Además, las propuestas de Marta siempre son muy iconoclastas e inclasificables. No diríamos que es musical, pero si alguien lo encaja ahí, estaría bien.
--Entre la propuesta y lo inclasificable, ¿diría que es un juego de posibilidades?
--Sí, lo entendemos así desde la colaboración entre las tres. Mi texto es sólo una base desde el que Marta trabaja, pero al final son fragmentos también propone escenas que descarta y levanta. Christina compone canciones que luego rehace, que aparecen y desaparecen. Lo entendemos como un material muy abierto y, desde luego no es un hilo cerrado ni ordenado en A, B, C, D.
--¿Cuando escribe sus obras entiende de esta manera el teatro?
--A mi me encanta Marta porque es más visual, plástica y estética. Es fascinante y me gusta trabajar con ella porque somos muy distintas. Yo soy más literaria, tengo cierto apego al texto sin que sea convencional o aristotélico. De hecho, he llegado tarde al realismo. En cambio, sí tengo mucha relación con la palabra, a la que le doy un papel más central. Marta se centra en la imagen y Christina es el sonido, la música, la composición. Ella viene de los conciertos y nos trae una dramaturgia muy musical. Ella tiene esa conexión con Safo porque era una música, no escribía para publicar libros, ni papiros, sino que tenía una lira y daba conciertos, por lo que se la puede considerar una cantautora. Sé que te doy este abanico de las tres, pero para decir que entiendo el teatro como una apertura a la colaboración y, casualidad o no, mis últimos trabajos abordan las figuras de escritoras.
--Es uno de los temas que queríamos abordar.
--No ha sido planeado ni consciente. No estaba previsto ni pensado hacer una periplo de Teresa de Jesús, Helena Fortuny, Emilia Pardo Bazán y Safo, pero poco a poco me he hecho una pequeña enciclopedia de escritoras retratadas en escena. El año que viene, además haré otra obra sobre la escultora Marga Gil Roësset... Me interesa la genealogía de autoras y el teatro como espacio para conectar con lo perdido, destruido y las herencias para dialogar con ellas. ¿Por qué Ovidio nos ha llegado perfecto y casi intacto y Safo sólo trozos y es tan desconocida?
--La obra no da respuestas, como dice, pero ¿cree que tiene algo que ver que la cultura y el teatro, como dijo, siempre fue controlado por los hombres?
--Seguramente. La lírica griega, en general, ha sobrevivido muy mal. En la Edad Media se priorizó la épica a la hora de salvar los textos y, afortunadamente, algunos autores de teatro, aunque también se perdió muchísimo. Y sin duda que el género tiene que ver. El género es uno de los ejes de nuestra cultura, lo queramos ver o no. Sobre Safo hay juicios que la tachan de mujer cualquiera, una ramera, indecente... Aunque fue admirada por Ovidio, Horacio, Catulo, pero en los siglos posteriores cambió y se llegó incluso a especular con que había unq Safo buena y otra malq y no, es la buena todo el rato, por mucho que los datos biográficos no estén claros. Por eso, tiene sentido que en el siglo XXI reconectemos con ella y la reivindiquemos. Yo mismo la leí, pero ahora he tomado conciencia de lo importante que es leerla y dedicarle tiempo. A raíz de este proceso de investigación he descubierto una autora que tiene una relación con el sexo y la sexualidad que no está presente en el cánon. En nuestro cánon cultural no tenemos referentes de placer ni de lírica tan sencilla hecha por una poeta de la antigüedad. Te das cuenta de la falta de referentes de poetas antiguas que hablan con tanto poderío de su propio sentir, de su sensibilidad, su sensualidad, ser mayor y desear. Ella fue pionera entre las poetas a la hora de hablar del deseo desde un lugar subjetivo, personal. A eso se le suma ese culto a las diosas. Los que vivimos en una época poscristiana descubrimos una vida rodeada de dioses completamente hedonistas.
--¿Se conservadurizó la cultura con el paso del tiempo?
--Atenas y Esparta ya fueron mucho más represivas con las mujeres que la isla misma de Lesbos. Safo sería imposible en la Grecia de Eurípides y Sócrates, pero en siglos anteriores sí existía esa libertad y permisividad. A ver si conseguimos cerrar el círculo y volver (ríe). También soy consciente de que todo son especulaciones y miradas desde el siglo XXI.
--¿Esta es una obra para volver a creer en la poesía, en los mitos, en la mujer...?
--Sí. Es una obra para creer en la diosa Afrodita (ríe), en las musas y para abrazar la mitología y reconocernos como mitómanos. El teatro es un lugar de puesta en escena de los mitos donde se les cuestiona y se les pone en conflicto y en confrontación con sus distintas versiones. Abrazando esa complejidad celebras esos mitos. Con Safo celebramos un mito de una ancestra, de una época feliz y de una conexión con unas diosas que igual nos inspire y nos haga replantearnos incluso nuestra propia relación con el placer.
--Y más ahora que todo es más tabú. ¿Usted cómo autora siente más presión sobre lo que se puede decir o no?
--No. Lo que sucede es que ahora hay más conciencia de que puedes recibir respuesta. Ahora mismo, proponer es exponerse y cada vez más. Cualquiera puede pasar y comentar. Puede que tengamos más tensión y presión porque se pueden diversificar y multiplicar las reacciones a nuestras propuestas artísticas. Pero a la hora de escribir y crear has de negociar con esa exposición y la ética. El teatro es un espacio común. Yo me siento más cómoda frente a una hoja pero el teatro es un espacio común, un tiempo compartido con un trabajo de equipo y unos recursos al servicio de lo que se va a mostrar. Partimos de una libertad inicial pero hay un compromiso y una ética con la comunidad que te lleva a ser más provocador, gamberro o iconoclasta. Es una sociedad en la que se está expuesta. Yo lo pienso desde el principio.
--Pero porque usted siempre hizo un texto menos tradicional.
--Sí, pero el público que te viene a ver ya viene convocado por ti, la sala, el festival o lo que sea. Hay una comunidad afín. Raro es que uno haga teatro desubicado o para gente que no entiende nada. Siempre apelas a la comunicación, tanto los autores como el público, y se hace un esfuerzo para hacerlo, para alcanzarla. Pero creo que merece la pena, porque a raíz de este ejercicio de diálogo y escucha uno descubre cosas nuevas y nuevas maneras de decir las cosas.