Moria Casán: "Argentina no resiste análisis"
La actriz y vedete argentina inaugura el festival de Mérida con un 'Julio Cesar' reinona en el que desacraliza a Shakespeare
28 junio, 2022 00:00Moria Casán (Buenos Aires, 1946) es un referente en su Argentina natal. Un país que adora, pero que "no resiste análisis", asegura. Casi como ella, pero por motivos diferentes. Ha hecho revista, teatro, cine, televisión… Poco le queda por hacer. Bueno, sí, abrir el festival de teatro de Mérida con Julio César. Y no uno cualquiera.
La actriz se suma a otro icono de la escena argentina, José María Muscari, para "desacralizar" a Shakespeare y convertirse en el emperador romano. Un papel que le encaja a la perfección, aunque ella matiza que solo lo habita.
Un Shakespere diferente
La obra mantiene su esencia. La ambición, el poder, la política y la traición están servidos. Claro que todos los personajes masculinos los interpretan mujeres y a la inversa, y el marco en el que sucede es casi de revista, pero a ritmo de trap.
Moria lo bautiza como "un Julio César drag queen", algo que muchas veces se ha dicho de ella. Pero no, ella es una mujer de los pies a la cabeza que ha hecho de las críticas su espada para luchar contra quien la quiere cosificar. ¿Sus armas? Una "lengua karateca" y un compromiso por las libertades personales.
Crónica Directo habla con este fenómeno argentino que regresa a España para hacer "arder Roma". Un huracán se aproxima a Mérida. Ella misma se explica.
--Pregunta: ¿Cómo vive inaugurar el festival de Mérida de este año?
--Respuesta: Es un placer que nos hayan invitado para la edición número 68, en un teatro declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco, para llevar un Julio César drag queen.
--Ya nos acaba de dar una pista, pero ¿cómo definiría este Julio César tan particular de Muscari?
--Muscari es un gran cráneo de todo lo que sea disruptivo. Entre todos, además, se ha generado una mística grupal para que no le tuviéramos miedo a Shakespeare. Sí, respeto, pero lo desacralizamos. Es un Shakespeare intervenido del que Guillermito estaría orgulloso. Los roles masculinos están interpretados por mujeres y los femeninos, por hombres. En este caso, yo soy Julio César, Marita Ballesteros es Marco Antonio y así toda la compañía. Es un placer porque hay otro empoderamiento, otra verdad. Le sacamos el cartón, el almidón que puede tener el texto. ¡Puristas abstenerse! Aunque se entiende perfectamente el cuento que atraviesa todos los tiempos. Yo habito al personaje con gran pasión y la intensidad que merece, como cualquier personaje.
--Asegura que Muscari es disruptivo, pero usted siempre ha roto esquemas en su país desde que se subiera a un escenario y hasta ahora. ¿Siente que ha vuelto hacerlo al ponerse al frente de esta obra?
--¡Obvio! Cuando Muscari nació yo estaba encima de un escenario, ¡soy Tutankamoria! (bromea). Si hay alguien disruptivo en el medio, que rompe reglas, que se ha atrevido, que ha sido una feminista no agresiva desde antes del feminismo y la aparición de las siglas LGTBIQ+ y que ha luchado por sus derechos soy yo. A principios de los años 70 empecé a hacer revista y entré a un escenario desnuda y sin documentos. Te cuento brevemente esos inicios para que sepas qué es la no cosificación.
--Adelante.
--Yo entré por el cuerpo y quedé por el talento y la cabeza y ahí me puse una cucarda. Estaba cursando primero de Derecho y fui al Teatro Nacional a ver revista que dirigía el genio Carlos Artagnan Petit. Me ve y le gusto físicamente y me llama para subir al escenario, pero porque le gusta mi físico y mi combo. Era domingo y me citó para el martes porque se les iba una vedete y yo era "el tipo de mujer que nos gusta mostrar", me dijo. La mujer objeto. Me lo tomé como halago, igual. Ese martes tenía examen de economía política y después salí al teatro sin decir nada a nadie. Llegué tarde, me dio bronca, me marcaron unos pasos y enseguida lo agarré porque soy profesora de baile. Para mí era una tontería: hacer de Chaplin, aprenderse cuatro o seis pasitos y hacer un estriptís. Me probé la ropa y debuté a las 20.45. Salí de casa para hacer un examen a las nueve de la mañana y llegué a las tres de la madrugada pintada como una puerta y les conté a mis padres que debuté en la revista, que era... no te digo la mala palabra. En seguida fui primera figura, pero en mis contratos exigí que ningún cómico podía cosificarme o bardearme ['insultarme']. En esa época la vedete era decorado, objeto y cosificada. Y allí ya rompí reglas. Escribía los guiones con los guionistas y terminaba sus chistes incluso. Por eso, sabía que entré por el cuerpo, pero no permití que me cosificaran.
--Muy bien, ¿no?
--Sí. Y a partir de los 70 para adelante siempre he tratado de empoderar mi género, sentirme orgullosa de él y estar cerca de todo lo que es marginal. Yo tuve lugares como playa Franka donde se podía hacer toples cuando nadie lo hacía en mi país; o Gaysoline, un club mixto que era para todo el mundo de todas las condiciones sexuales, como pasa ahora, pero 30 años atrás. Siempre estuve al lado de lo marginal, porque aunque siempre fui comercial, me siento una outsider dentro del sistema.
--Y aun así es todo un referente en su país.
--¡Totalmente! ¡Soy icono gay por supremacía absoluta! Nunca me aproveché de las circunstancias. Ahora hay todo un amplio corredor gay, el género binario y no binario, el transgénero. Todo esto lo he luchado y lo he llevado no como estandarte ni bandera, lo milité con el accionar, desde mi posición, no para tener un puesto y decir que lucho por ello. Hace 30 años, cuando nadie hacía nada, me la pasaba en las comisarías a sacar a amigos míos que los habían metido presos porque movía las caderas cuando caminaba. Y en dictadura. La primera trans argentina, Ana Lupe, que ahora vive en España, vivió en mi casa y harta de que la policía la detuviera, le di un sobretodo de un marido mío, la envié a sacar documentos, se fue del país y se operó. Tengo una historia con gente a la que le he dado un poder para que sean ellos. Los he protegido y los sigo protegiendo. He hecho programas que triunfaban y me los han cancelado porque traía a toda esta gente que no vende publicidad. Me jugué por eso porque así lo siento. Y Julio César no deja de ser otra disrupción en mi carrera que me hace feliz.
--De hecho, ¿ha servido este 'Julio César' para callar bocas y demostrar que una actriz de revista también puede hacer un Shakespeare y abrir Mérida?
--¡Es lo máximo! Y vamos a Mérida para hacer arder Roma casi. Yo soy muy metafísica y creo en la sincroenergética del universo. Es muy fuerte que a la semana de los ensayos me llamara el director del Teatro San Martín para anunciarlos la invitación al festival. Voy además con unos compañeros tan talentosos. Hay una mística grupal tan buena, somos como ritualistas de Julio César. Esperábamos los sábados y los domingos a las 17 horas en el barrio de Mataderos, además.
--En una sala que se reabre después de mucho tiempo, ¿no?
--Tuvimos la suerte de que nos llamara el San Martín que está en la calle Corrientes [el Broadway de Buenos Aires], que es como mi segunda casa. Pero lo hicimos en la sala de Mataderos, que se inauguró este año también. Y tiene más fuerza hacerlo en un barrio genuino como Mataderos, la gente y el barrio está dinamizado, hay alegría y se hace un Shakespeare como él lo hacía a las afueras de Londres, ir a la marginalidad. ¡Estoy plena! ¡Deseo ya llegar a España!
--Bueno, usted ya actuó aquí hace unos años.
--¡Claro! En la sala Pasapoga de Madrid, donde estuve con el cómico Ángel de Andrés haciendo Una americana con Ángel que fue un éxito rotundo. Antes de que yo fuera había una gente de la tele y no les fue bien. Llegué yo desde Argentina y te reviento la sala. Y estuve viviendo en Madrid y en Valencia.
--¿En Barcelona no?
--No. ¡Pero conozco! Ahí está mi amigo Custo Dalmau, que viene siempre a mi programa y a mi casa. Y yo he estado allí con él. Y me encanta comer en el mercado de la Boquería, donde me comí una langosta... ¡Qué rico que es! Y estuve en Sitges porque está mi amigo Daniel Busato que tiene allí El candil y hace shows de trans y drags de gran categoría. Barcelona es la bomba, es hermosa. España para nosotros tiene un valor impresionante. Es nuestra madre patria, nos ha colonizado. Además, mi hija, Sofía Gala, ganó su primer premio como mejor actriz en el festival de Huelva, por su papel en El resultado del amor de Eliseo Subiela y en 2018 ganó la Concha de plata a la mejor actriz con Alanis.
--Pero volvamos a 'Julio César'. ¿Se ha sentido traicionada como su personaje?
--Sí, pero metabolicé la traición. Es tan baja que mi orgullo no me permite asimilarla. Es una debilidad de quien te la hace, es muy de cuarta para que pueda modificar mi vida. No le quiero dar poder a nadie para que me cause un mal momento. Y me han causado muchos, pero los transité, metabolicé y lo pasé. Esas bajezas no entran en mi esencia como persona, y si vienen de otra parte la ninguneo o devalúo a la otra parte. Me han jodido, sí, pero no me pudo. Hay gente que se enoja con el mundo, pero cada hecho que me pasa me vuelve más gozadora (sonríe).
--Usted no quiere dar poder a nadie, pero con su popularidad, de alguna forma, lo tiene, igual que Julio César, y ese es el motivo por el que lo matan, para quedarse con él. ¿Qué relación tiene usted con el poder?
--Yo me siento identificada con Julio César porque es un personaje apasionante y yo le pongo pasión a todo, pero no me creo el poder. Lo tengo, pero no compro lo que vendo. No abuso de él, lo gozo. El poder corrompe, debilita si no lo sabes usar. El poder te da fuerza y te debilita porque puede hacerte caer en su propia trampa. Caes en el poder y enloqueces, hablas de ti en tercera persona, crees que tienes más fuerza que nadie y si bien no pienso en la muerte, sé de mi extrema finitud y no me lo creo. En este sentido no me siento tan identificada con el personaje y lo transgredo. Le encuentro la parte femenina y al ser una fémina muy potente saco mi parte masculina. Allí hay un goce enorme en el que soy Julio César y Moria a la vez y voy y vengo y me hago un quilombo... ¡Lo gozo! Tiene música incidental como trap...
--Así es. ¿Cree que es una versión de Shakespeare que puede atraer al público joven al teatro?
--En Argentina vino mucha juventud. Adoran y otros se enteran por primera vez que Shakespeare hizo Julio César porque solo leyeron Hamlet o Romeo y Julieta. De hecho, en un momento mezclo y cito el "to be or not to be".
--No solo eso, si no que se meten en política. El texto mezcla algunas referencias.
--Sí, pero pocas.
--De todos modos usted no ha tenido miedo a expresar sus opiniones políticas. ¿Cómo vive ahora la política y la situación actual argentina?
--Nuestro país no resiste análisis. Yo lo amo, lo vivo, tengo todo acá, me envuelvo con la bandera, pero lo analizo. No se puede. Es todo muy loco acá. ¡Y al que le quepa el sayo que se lo ponga! El poder es para cuando lo tienes poder hacer algo por los demás para bien. Yo no quisiera estar ni un minuto en la piel de un político. ¡Imagínate la responsabilidad! Si bien todos hacemos política de algún modo. De hecho yo tuve un programa que sentó jurisprudencia. Pusimos una cámara oculta en casa de una mujer y vimos como el marido la maltrataba, el caso llegó a tribunales y sentó jurisprudencia. Luego quisieron que fuera ministra porque quería ayudar a crear un ministerio de la mujer para ayudar a las mujeres golpeadas. Obviamente no pudo ser. Había muchas cosas intervenidas y no gané. Quería estar en política para hacer algo que terminara con la burocracia, cosa que es muy difícil de hacer.
--Una lucha política y contra la violencia que continúa. ¿Cómo vive esta ola de feminismo que algunos critican?
--El feminismo, igual que todo movimiento que luche por derechos, me parece bueno. No me lo parece el fundamentalismo extremo porque entras en una cosa que te nubla la razón. Cualquier movimiento que luche por la libertad es lo más.
--En este 'Julio César' además hablan de otra libertad, la sexual, que como bien ha dicho ha reivindicado muchas veces.
--¡Obvio! En la vida es fundamental tener libertad interior, básicamente. No solo salir del armario y decir si eres gay o no, sino salir del armario interno que hace que las personas vivan sometidas a prejuicios. En este Shakespeare desacartonamos los prejuicios, los sacamos del armario, lo transgredimos, lo trapeamos y lo mandamos al frente para que lo goce la gente.
--O sea, que al final sí. Usted tiene muchos puntos en común con Julio César.
--Yo habito el personaje, pero no entra en mi piel ni me levanto y pienso que soy Julio César. Es solo el raro que estoy en el escenario que lo transito y cuando estoy fuera ya soy Moria.
--¿Y le gustaría que, más allá de su paso por Mérida, esta obra girara por España?
--¡Claro! Sería un placer. Y creo que esto va a tener mucho éxito. No solo porque transgrede, sino porque este Shakespeare impone un transgénero teatral. Y, como dije, todo lo disruptivo es bueno.
--¿Y a meterse otra vez en política se animaría?
--¡No! Yo me animo a todo, pero la política la hago desde el escenario dándole alegría a la gente, acompañándolos y que ellos me acompañen a mí. Seguir en el teatro es mi hecho político más importante.