Sant Jordi: de la devoción militar a la fiesta cultural en Cataluña
El culto a este caballero se extiende desde el Cáucaso hasta los países anglosajones, pero la leyenda y la celebración del amor con la rosa cuajó en la sociedad catalana desde el siglo XV hasta ahora
23 abril, 2022 00:00Las Cortes Catalanas declararon en 1456 a Sant Jordi como patrón de Cataluña. Fue en ese momento, con Alfonso el Magnánimo como conde de Barcelona, cuando germinó la celebración que hoy cubre las calles de la comunidad de rosas y libros. Pero, ¿por qué la devoción en la región diverge de la de otras partes del mundo?
San Jorge es un caballero bastante arraigado y querido por todo el globo. Es patrón de Georgia --aunque celebra la festividad el 23 de noviembre--, Bulgaria, Etiopía, Portugal, Grecia, Serbia o Eslovenia. Pero también lo es de regiones como Amesfoort, Friburgo, Londres, Moscú, Haldern y, por supuesto, de Aragón. Aunque la devoción en la antigua Corona de Aragón no evolucionó del mismo modo, por lo que resulta interesante analizar el desarrollo cultural catalán mientras en las autonomías limítrofes se ha mantenido el espíritu de las cruzadas.
La devoción de las cruzadas
“Fueron las cruzadas con las que se recupera el devoción y el culto a San Jorge, vinculada a la caballería y a los cruzados, y quedó, también, unido a las cofradías de caballeros, sobre todo en la Corona de Aragón”, explica Emili Boronat, profesor de Historia de la Universitat Abat Oliba CEU (UAO CEU) de Barcelona. Esta implantación se dio, según explica el historiador, de diferentes formas en el territorio gobernado por la Casa de Trastámara. “Entró a través de Sancho el Mayor por Navarra y Aragón, pero también por Cataluña por el Abad Oliba, que erigió en el propio monasterio de Ripoll un altar dedicado a Sant Jordi”, relata.
El aprecio de los reyes de Aragón lo llevó incluso a cambiar el grito de combate de sus soldados. “Aragó, per Sant Jordi” fue el nuevo cántico que se estableció en toda la Corona, mientras los ejércitos de almogávares golpeaban sus espadas contra las piedras para asustar a los enemigos y bramaban “Per Santa Maria”. “Las Cortes decidieron que el grito cambiase” a favor del nuevo patrón y venerado caballero, asegura Boronat.
Romanticismo catalán
Mientras la tradición caballeresca seguía imperando en medio mundo y la Corona de Aragón veneraba a su protector, el Principado de Cataluña tomó otro rumbo. “En 1667, después de que la fiesta de Sant Jordi fuera expandiéndose, el papa Clemente IX aprobó que Sant Jordi se celebrase en toda Cataluña y fuera reconocido oficialmente como patrón”, remarca el profesor universitario.
Pero la devoción por Sant Jordi decayó entre los siglos XVIII y XIX. Aquí es donde se da el cambio esencial para que cada 23 de abril Cataluña se vista con las prendas del romanticismo y la razón. “Cuando se recuperó la celebración de Sant Jordi se hizo con un espíritu más romántico, impulsado por la Reinaxença y el catalanismo cultural de finales del siglo XIX”, explica Boronat.
Sant Jordi en el modernismo
Esta celebración, que mantiene su epicentro en Barcelona, logró dar un giro completo que la hace única a ojos del resto de festividades de San Jorge en España o de medio mundo. Pero, además, dejó su pequeña huella en los años venideros, especialmente en el siglo XX, con la llegada del arte modernista.
“Gaudí, por ejemplo, tiene dos obras muy conocidas en Barcelona en las que lo representa. La Casa Batlló, con su tejado que representa las escamas de la espalda del dragón y la pequeña torre que es la lanza de San Jorge que lo atraviesa; y la Torre Bellesguard, edificada en la que fue la casa de verano del rey Martí L’Humà”, sintetiza el historiador. De hecho, estos emblemas con el caballero se pueden ver por toda la capital catalana: en la Casa Amatller, la Casa Terrades, el palacio del barón De Quadras, el Palau de la Generalitat, el claustro de la Catedral…
La leyenda de Montblanc
Este ha sido el desarrollo que ha llevado a San Jorge a convertirse en Sant Jordi, que es algo más que un caballero o un patrón para Cataluña. Pero, más allá de la historia, los mitos siempre han gustado para consolidar una fiesta o tradición. La leyenda nace en Montblanc (Tarragona). “Todos conocemos esta historia, en la que el dragón exigía para calmar su ira y su deseo de acabar con la ciudad de Montblanc, que el pueblo le entregara a una persona para ser devorada por la bestia”, narra el experto de la UAO CEU.
El problema, según la leyenda, llegó cuando por sorteo le tocó a la hija del rey, a la princesa. Pero en el momento de ser devorada por el dragón apareció San Jorge y con su espada mató al dragón. De la sangre de la bestia brotó un rosal y el caballero arrancó una rosa y se la ofreció a la chica que acababa de salvar.
“San Jorge sale victorioso, pero en el contexto de una sociedad cristiana no es tanto por la inteligencia, que no se le niega, sino por un acto de valor, de fortaleza y generosidad. Es una relectura del hombre vanidoso que salva a Tebas”, sentencia Boronat. Todos estos detalles son los que durante más de 500 años han ido creando Sant Jordi, ese oasis cultural cada 23 de abril en Cataluña que poco a poco ha ido perdiendo su devoción más primigenia de las cruzadas y el círculo militar.