La sobreabundancia de restaurantes italianos en prácticamente todas las poblaciones del mundo ha dejado de lado las cocinas regionales para favorecer a la pizza, los sabores del norte de Italia y la gastronomía napolitana. Esto ha provocado que en Barcelona los establecimientos de alta cucina hayan opacado a los platos más emblemáticos de otros territorios. Sicilia es el aroma más difícil de encontrar en la ciudad, con un par de restaurantes que han sobrevivido a la pandemia.
Representantes de la Cámara de Comercio Italiana en Barcelona han explicado a este medio que los restaurantes sicilianos son “los más escasos” de la ciudad. Por ello han incluido en la campaña de promoción de la alta cocina regional Italia con Gusto al restaurante Galú, con gastronomía que acerca a los tres picos de la isla de Sicilia. Niko Scimone es el chef de este establecimiento, que ofrece una pequeña degustación entre la típica lasaña, risotto o espaguetis a la napolitana.
Estándar italiano: lasaña y pizza
Scimone abrió el restaurante en septiembre de 2017, con el nombre combinado de sus dos hijas, y combina con diferentes platos italianos sus sabores de Sicilia. No obstante, no hace pizza y esto “es lo que más le sorprende a los clientes”, explica. El chef lamenta que el desconocimiento de la cocina siciliana le impida, en muchas ocasiones, mantener una lista de parroquianos habituales. No obstante, al combinar sus especialidades con la cocina napolitana y los sabores suaves del norte de Italia, consigue crear una oferta variada y atractiva para el consumidor, aunque no sea la que le gustaría crear entre fogones.
“Los platos sicilianos tienen sabores muy fuertes”, asegura el cocinero del Galú. Esto es lo que hecha para atrás a muchos de sus comensales. No obstante, mantiene una relación estrecha con la cultura catalana y su cocina, por la influencia del rey de Aragón y conde de Barcelona Pedro III, que conquistó la isla italiana en 1282. Los caracoles al estilo ilerdense y las sardinas recuerdan a la gastronomía tradicional catalana, pero su proximidad al norte de África y las reiteradas invasiones musulmanas han dejado una herencia similar a la que se puede encontrar en Andalucía. Ello ha creado una combinación única con platos explosivos no aptos para paladares débiles.
Platos de origen pobre
“Por haber sido [Sicilia] dominada por árabes y aragoneses, que dejaron una población empobrecida entre tantas guerras, los platos tienen un corte pobre, a diferencia de lo que sucede en el norte de Italia”, sentencia Scimone. De hecho, este origen humilde de la cocina siciliana se observa entre los propios nativos de la isla que ironizan con “la pasta con basura” al referirse a la tradicional pasta con sardinas.
No obstante, este último reducto siciliano en Barcelona deja algunos productos que serían ideales para implementar en el ajetreo de la capital catalana. “Arancinno, de origen árabe, es un plato que lo hacían en una bola, lo freían y se lo llevaban para comer en el trabajo”, apunta el chef. Una de las expresiones de la comida siciliana que reivindican un puñado de restaurantes de la ciudad, pero que no acaban de calar entre los barceloneses, ante el desconocimiento de la cocina regional italiana más allá de pizza, lasaña, risotto, ravioles y tiramisú.