La fuerza de Verín y el delicado amargor del Mara Mura en un viaje de altura
El Mara Mura es un 'godello' de la casa Martín Códax que seduce por su complejidad en tierras gallegas fronterizas con Portugal
14 junio, 2020 00:00La comarca de Verín constituye una singularidad dentro de esa gran singularidad ibérica que es Galicia. Allá arriba, a la izquierda, un cuadrado gastado encima de Portugal, un saliente hispánico abocado al Atlántico: rompecabezas orográfico y costero, de accesos y comunicaciones complejas, minifundista y brumoso, marino y salino, leyendas misteriosas del finisterre… Singularidad sobre singularidad, doble singularidad, pues, la de Verín. Y por varias razones.
Rompe con la imagen gallega de lo húmedo y verde desbordante, de la tierra gastada abocándose al mar. En lo más caluroso del verano verinés podemos acercarnos a las temperaturas máximas de toda la península, muy próximas a las de la cuenca del Guadalquivir. En verano noches frescas y días asfixiantes, en invierno el austero frío continental: son variaciones térmicas que gustan a los viñedos. Verín se ubica en el centro de un gran un valle circular, en lo más hondo de una cuenca fértil, sólo abierta al sur hacia la frontera de Portugal. Y es que la ciudad apenas dista de una veintena de kilómetros de la portuguesa Chaves, y entre ambas se constituyó la primera de las eurociudades, idea transfronteriza de múltiples dimensiones que conviene seguir con atención. La “raia”, la frontera, siempre difusa y con realidades tan distintas a como aparece dibujada en los mapas.
El vino gallego, fiel a su geografía
La autovía A-52, que une Benavente con Vigo, resulta una obra de ingeniería gigantesca para transitar rápidamente por una orografía muy compleja. Tras dejar atrás la meseta castellana ganamos altura progresivamente por el oeste zamorano. La vía se encajona entre la Sierra de la Cabrera (al norte) y el Parque Natural de Montesinho, al sur, ya en Portugal. Tras superar la comarca de Sanabria, accedemos a Galicia por un par de túneles y enseguida llegamos a Gudiña, cerca ya de los 1000 metros de altitud. Pronto, adentrándonos en la provincia de Orense, se abre ante nosotros la gran depresión que es el valle de Verín.
En el centro, como punto de referencia, la imponente fortaleza del Castillo de Monterrei. Tendremos que enfrentarnos a un vertiginoso y rápido descenso hasta los 350 metros de altitud de la capital, poniendo a prueba las pastillas de freno de nuestro vehículo. Si nuestro viaje prosiguiera hacia el oeste, apenas pasado Verín, volveríamos a ascender bruscamente hasta superar este valle, uno de los más amplios del sur de Europa.
La cuenca del río Duero
Y en lo que refiere al vino, la DO Monterrei, creada en 1994, es la única de las cinco denominaciones de origen gallegas que escapa a la sabrosa centralidad impuesta por el eje de los ríos Miño-Sil. “El Sil lleva el agua y el Miño la fama”, afirma el dicho. Y naciendo en el leonés Bierzo, el Sil entra en Galicia por Valdeorras, se encajona en la Ribeira Sacra y desemboca en el Miño para proseguir por el Ribeiro donde se enriquece con las aguas del Avia y alcanza el océano en las Rías Baixas. Toda la articulación del vino gallego se puede explicar resiguiendo estos cauces.
Excepto en Monterrei, bastante más al sur, y esta es otra singularidad. El río que cruza Verín es el Támega, que nace en las alturas de la Sierra de San Mamede, paraíso de manantiales y aguas medicinales que, pronto, se adentra en Portugal hasta desembocar en el gran Duero, no muy lejos de Oporto. Toda esta comarca pertenece, por lo tanto, a la Cuenca del río Duero.
Martín Códax en Monterrei
La gran casa cambadesa Martín Códax, que debe su nombre al mítico trovador medieval gallego, fue fundada en 1986 coincidiendo con la gran ebullición del albariño en los años 80 y que culmina en 1988 con la constitución del Consejo Regulador de Rías Baixas. Es actualmente una de las grandes bodegas asociadas al vino de albariño, el gran vino gallego del mar. La suya es una historia de crecimiento exitoso y expansión internacional, y en el inicio del siglo XXI toma pasos en una dirección singular: inicia un crecimiento poco habitual en las bodegas cooperativas, el de desarrollarse más allá de su Denominación de Origen para liderar proyectos en otras zonas. En 2003 se adentra en el Bierzo con la bodega Cuatro Pasos, de la que hablaremos en otra ocasión, y desde 2009 con fuerte presencia en Monterrei tras una alianza con la cooperativa local Terras do Cigarrón.
Ya reseñamos en su momento un albariño de Rías Baixas. En este caso nos ha seducido acercarnos a Martín Códax a través de uno de los godellos que elabora en Monterrei, el Mara Moura 2018. Su primer vino, el Mara Martín, un godello de 2019 refrescante y ligero en boca, ya apunta algunas direcciones aromáticas. Veamos qué nos dice el vino de godello (con un toque de treixadura, como indica la ficha de la bodega del hermano mayor).
¿Cuál es la impresión que invade a quien se acerca a una copa de Mara Moura? ¿Ligeras aromáticas vegetales? Desde luego, ese delicado amargor elegante que nos invita a repetir ¿Crujientes cítricos tal vez? Seguro, aunque registramos mucha complejidad tanto en nariz como en boca ¿Una sutil fruta tropical? También ¿Una ligerísima y elegante sensación de pastelería fina? Es posible. Aunque en el fondo nos decantamos por abrir la puerta a que sea el errante explorador quien bucee y descubra sus propios mensajes: el embalaje contiene topografías frágiles que requieren de afectos.
El marisco como nexo gastronómico
Es un vino con posibilidad de guarda, por supuesto, la longitud y persistencia del mismo en nuestro paladar nos lo confirman. Pero andamos dándole la vuelta a las varias direcciones que apunta el vino buscando la clave interpretativa, y tras probarlo de nuevo creemos dar con ella: identificamos la presencia de un fondo de grosella, o mejor dicho, un licor de grosella. Nos parece muy interesante pues es algo raro en vinos blancos. Ese equilibrio entre dulzor y amargor de la grosella nos abre el apetito y, tomándola como hilo conductor, pensamos inmediatamente en el nexo gastronómico. ¿Marisco? Si, pero no como protagonista. ¿Quizás una ensalada de verano o una ensaladilla rusa con atún en conserva, mayonesa y huevo? Bien, es una posibilidad. ¿Un pescado blanco? Sí, nos vamos acercando, aunque la grosella nos pide un punto más… ¿con una confitura quizás?
Puesto que se acerca la hora de almorzar y estábamos dibujando un arroz con calamar pensamos que podemos transformar un poco el plato y quitarle protagonismo al arroz para confitar un poco de cebolla y llevarla hacia el dulce… ¿unos calamares encebollados? Ese sutil confitado nos acerca mucho a lo que tenemos en mente… quizás un toque de especia como la cúrcuma y la canela le dan el toque final.
Vino: MARA MOURA 2018
Precio (en tienda): 12-14 euros
Taula del Vi de Sant Benet son: Oriol Pérez de Tudela, Marc Lecha y Albert Martínez López-Amor.