La garnacha fina y madura de 'Particular', el vino de Campo de Cariñena
Un viaje a tierras aragonesas lleva a descubrir un vino con identidad, la garnacha que vincula el territorio con lo vegetal y que produce algo excepcional
31 mayo, 2020 00:00A los que siguen estas páginas les sonarán la garnacha y la cariñena. Algunos podrán incluso acusar su repetición. Una de las causas de reiteración es el vínculo vegetal con lo territorial. Cuando nos movemos por nuestros alrededores estas vides son habituales, por “autóctonas”.
Y por esta senda llegamos, de nuevo, a una garnacha fina y madura, Particular Viñas centenarias, de la región vinícola del Campo de Cariñena. Pero primero, antes de que el vino nos invada, un apunte sobre la curiosa pareja que aquí se mezcla en lo cultural y lo geográfico más que en el propio vino. Cariñena es una de las cuatro denominaciones de origen aragonesas, en el centro-oeste de la provincia de Zaragoza, enmarcada en el eje del Ebro y con una enorme y remarcable tradición, que de lo agrario profundiza y enraíza en lo social y en lo cultural.
Según el reciente poemario de Antón Castro, Cariñena es “la viña del mar”, en alusión al mar de viñedo ondulante que se ofrece al ojo del espectador. Y aunque la importancia del comercio del vino haya llevado a la región a un amplio catálogo varietal, la fundamental, la que excele y tiene mayor y más afianzada implantación es la garnacha. Cariñena, que es pueblo y capital de ese mar de viñedo rico de matices, lleva el nombre de esa otra vinífera fresca, ácida y llena de vigor que históricamente tuvo su lugar en el ensamblaje típico de la cuenca mediterránea (todavía es así en el Priorat, en el Montsant o en Terra Alta: la combinación de garnacha y cariñena es la mayoritaria). La historia, la geografía vegetal, la toponimia y el comercio se funden en un mapa que mezcla conceptos y nombres, a la vez próximos y difusos.
Cata particular viñas centenarias / YOUTUBE
Antón Castro (Santa María de Lañas, Arteixo, A Coruña, 1959 y residente en Zaragoza desde 1978) cuenta en Cariñena (Pregunta Ediciones, 2018), su narración de vendimia de sus 19 años, que «en el último trayecto de regreso a Alfamén intenté alzar los ojos hacia las extensiones de uvas o majuelos infinitos: los campos de pizarra y arcilla, la textura de las guijas y guijarros, el llano inmenso de un ocre rojizo, el celaje que adquiría las tonalidades de la fastuosa paleta de un pintor».
La relación con el mundo desde lo particular
Porque, aunque marcado por la fatiga de las jornadas de vendimia, ese Campo de Cariñena entró enseguida y para siempre en algún rincón de su corazón. Las 150 páginas de ese relato de vendimia veloz son el repaso de un viaje iniciático de ese joven del artificio literario que nos acercan al marco físico (como en las líneas de la cita) pero también al humano, al arraigo y a la centralidad del vino. Los 10.000 habitantes y los 14 municipios de la comarca del Campo de Cariñena viven y conviven con el vino desde la noche de los tiempos; y Castro tropezó con ese fondo cultural en su curiosa y abierta adolescencia, ávida de amores fecundos y generosos.
Podríamos haber entrado a esta comarca garnachera por la antigua vía férrea, construïda a finales del XIX y que supuso la industrialización del vino y el abandono del modelo del auto-consumo. Ese camino vinculó a Cariñena con la exportación: del centro de Aragón al otro lado de los Pirineos, por aquellos entonces afectados por la plaga más importante de la historia de la viticultura... Son aproximaciones que nos ofrece el mapa, para la comprensión territorial, de lo orográfico a lo comercial, conectado por los medios de locomoción.
El mar de viñas del Campo de Cariñena produce actualmente más de 300.000 hectólitros. Y algo deben al desarrollo que supuso esta infraestructura decimonónica que, aunque la filoxera la hizo tambalear, habría cambiado ya para siempre el horizonte de las gentes y sus relaciones con el mundo.
Nosotros, y así como Antón Castro llegó un día de octubre de 1978 en autostop desde Zaragoza, nos acordamos también de la primera vez que dimos con Cariñena. Fue una excursión errática, tranquila, sin rumbo preciso, confiada, que nos llevó por Fuendetodos, y enmedio de la espesa niebla otoñal quisimos pisar la casa museo del pintor que engrandece ese origen. Seguimos por Belchite... y bajamos al valle para tropezar con esa capital comarcal que huele a vino por doquier. En un bar tomamos una copa de garnacha blanca que tuvimos que comparar mentalmete con las de Terra Alta por ejercer de referencia en la memoria que acumulamos. Y luego a por vino en una de las cooperativas que permanecían abiertas. Salimos bien provistos y nos quedamos con el impacto de una de las novedades de Bodegas San Valero, el de la Bodega Particular, y más en concreto el de “viñas centenarias”.
Particular es una colección de pequeñas producciones que busca vínculos con la tradición, desde la alusión a esos vinos particulares que permanecieron en la memoria familiar, pasando por una gráfica que habla de trazos humanamente sencillos, y explorando en definitiva el carácter de la garnacha de la región.
¿Cual es la impresión que invade a quien se acerca a esas “viñas centenarias” de la Bodega Particular?¿flores? Sí. Delicadas; algo marchitas según el paso de la crianza ¿Robles? Pocos. La sabiduría de la garnacha consiste en ese hilo de elegancia sostenido y frágil que hay que leer y acompañar, antes que invadir con excesivos robustecimientos... ¿y madurez? Sí. Madurez tranquila, que nos da la elegancia en la textura que enlaza con un paisaje apacible. Pero dejemos que sea el errante explorador quien bucee y descubra sus propios mensajes: el embalaje contien topografías frágiles que requieren afectos.
Fe en la singularidad
Para completar ese viaje al corazón de Cariñena sólo nos queda retornar sobre una de sus marcas más certeras a través de las impresiones de Antón Castro, que recupera de sus notas de juventud una alusión al Cierzo y concluye: «Cómo azuza el viento... querría desmenuzarte la imvasión de perfumes que se levantan de los viñedos a cualquier hora».
La tierra, el origen, la historia, la idiosincracia, pero el clima y el suelo... y ese viento de interior tan importante que desciende con el Ebro y da carácter a sus pueblos y sus vinos. La ventilación que supuso sanidad vegetal desde antaño y que propició el arraigo de la viticultura, a la vez que causa estragos esporádicos en el cuajado de la garnacha, es al fin y al cabo un signo de identidad. Interpretar la garnacha desde su vínculo con el Cierzo, por ejemplo, es una prueba del compromiso de una bodega como San Valero, con más de 500 socios y presencia en 30 países, con la tipicidad. Puede que las grandes garnachas de Cariñena deban algo de su elegancia a esa ventilación. Cuidar y seleccionar las Viñas centenarias es un acto de fe en esta singularidad que merece elogios donde se encuentre.
Esa sensación de vitalidad global que nos dio la Bodega Particular de Cariñena es la misma que apreciamos en Antón Castro, un periodista afincado en Aragón del que desconocíamos todo y que desde su modestia local habla del mundo y para el mundo. Se dio la circunstancia que nuestro compañero Manuel Rivera nos lo referenció, simplemente por aragonés (de adopción) y nos encantó descubrirle y nos vimos automáticamente comprometidos con su figura, puesto que casualmente ejerce de embajador cultural de ese Campo de Cariñena en el que entramos a través de esta garnacha tan particular.
Vino: Particular Viñas centenarias Garnacha 2014
D.O. Cariñena
https://www.sanvalero.com/producto/particular-garnacha-vinas-centenarias-2014/
Precio (en tienda): 14 €
Taula de Vi de Sant Benet: Son Oriol Pérez de Tudela, Marc Lecha y Albert Martínez López-Amor e indicaciones de Manuel Rivera