Marta Gracia, una joven escritora apasionada por la historia contemporánea, pasea hoy por librerías y centros comerciales satisfecha por ver su novela en la sección de novedades. El olor de los días felices es el fruto de mucho trabajo y persistencia, pero también de su interés por aquellos tiempos en los que, si le hubiese tocado escribir, el proyecto le habría supuesto un riesgo personal, familiar y social añadido.
Vivir en un mundo donde los derechos civiles de las mujeres han progresado no implica haber derrocado todas las barreras. Además, los caminos que conducen a la publicación editorial están repletos de piedras, zarzas y dudas sobre si el sendero conduce a alguna parte más allá del hobby personal.
Del hobby a la autoedición
“Siempre tienes la inseguridad de que, como la novela solo llega a conocidos y familiares, los buenos comentarios son para regalarte los oídos. Te falta la visión profesional”, recuerda Marta sobre sus inicios. Este es el primer escollo: llegar a un público amplio para obtener una crítica objetiva y desinteresada.
Para avanzar, la autora decidió recurrir a la autoedición en Amazon. Esto le permitió llegar a más lectores desde internet, con su primera novela en versión electrónica (Kindle). Sin embargo, advierte de que hay muchas empresas del sector que, motivadas por el beneficio económico y la falta de riesgo (que asume el escritor), te ofrecen “un servicio nada barato”.
Una chica leyendo un libro en Kindle
Por otra parte, para publicar en Amazon debes tener ciertos conocimientos en edición de texto y diseño gráfico. “Te ofrecen un programa donde debes introducir el libro editado y con todo el trabajo hecho, incluso la portada”, añade. Después llegan los ejemplares impresos, pero no hay ningún tipo de publicidad o ayuda para su distribución: “Te llegan los libros a casa. Mientras pagues, a la empresa le da igual lo que hagas con ellos”.
Ampliando el público
Gracias a esta primera iniciativa, recuerda que algún lector en Estados Unidos y en Latinoamérica se interesó por su novela, pero subraya que esta democratización y apertura internacional de su trabajo conlleva también diluirse en un océano de publicaciones, donde acabas pasando desapercibido. Por esta razón, bajó del globo al barrio y empezó a distribuir varios ejemplares en Rubí, la ciudad donde reside: “Empecé en el ámbito local, más allá no puedes aspirar ya que a las grandes librerías no quieren saber nada de ti. Les quitarías el espacio: fuera de tu ciudad, no llegas”.
Este avance le permitió obtener su primer feedback por un público fuera de su entorno más cercano: “En Sant Jordi la gente viene con el libro y te comenta que le ha gustado mucho. Por otra parte, los medios locales y las redes sociales también te echan una mano”.
De la autoedición a la publicación editorial
Desde ese momento, se animó a continuar e intentar la publicación a lo grande, pero avisa que antes tuvo que pasar primero por las agencias literarias. “Los editores no tratan directamente contigo, necesitas un representante”. Una vez contactó con uno, señala que en el siguiente paso hay un factor suerte en el que, si decides enviar tu propuesta a una editorial, la persona que hay detrás de la pantalla debe fijarse en ti entre decenas de correos recibidos al día.
Entrevista con una agencia literaria
Si se franquea este obstáculo, el objetivo ya está un poco más cerca. No obstante, puntualiza que aquí “no tienen en cuenta la autoedición o lo que hayas hecho por tu cuenta”. La ficha en la que das a conocer tu novela debe llamar la atención de quien toma las decisiones. En otras palabras: desde la primera palabra tecleada hasta este momento, el avance limitado que supone la autoedición solo tiene un valor de autoafirmación y refuerzo añadido gracias a llegar a un público reducido que te da sus primeras impresiones.
A partir de aquí, la situación se vuelve más favorable, pero aparecen nuevos obstáculos. Llegan los primeros comentarios, positivos y negativos, y hay que saber sacar una lección de ambos y encajarlos con entereza. “Las críticas negativas constructivas también son importantes, te permiten ver en qué has fallado o cómo podrías haber enfocado alguno de los temas tratados”.
Literatura, historia y mujeres
Marta, licenciada en historia, se inspira en personajes reales, se documenta sobre los hechos históricos de su época y construye una historia sobre temas que no se hayan tratado. Afirma que, aunque no es la única escritora que habla sobre el empoderamiento de las mujeres, intenta buscar aquellos aspectos en los que nadie haya profundizado antes. Es el instinto de ser historiadora: la inquietud del arqueólogo por desenterrar objetos nunca vistos.
Agujas de papel fue su primera novela que vio la luz gracias a una empresa del mundo del libro con alcance nacional. La escritora trata uno de los temas con los que se siente más cómoda: las presiones y fuerzas sociales que debían afrontar las mujeres del siglo XIX para poder tener una profesión o poder explorar sus inquietudes.
Su última obra, El olor de los días felices, narra la vida Anna Expósito, una chica huérfana que, en los años veinte del pasado siglo, se negó a ser lo que el mundo esperaba de ella. La búsqueda vital de sus orígenes familiares la llevan a emprender un viaje desde Barcelona y Madrid hasta las Filipinas. La autora trata también la historia de la publicidad y sus inicios en España, en paralelo a la lucha de la protagonista, capaz de plantar cara a la sociedad en la que le tocó vivir.
Las dos novelas de Marta Gracia
Final del camino, inicio de nuevos proyectos
Este es el libro que hoy Marta puede ver en las grandes librerías donde, al comienzo, nadie le podría ofrecer un hueco. Como la historia de otros escritores, la visión retrospectiva confirma que el éxito, si llega, es un subproducto de la tenacidad y el trabajo duro tras vencer varios episodios de desánimo y anonimato.
A los jóvenes escritores que se encuentren en el inicio del camino, les aconseja “paciencia, mucha paciencia”. Para combatir las dudas que le acechaban al comienzo de esta aventura, recuerda que lo más importante es disfrutar con lo que se hace y, en cierta medida, seguir escribiendo para uno mismo.