El edificio de Gran Vía que alberga el Espacio Telefónica y que fue sede de la compañía hasta 2008 / EP

El edificio de Gran Vía que alberga el Espacio Telefónica y que fue sede de la compañía hasta 2008 / EP

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Una compañía centenaria dispuesta de nuevo a escribir la historia

Telefónica cumplió 100 años en 2024 y forma parte de la historia más reciente de España, cuyas grandes innovaciones tecnológicas en materia de comunicación la han tenido como protagonista

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La historia de España de los últimos 100 años no se entendería sin la figura de Telefónica. Creada en 1924, la compañía no sólo ha sido la responsable de crear y gestionar la red de cobre que extendió por todo el país para permitir la conexión a través del teléfono sino que ha estado a la vanguardia de los avances que han transformado las vidas y las formas de trabajar de la población, como las comunicaciones móviles e internet.

Tan cierto que ya en sus albores tomó el papel innovador que le ha acompañado con los primeros pasos en materia de comunicaciones automáticas. Apenas dos años después de su creación e incluso antes de ocupar su emblemática sede en la Gran Vía de Madrid, hoy transformada en un punto de encuentro cultural y social. 

Paso a paso, bajo el control del Estado desde mediados de los años 40, a finales de la siguiente década ya daba trabajo a más de 30.000 personas y era la mayor empresa de España.

Para entonces, hacía tiempo que había logrado la primera comunicación por cable con el otro lado del Océano Atlántico. Y también, que había empezado a instalar teléfonos públicos en la calle a disposición del ciudadano, que daría paso a las populares cabinas.

Exterior de la sede de Telefónica

Exterior de la sede de Telefónica Europa Press

Hitos que en la actualidad parecen incluso de otra Edad histórica pero que fueron tan revolucionarios como la telefonía móvil. Mucho antes de que se popularizara entre los ciudadanos, en los años 70 Telefónica ya ofrecía un servicio, por entonces muy exclusivo, destinado al empleo en los automóviles. Para muy pocos privilegiados.

El inicio de la fibra, en los años 80, encargada de tomar el relevo del cobre, dio paso a los primeros servicios para móviles accesibles para todos los públicos: el primigenio Moviline, que no tardó en dar paso al actual Movistar.

Internet entra en los hogares

En paralelo, internet empezó a entrar en los hogares y, de nuevo, Telefónica fue un baluarte con la tecnología ADSL, de la que fue un pionero en toda Europa.

Hacía tiempo que España se le había quedado pequeña a un grupo que a finales de los 80 ya había dado el salto nada menos que a la Bolsa de Nueva York. En los 90, Telefónica se sumó al proceso de internacionalización que se estaba produciendo en otros sectores de la empresa española, como el financiero.

Latinoamérica y Europa

Y también, al igual que los bancos, el destino natural que encontró Telefónica fue Latinoamérica. A Argentina y Chile le siguieron otros mercados como Colombia, Perú o Venezuela, con filiales que terminó por controlar al filo del cambio de siglo con la llamada ‘operación Verónica’.

En paralelo, la telefonía móvil avanzaba a ritmo vertiginoso y el desarrollo de la tecnología 3G llevó a Telefónica a adquirir licencias en varias geografías, incluida Europa. Fue un primer paso para, tiempo después, entrar en mercados como Reino Unido y Alemania, que ahora constituyen una parte fundamental del negocio de la operadora.

La otra, sin duda, es Brasil. De la mano de Portugal Telecom inició operaciones en un mercado que, en la actualidad, es el de mayor aportación a las cuentas de la compañía.

Desde el punto de vista corporativo, aquella primera expansión por Latinoamérica coincidió con la privatización de la empresa en varias fases. Un proceso que inundó de acciones de Telefónica los hogares españoles, en coincidencia con la explosión del capitalismo popular.

Tras la liberalización del sector, Telefónica entró en el ámbito de los contenidos audiovisuales. En los últimos años ha centrado sus esfuerzos en reducir el abultado endeudamiento que llegó a acumular, garantizar un dividendo recurrente a sus accionistas y optimizar tanto los costes como la generación de caja, en medio de un complejo contexto regulatorio en Europa.