De izq. a dcha., Tatxo Benet, Gerard Romy y Jaume Roures, fundadores de Mediapro, con la sede del grupo de fondo / CG

De izq. a dcha., Tatxo Benet, Gerard Romy y Jaume Roures, fundadores de Mediapro, con la sede del grupo de fondo / CG

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El desafortunado final de los tres fundadores de Mediapro: un perseguido, un despedido y un embargado

La salida de Tatxo Benet deja al grupo, por primera vez, sin uno solo de quienes alumbraron a mediados de los 90 un proyecto con algunas luces y muchas sombras

Más información: Mediapro prepara la salida de su fundador Tatxo Benet

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El adiós a Mediapro del hasta ahora presidente y consejero delegado, José María Tatxo Benet, deja huérfano al grupo audiovisual de las tres personas que dieron inicio al proyecto, allá por mediados de la década de los 90. Como en los casos de Jaume Roures y Gerard Romy, la salida de Benet no ha sido a buen seguro la soñada en algún momento por el ejecutivo, que ha compartido con sus antiguos socios una suerte de malditismo en su marcha. 

“Este proyecto lo empezamos tres… y sin padrinos, que esto también es posible”. La frase ha sido pronunciada por Roures en algunas ocasiones, cuando le ha tocado retrotraerse a los primeros pasos de Mediapro. Y, con toda seguridad, sea el menos indicado de los tres para asegurar tal cosa. 

Roures siempre fue la cara visible de Mediapro. También el de las ideas, al menos las fundamentales, las que marcaron la trayectoria de uno de los grupos audiovisuales más influyentes de la historia reciente de España. Y el de los contactos, el que siempre exhibió una asombrosa facilidad para acercarse al poder. 

De modo que padrinos nunca faltaron. De lo contrario, el autodenominado "empresario trotskista", por su militancia en el comunismo, hubiera tenido más difícil ser uno de los prebostes de aquella incipiente TV3 de mediados de los años 80. 

Jaume Roures, ex socio gestor de Mediapro, en una comparecencia

Jaume Roures, ex socio gestor de Mediapro, en una comparecencia Cedida

En la, a primera vista, inofensiva y poco influyente área de deportes coincidió con Tatxo Benet, cuyos caminos profesionales ya apenas se separarían hasta 2023. Tiempos de monopolio público en TV, pero en los que los canales autonómicos empezaban a disputar a la todopoderosa TVE derechos de retransmisión del fútbol. 

Al contrario que Roures, Benet se ha destacado más en su labor de ejecutivo. O, lo que es lo mismo, de ejecutor. La dirección de deportes de TV3 y su labor al frente de la producción audiovisual de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 le consolidaron como uno de los referentes del sector. 

Se eleva la competencia

Junto a Gerard Romy, el tercero en discordia y el de perfil más bajo, Roures y Benet alumbraron Mediapro en 1994. Pronto demostraron que no llegaban para ser uno más. Con los primeros pasos de la televisión privada en España, Roures encontró en el incremento de la competencia un ecosistema más que adecuado para hacer dinero con aquello que había empezado a realizar en TV3: la pelea por los derechos audiovisuales. 

Pero tampoco tardó en demostrar que sus dotes para acercarse al poder y ganar influencia en el terreno político se combinarían con una nefasta capacidad de gestión. Ejemplo de lo primero, la alianza con Globomedia que dio lugar al grupo Imagina, que se hizo con la licencia de TV en abierto de La Sexta. Y de lo segundo, la denominada guerra del fútbol contra el grupo Prisa, que terminó con Mediapro y algunas filiales en concurso de acreedores. 

Tampoco le fue mejor al proyecto del diario Público, obligado a cerrar apenas cinco años después de su salida al mercado y que, posteriormente, logró salvar su versión digital, que aún se edita, aunque ya sin la presencia de Roures y Benet.

Por caminos similares transitó La Sexta con el dúo en el puente de mando. Y lo más probable hubiera sido un final idéntico de no ser por la fusión in extremis con Atresmedia.

Tatxo Benet, presidente y CEO de Mediapro, durante un evento

Tatxo Benet, presidente y CEO de Mediapro, durante un evento Cedida

En esta historia, Roures es el despedido. Porque cuando la situación se hizo insostenible en Mediapro, el grupo de capital chino Hontai acudió al rescate y se hizo con la mayoría accionarial pero confió en la pareja Roures-Benet. Cinco años y casi 1.000 millones en pérdidas después, llegó el cese, entre acusaciones de traición hacia quien pasó a consolidarse en los mandos de la nave.

En este trámite, Benet ha durado dos años. Los que ha tardado en demostrar que su gestión en solitario es igual de deficiente que junto a su antiguo socio. Y los empleados para perder hasta el contrato de los derechos de la Liga española, que Mediapro había mantenido de forma ininterrumpida durante la última década.

Negocios a la quiebra

De modo que a Benet le corresponde el papel del embargado. Porque su salida ha sido pactada con la propiedad de Mediapro. Pero sus negocios al margen de lo audiovisual no han marchado mucho mejor: ni el pretendidamente revolucionario Museo del Arte Prohibido de Barcelona, ni la empresa de transportes que acabó quebrada el pasado año. Problemas que han derivado en el embargo de una propiedad en la Costa Brava por parte de Hacienda

Gerard Romy, cofundador de Mediapro con Jaume Roures y Tatxo Benet

Gerard Romy, cofundador de Mediapro con Jaume Roures y Tatxo Benet CG

El nexo con Gerard Romy es el de la traición. Porque sobre Roures también planea la sombra de tal sospecha en el caso que tuvo al mismísimo FBI estadounidense detrás del fundador más discreto de Mediapro. La productora se vio inmersa en el escándalo denominado FIFAgate, una investigación sobre mordidas y comisiones ilegales en la transacción de derechos de retransmisión de partidos de la Copa del Mundo de fútbol.

Mediapro llegó a un acuerdo extrajudicial, previa confesión del delito y con el pago de multas de varias decenas de millones de euros. Pero por el camino, Romy se vio obligado a dejar Mediapro. Y condenado a tener durante varios años a sus espaldas a las autoridades norteamericanas. En otras palabras, a ser el perseguido.