Werfen ha anunciado que amplía el consejo de administración del grupo con dos nuevas independientes. Barbara López Kunz y Myra Davis se han incorporado al máximo órgano directivo del gigante dedicado al desarrollo, producción y distribución internacional de instrumentos sanitarios para hospitales y laboratorios clínicos de la familia Rubiralta.
La empresa ha explicado que los nuevos perfiles "aportan mayor conocimiento en el sector, en digitalización, y en los nuevos escenarios económicos y geopolíticos". Cuestión básica en un momento como el actual, donde las tensiones internacionales, episodios inesperados como la crisis del Mar Rojo y la tendencia inflacionista obligan a los equipos gestores a enfocar bien su trabajo.
Órgano directivo diverso
En el caso de Werfen, este paso también tiene otra lectura. Los propios Rubiralta lo reconocen en su nota a los medios, en la que certifican que en los próximos años "garantizará un equilibrio adecuado" en el consejo de administración de miembros de la familia y profesionales.
Además de tener en cuenta el género, la edad y la procedencia para ser lo máximo de diverso posible.
Trayectoria de las nuevos independientes
López Kunz cuenta con cuatro décadas de experiencia dirigiendo equipos globales y "sabe cómo impulsar el crecimiento en un entorno empresarial dinámico".
Davis, por su parte, es Chief Information Innovation Officer del Texas Children’s Hospital (TCH), un sistema de atención médica sin fines de lucro comprometido con la creación de un futuro más saludable para niños y mujeres en todo el mundo.
Werfen, el gigante de los 'otros' Rubiralta
Werfen es una de las principales empresas del sector del diagnóstico clínico del mundo. Cerró 2023 con unos beneficios de 169 millones de euros, el 3% más que el ejercicio precedente, y elevó la facturación hasta los 2.106 millones, cifra que implica un avance del 14% respecto al ejercicio anterior.
Hace más de cinco años que está capitaneado por Marc Rubrialta, miembro de los llamados otros Rubiralta. Se trata de los primos hermanos de los anteriores dueños de Celsa que se quedaron con la propiedad de esta compañía, el negocio familiar secundario, cuando los hermanos Francisco y José María Rubiralta firmaron en 2006 un pacto amistoso para segregar las actividades empresariales tras años de discusiones.
Casi 18 años después, un grupo de fondos de inversión consiguió el visto bueno de los tribunales para ejecutar los créditos que tenía sobre Celsa y apartar a la familia de la propiedad del grupo siderúrgico. La crisis de esta compañía contrasta con la buena marcha de la multinacional catalana de material sanitario, la que se quedó José María y sus descendientes.