Arrecia la presión sobre Grífols en los mercados, aunque ya no sólo por parte de los fondos especuladores y oportunistas, que buscan elevadas rentabilidades a corto plazo, sino también de inversores institucionales, agencias de rating y banca de inversión, que marcan distancias con el valor debido a los confusos mensajes lanzados desde la cúpula directiva de la compañía.
Tras el rebote de finales de la semana pasada, Grífols ha vuelto a las andadas, con descensos superiores al 9% en la sesión del jueves, en la que el mercado conoció la rebaja de las calificaciones crediticias de S&P y Fitch. Sin embargo, la presión vendedora cuenta con factores más determinantes, como han sido los últimos comentarios y decisiones a cargo de la banca de inversión.
Recorte radical
Entre ellos, ha destacado el último movimiento de Deutsche Bank, que ha procedido a rebajar su consejo sobre Grífols de "mantener" directamente a "vender". Pero la entidad alemana ha dado un paso más y ha revisado fuertemente a la baja el precio objetivo del productor de hemoderivados algo más de un 40%, hasta situarlo en 7 euros por acción, desde los 12 euros establecidos anteriormente.
El principal motivo que ha llevado a tal revisión han sido los mensajes confusos que la compañía ha trasladado a los inversores sobre la evolución futura de su negocio y, especialmente, de sus balances contables.
Deutsche Bank apunta la anomalía que supuso el hecho de que el director financiero de Grífols, Alfredo Arroyo, hablara en la conferencia con analistas para presentar los resultados anuales de un flujo de caja en equilibrio para el cierre de 2024 como el escenario previsto por la empresa, cuando ni siquiera 24 horas después, la farmacéutica remitiera una nota a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), en la que apuntaba una cifra de 450 millones.
Una circunstancia sobre la que ya habían llamado la atención anteriormente los analistas de Citi, al indicar que estos mensajes contradictorios contribuirían a la confusión y al clima de incertidumbre generado en torno a Grífols desde que el pasado 9 de enero se publicara el primer informe de Gotham City Research.
A vueltas con la auditoría
La profunda crisis bursátil y de reputación que se abrió entonces, dado que el documento ponía en cuestión las prácticas contables de la empresa, operaciones con partes vinculadas y el modelo de gobierno corporativo, se agravó a finales de febrero cuando la compañìa se presentó ante el mercado con sus resultados anuales sin el correspondiente informe de auditoría, dado que KPMG, la firma encargada de elaborarlo, aun no había podido finalizar su tarea fiscalizadora.
Pese a que Grífols pudo presentarlo dentro de los plazos legales establecidos y que la auditoría no incluía salvedades, la presión bursátil apenas cede.
La compañía ha anunciado este jueves las rebajas de rating anteriormente citadas, aunque recuerda que ambas decisiones se basan en los voluminosos vencimientos que deberá afrontar en 2025, que Grífols espera amortizar anticipadamente cuando cierre la venta del 20% de la china Shanghai RAAS a Haier.
El grupo ha insistido en su comunicación al supervisor que mantiene la previsión de concluir la transacción dentro del primer semestre de 2024, una vez cerrado con éxito el proceso de 'due dilligence' y obtenidas algunas de las autorizaciones preceptivas, como la de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC).
Capacidad de pago
En cualquier caso, la calificaciones de S&P y Fitch ya se encontraban en grado especulativo y aún se mantienen en tramos en los que no se pone en duda la capacidad de pago la compañía, sino elevada dependencia de determinadas circunstancias, como futuras operaciones como la que ultima la farmacéutica.
Con anterioridad, Moody’s había puesto ya bajo revisión el rating de Grífols a raíz de la ausencia del informe de auditoría en la presentación de los resultados, un factor de incertidumbre que ya ha desaparecido.
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