Aceite (+50%), leche (+45%), cereales (+29%): el drama real de la compra tras el Covid
Tras las cifras generales de inflación, ya de por sí elevadas, se ocultan subidas disparatadas de alimentos esenciales que diezman el poder adquisitivo de las familias
1 abril, 2023 00:00La economía vuelve a demostrar que se trata de una ciencia de grandes números que, muchas veces, no dejan ver dramas aún mayores. Es el caso del fenómeno inflacionista en España en los últimos 18 meses, desde que el abrupto despertar de la pesadilla de la pandemia disparató la demanda y, por ende, los precios, mientras el ejército de Putin se encargaba del resto. En este tiempo, el IPC se ha incrementado a ritmos de entre el 5,5% y el 10,8% en su pico máximo, pero éstas no son las cifras que los consumidores se encuentran cuando acuden a hacer la compra diaria o semanal.
Desde el final del verano de 2021, cuando los síntomas de la pandemia del Covid-19 comenzaban a quedar atrás y los de la recuperación económica a aflorar con fuerza, una serie de alimentos esenciales, de los que forman parte de la dieta de una amplia mayoría de los ciudadanos, incrementan su precio a ritmo desbocado, hasta cinco o seis veces más que las proporciones generales citadas anteriormente.
De primera necesidad
La letra pequeña de las cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) no puede ser más ilustrativa. En este periodo, el precio del aceite ha aumentado un 49,75%; el del azúcar, un 48,2%; el de la leche, un 45%…
No se trata de productos de lujo; en muchos de los casos, los que más se han apreciado en los centros de distribución durante el último año y medio se corresponden con los considerados alimentos de primera necesidad. Sólo con su concurso, el coste de la cesta de la compra se ha encarecido varias decenas de euros. Pero no son elementos aislados.
¿Cuadran los números?
En este mismo periodo, los cereales y derivados han elevado su precio casi un 30%; algo más de un 22% lo han hecho los huevos y los productos lácteos; un 16%, los cafés y cacaos y también las legumbres.
“Dicen que el coste de la vida ha subido mucho pero a mí las cifras no me cuadran. Nos han subido la pensión un 8,5% pero cada día puedo comprar menos cosas con el mismo dinero”, se queja amargamente un jubilado mientras espera su turno para pagar por lo que lleva en el carro. “Nos están engañando todos, los políticos, los supermercados… todos; y a pagar, los de siempre”.
Datos engañosos
Si este sufrido ciudadano lee las noticias o consume informativos de radio o televisión en estos días, se sentirá aún más estafado. El dato adelantando correspondiente al mes de marzo que publicó este jueves el INE habla del IPC más reducido desde agosto de 2021, un 3,3% interanual, que parece llevarnos de vuelta a tiempos no muy lejanos, cuando el dato de la inflación ni siquiera abría las secciones de Economía de los diarios.
El año 2022 finalizó con un IPC al borde del 6%; el 8,5% de revalorización de las pensiones corresponde a la evolución interanual de doce meses entre diciembre de 2021 y noviembre de 2022, que es el periodo que se tiene en cuenta desde que se aprobó indexar la evolución de estas prestaciones al comportamiento de los precios. Pero las cifras de marzo no hablan de una rebaja de precios sino de una moderación de la subida… respecto a cotas que ya eran muy elevadas.
De hecho, las estadísticas van más allá de ese dato general del 3,3%; es cierto que la proporción se sitúa 2,5 puntos por debajo de su comparable del mes anterior, es decir, de la diferencia del índice entre febrero de 2023 y febrero de 2022. Pero la estimación del INE asegura que en marzo la inflación se elevó cuatro décimas respecto a la de febrero de este mismo año.
“La inflación es un fenómeno acumulativo, mientras el porcentaje se exprese en positivo quiere decir que los precios siguen subiendo. Es como la estatura de un ser humano en la época de crecimiento: si un año aumenta diez centímetros y al siguiente, seis, no quiere decir que ha menguado sino que ha crecido en menor proporción; pero esos seis se añaden a los diez anteriores”, explican de forma gráfica desde el servicio de estudios de una entidad financiera.
Cesta muy diversificada
La misma fuente aclara que, además, el IPC se compone de un buen número de elementos porque los ciudadanos no sólo consumen alimentos. “Intervienen factores de lo más diverso, desde los energéticos --electricidad, gas, combustibles--, a ropa y calzado, pasando por lugares de ocio y entretenimiento, vivienda, etc. Y no todos se comportan de la misma forma en cuanto a la oferta y la demanda, que es lo que determina en buena medida la formación de precios”.
En este sentido, esas mismas estimaciones de marzo, que apuntan a un IPC del 3,3%, también hablan de una inflación subyacente del 7,5%. Esta variable se calcula con la exclusión del índice general de los alimentos frescos y la energía; el motivo reside en su consideración como los elementos más volátiles de la cesta y, por lo tanto, los que más podrían contribuir a distorsionar la radiografía del comportamiento de los precios.
“Eso no significa que la distorsión sea siempre al alza; en el caso de los últimos meses, ha sido todo lo contrario, lo que explica que, a la hora de acudir al supermercado, el consumidor se tope con subidas que ni siquiera se asemejan a las cifras que han visto en los titulares de los periódicos”.
De hecho, la inflación subyacente no era tan elevada desde los primeros años de la democracia y la diferencia con el índice general supera los cuatro puntos, un fenómeno por completo anómalo.
Frescos estables... o a la baja
Pero, una vez más, los números cantan. Los alimentos frescos han subido mucho menos que los elaborados e, incluso, algunos presentan bajadas de precio respecto al verano de 2021, cuando el IPC comenzó a escapar del control de los reguladores.
Sin ir más lejos, los pescados se han encarecido un 2,1% en este periodo, mientras que la carne de porcino lo ha hecho en un 3,8%; la estadística del INE apunta a un leve descenso del ovino (-1,1%) y uno más acusado de la fruta fresca (-7,2%).
Las tiendas se resienten
Pero si la subyacente sube más del doble que el índice general, la subcategoría de alimentos elaborados lo hace en proporciones que superan el 16% en relación con el año anterior. Son diferencias que al consumidor le acercan más a la llamada ”economía real”, a la que se encuentran en su día a día.
Las consecuencias se han dejado sentir también en la actividad de la distribución, tanto en las grandes cadenas (aunque en menor medida) como, especialmente, en las llamadas tiendas de proximidad o de barrio. No en vano, el índice de comercio minorista acumula once meses consecutivos a la baja en la subcategoría de alimentación. Una racha que arranca en abril, poco después del inicio de la guerra, y que da cuenta de hasta qué punto los consumidores han ajustado sus hábitos para protegerse de la subida de precios.