Son Greenpeace, los ecologistas que hacen negocio con un combustible fósil. La entidad ambientalista denuncia la emergencia climática y aboga por el cambio energético y el decrecimiento, pero mantiene un brazo, Greenpeace Energy, que comercializa gas natural a los hogares. Su mix de energía no será verde hasta 2027, admite la propia organización.
Lo denuncian ecologistas rivales en conversación con este medio. Alertan de que Greenpeace, muy activa en la lucha por conservar el planeta y un actor muy activo en la llamada transición energética, "tiene un doble discurso". En España y otros países, la asociación decana en defensa del medio ambiente pide a ciudadanos y empresas esfuerzos para el "decrecimiento". En Alemania, por contra, se lucra con una división de gas natural que alimenta a miles de familias.
"No será verde hasta 2027"
Como avanzó El Periódico de la Energía, Greenpeace Energy nace como spin-off de la entidad ecologista en Alemania. Su origen se remonta a 2011, cuando el gobierno federal programó el apagón de sus centrales nucleares para 2022 al calor del accidente de Fukushima (Japón), que obligó a desplazar a centenares de miles de persones.
Greenpeace aprovechó el anuncio y lanzó su filial de energía para los domicilios. El producto comercial de los ecologistas, el ProWindGas, pretendía convertir el sobrante de energía eólica en hidrógeno renovable para almacenarlo en la red de gas natural. Esa fuente de energía, no obstante, no es suficiente, por lo que los ecologistas tuvieron que mezclarla con biogás (10%) y gas natural o metano (89%). Al mix resultante Greenpeace Energy le llama ProWindGas. ¿El problema? El biogás de esa mezcla no sustituirá al gas natural, un combustible fósil, hasta 2027, por lo pronto.
"Es parte de la desfosilización"
Preguntado por la cuestión, José Luis García, responsable del Programa de Cambio Climático en Greenpeace España ha querido matizar la operativa de Greenpeace Energy. "Se trata de una cooperativa con licencia propia sita en Alemania, donde hay una elevada demanda térmica", ha defendido. ¿Importará la organización su brazo comercial a España? "En nuestro país no tiene sentido. Nuestra demanda térmica es menor, y en el caso de ProWindGas los consumidores alemanes pagan un extra para que esa inyección de hidrógeno sea viable", explica el también licenciado en Ciencias Físicas.
García subraya que Greenpeace Energy "es independiente orgánicamente" de la asociación ecologista, y que su génesis se explica por una pequeña revolución. "Había que dar salida a los excedentes de la energía renovable. Convertirlos en hidrógeno y comercializarlo fue una de ellas". La división comercial, pues, "garantiza la transición hacia la desfosilización", por mucho que la mezcla lleve parte de un combustible fósil. "El gas 100% renovable, por ahora, no existe", lamenta el activista, que enfatiza "el compromiso de Greenpeace para acabar con las energías fósiles". En España, apostilla, esa lucha pasa por "mejores aislamientos en los domicilios y la generalización de la calefacción por bombas de calor".
Contra los almacenes y el 'fracking'
Sea cual fuere la senda nacional hacia la transición energética, lo cierto es que en estos momentos Greenpeace hace negocio con el gas natural y, al mismo tiempo, hace campaña contra toda la cadena de valor de esta energía. En su Informe Renovables 100% publicado en 2007 [consultar aquí], los ambientalistas ya abogaban por alejarse por completo de los combustibles fósiles en 2050. Tras ello, la organización se opuso al almacén de gas de Doñana --que no vio la luz-- en 2016 y promovió la plataforma Gas no es la solución en 2018.
En paralelo a ello, Greenpeace se mostró muy combativa contra la llamada fractura hidráulica o fracking, un método para extraer gas metano de los poros de las rocas mediante la inyección de agua mezclada con componentes químicos. Ese combate lo libraron los ecologistas en paralelo al desarrollo de Greenpeace Energy, que suministraba a unos 60.000 clientes en 2016.