La banca española cotizada está viviendo su particular vía crucis en Bolsa a raíz de la crisis generada en los mercados internacionales por la extensión del coronavirus. La huida inversora está afectando especialmente a los valores financieros, sobre los que descarga una especie de tormenta perfecta que combina la psicosis generalizada por las posibles consecuencias del virus, la más que probable extensión de la era de los tipos bajos, las señales económicas enviadas desde el Gobierno y, para rematar, una oleada de litigios con el telón de las últimas resoluciones de los tribunales. Un cóctel que se ha llevado por delante 26.450 millones de euros de la capitalización de los bancos en apenas dos semanas.

De por sí, el Ibex-35 figura entre los índices más castigados de Europa desde que comenzaron las correcciones vertiginosas provocadas por el coronavirus, con una caída del 13,5%, tan solo superado por el indicador de la Bolsa de Milán (por encima del 15%), dado que Italia fue el primer foco de entrada del virus en el Viejo Continente y donde más casos se han detectado con diferencia.

Con todo, los retrocesos del selectivo del mercado español palidecen ante los registrados por los valores financieros, que oscilan entre el 17% que se deja Caixabank hasta el 23% que pierde Bankia.

La incidencia del coronavirus

El banco participado en un 61% por el Estado es el más penalizado pero sólo en términos relativos; en las cifras absolutas, ninguno como Santander, que ahora vale 13.125 millones de euros menos que hace algo más de 15 días. Para el BBVA, la factura supera los 7.000 millones; y se acerca a los 3.000 millones en el caso de Caixabank.

La suma de los recortes sufridos por la banca del Ibex-35 en estas sesiones se aproxima a la capitalización conjunta de Caixabank, Bankia, Sabadell y Bankinter.

Salvo el del turismo, no hay un sector más penalizado en el mercado español que la banca. Los inversores van más allá de los efectos del coronavirus, aunque algunos de los elementos que componen esta tormenta perfecta están relacionados con el virus proveniente de China.

Tipos aún más bajos

Sin ir más lejos, la rebajas de previsiones de crecimiento para las principales economías mundiales; además de incrementar la ya de por sí elevada incertidumbre entre los inversores, ha provocado ya las primeras respuestas por parte de algunos bancos centrales. Por sorpresa, la Reserva Federal redujo el precio oficial del dinero en EEUU en 50 puntos básicos.

Y lo hizo apenas unas horas después de una reunión urgente del G-7 en la que no se acordaron medidas concretas ni actuaciones coordinadas, pero sí la voluntad de actuar para evitar la desaceleración económica. Y el recurso más socorrido suele ser la política monetaria.

Otro de los presentes en la reunión, Canadá, también ha procedido a rebajar los tipos. Y todas las miradas se dirigen hacia Frankfort, donde mora el Banco Central Europeo (BCE) al que correspondería mover ficha, aunque los tipos en la zona euro ya están muy próximos a cero.  La reciente revisión de estimaciones por parte de la OCDE sitúan a esta economía como una de las que más riesgo corre de caer en recesión si los efectos negativos del coronavirus se extienden en el tiempo más de lo esperado.

La incertidumbre del Gobierno

Independientemente de la decisión que vaya a tomar la entidad emisora, que tendrá un componente más político que económico, todo parece indicar que la era de tipos históricamente bajos que está padeciendo la banca europea se va a prolongar aun más de lo previsto. Las estimaciones más optimistas apuntaban a finales del próximo 2021. El coronavirus las ha hecho saltar por los aires.

De los problemas generales a los particulares. En el ámbito doméstico, la banca sigue con la espada de Damocles del Gobierno sobre su cabeza. Por el momento, el Ejecutivo solo ha cumplido parte de sus amenazas con la aprobación del impuesto sobre transacciones financieras, la ya célebre ‘tasa Tobin’, pero el diseño de la política fiscal aun podría guardar sorpresas, en forma de nuevas subidas de impuestos como sociedades e, incluso, uno específico para el sector.

Cerco de los tribunales

No estaría completo el escenario si se dejara de contar con la más que probable oleada de pleitos que tendrán que afrontar las entidades a raíz de las recientes sentencias judiciales relativas a la aplicación del índice IRPH en las hipotecas y los elevados tipos de interés de los préstamos con tarjetas ‘revolving’. En el primero de los casos, la resolución del Tribunal de Justicia de la Unión Europea no dejó mal parado al sector, que alejó la posibilidad de tener que añadir nuevas provisiones y el temor a demandas colectivas. Sin embargo, el dictamen no cierra la puerta a nuevas demandas, aunque sí reduce de forma considerable las posibilidades de éxito.

No puede decirse lo mismo del segundo caso. La sentencia del Tribunal Supremo sobre el caso de la tarjeta de Wizink que ha llegado a las más altas instancias sí que ha destapado la caja de los truenos y ha dejado en situación de sospecha de usura a nada menos de 8.000 millones de euros en créditos al consumo de este tipo.

En este caso, los jueces han sido implacables y han colocado al borde de la nulidad todos aquellos contratos de este tipo cuyo interés sobrepase la media del 20% que refleja la estadística del Banco de España. El resultado será un nuevo aluvión de demandas, compensaciones y otro golpe al perfil reputacional del sector.