Ferran Adrià, 57 años, nacido en en L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona. Su nombre ha traspasado fronteras y se ha convertido en un chef mundialmente conocido. Sin embargo, cuando empezó en el mundo de la gastronomía su sueño era ser el mejor cocinero del barrio. “Todo lo que me pasó después de conseguir las tres estrellas Michelin fue un regalo. Los factores personales condicionan nuestra historia profesional”, subraya Adrià.
Tanto es así que el cocinero ha explicado este martes, en el marco de la Tech Spirit Barcelona, que el 80% del equipo base de El Bulli, su popular restaurante, se componía de trabajadores solteros. “Cuando se casaron y tuvieron hijos, tenían que estar con la familia y eso fue uno de los motivos del cierre de El Bulli”, ha confesado ante una gran audiencia.
Decisiones personales
Adrià está casado, pero no tiene hijos, una decisión que, según dice, le ha permitido estar donde se encuentra en estos momentos. Durante la época de El Bulli, Adrià señala que trabajaba 18 horas al día, 365 días al año. El restaurante, en Cala Montjoi, cerró sus puertas en 2001, pero no fue una despedida triste, como bien ha recordado el propio Adrià. “El Bulli no moría ese día porque es una filosofía de vida. Sabíamos que continuábamos”, ha subrayado.
Del restaurante, Adrià pasó a crear El Bulli Foundation. El chef se siente muy orgulloso del talento que salió del negocio anterior. “Hoy en día los influyentes de la cocina son hijos de El Bulli y eso se consigue porque los mejores nos enviaban a quienes consideraban los mejores, creando así un sistema único”, ha señalado.
Sin ayudas públicas
Ahora, a través de esta fundación, el chef catalán insiste en que no trata de inventar la pólvora, porque eso ya se ha hecho, sino que la intención es guardar el legado de El Bulli, crear calidad y compartir la actividad de la fundación con el mundo de la innovación.
La fundación, con un presupuesto de un millón de euros en palabras de Adrià, se sustenta, también, gracias al impulso económico de Telefónica, Lavazza, CaixaBank y Grífols. “Una parte de mi bolsillo va a la Fundación, pero no somos como Superman. Sin dinero, la fundación no funciona”, ha añadido. Además, el cocinero ha puesto de relieve que la fundación no recibe dinero público para poder garantizar la libertad de la misma.
La innovación
Entre las actividades que están llevando a cabo a través de la organización, Adrià ha subrayado LABulligrafía, que es un archivo-museo de El Bulli, y elBulli1846 que es un laboratorio con exposición, es decir, “un lugar para pensar, reflexionar e investigar sobre la innovación porque no tenemos muy claro qué es, sino que tenemos una idea muy idealizada de la misma”, ha remarcado.
En ese sentido, Adrià ha recordado la creación de un proyecto, bautizado como Sapiens, cuya convocatoria finaliza el 1 de abril de 2020 y que busca crear un equipo de gente, compuesto por 12 personas, que trabajarán durante cuatro meses con el reputado cocinero. Para Adrià, un restaurante más que innovar tiene que estar abierto al cambio que impulsan otros y saber bien gestionar un negocio. “El 99% de las pequeñas empresas no tienen que innovar. No podemos frivolizar con la dificultad de la innovación”, insiste.
El chef, no obstante, asegura que nos tenemos que lanzar y arriesgar y que “el talento no tiene patria ni edad”. “Los sueños son posibles y El Bulli Foundation es un ejemplo”, ha concluido.